sábado, 14 de enero de 2017

Acatar lo que diga Europa sin discusión


Los eurodiputados españoles votan unánimes una merma de nuestra soberanía
En nuestro Parlamento estamos viendo que los diputados no se llevan precisamente bien. Las sesiones de investidura del jefe del gobierno han mostrado  sus discrepancias, odios, diferencias y enemistades y en el salón de sesiones hemos visto de todo.
Pero es seguro que poca gente se habrá enterado de que en el parlamento europeo, nuestros eurodiputados votaron favorable y unánimemente el informe presentado por  Sophie in 't Veld,  Vicepresidenta del Grupo ALDE, formado por liberales y demócratas, que resultó aprobado por 405 votos a favor, 171 en contra y 39 abstenciones.
Este informe pretende que, desde Bruselas, pueda imponerse a todos los países de la UE una misma política respecto a determinados derechos que estima fundamentales, lo cual implica una merma de la soberanía nacional, nada acorde con el principio de subsidiariedad del art. 51 de la carta de Derechos Fundamentales, ni con  el principio de unanimidad exigido por los tratados constituyentes de la Unión Europea.
¿El objetivo? Sancionar a las personas, partidos y países que no cumplan los estándares democráticos que desde allí se marcan respecto a la ideología de género, derechos del colectivo LGTB, matrimonio homosexual y aborto, cuestiones que han acogido con entusiasmo.
Quieren los promotores de este informe “meter en cintura”  a Polonia y Hungría que se oponen a autorizar el matrimonio homosexual o ampliar el aborto, para lo cual necesitan reducir su soberanía y anular el poder de sus propios tribunales.
La aprobación del informe In’t Veld es una mala noticia, aunque está redactado astutamente presentándolo como  medio de defender los derechos de todos los europeos al imponer unas leyes homogéneas, aunque el problema es que con ello están forzando la conciencia de las personas y la cultura de los pueblos.
Lo mismo que desde Bruselas se ha logrado el sometimiento de todos a sus reglas económicas, piensan que también podrán someternos a sus “reglas morales” y lo peor es que lo están consiguiendo. De hecho nuestros políticos y los medios de comunicación tratan con profusión de las cuestiones económicas y presupuestarias pero pasan de largo sobre todo lo demás.
Nuestros eurodiputados de todos los colores han asumido sin problema este informe, seguramente para demostrar que a modernos y avanzados no les gana nadie y les trae sin cuidado lo que podamos pensar los españoles a quienes nadie les ha explicado la transcendencia de aceptar esta merma de soberanía y el sometimiento a los tribunales europeos de nuestras normas de convivencia.
La Unión Europea, lo mismo que la ONU, están empeñadas en redefinir nuestros códigos culturales y morales, aunque en esta ofensiva esté naufragando la institución familiar, se separe la sexualidad de la procreación, la natalidad se hunda y terminemoss invadidos por otros pueblos que impondrán otra cultura diferente.
Mientras tanto andaremos felicitándonos por haber conseguido superar la biología por la técnica, cambiar de sexo o eliminar los niños en gestación si nos estorban, al mismo tiempo que fabricamos otros por encargo en vientres de alquiler, o en probetas como imaginó Huxley en su mundo feliz.
En mi opinión todo esto es más importante que las exigencias presupuestarias de Bruselas pero me temo que nadie hará el menor caso y nuestros eurodiputados seguirán aprobando unánimes lo que les presenten en Bruselas envuelto en modernidad y se invoquen los “nuevos derechos humanos”.
Francisco Rodríguez Barragán

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Eso de la reforma de la Constitución


Ningún político querrá una reforma que pueda suprimirlo
Se está hablando mucho, quizás demasiado, de reformar nuestra Constitución aunque los partidos políticos no tienen nada claro lo que quieren modificar salvo los populistas que lo que desean es deslegitimarla y abrir un nuevo periodo constituyente. Su programa es sobre todo destruir pues saben bien que solo pueden crecer en situaciones de crisis y dificultades capitalizando el odio y el descontento.
Por mi parte pienso que más que una reforma nuestra Constitución lo que necesita es una poda a fondo, eliminar todo el título VIII y terminar de una vez con el estado de las autonomías que solo nos está trayendo gastos y problemas.
Pero es imposible que nuestros políticos se decidan a terminar con las autonomías, pues son  el gran pesebre en el que se alimentan y además en un país troceado es más fácil asaltar el poder pedazo a pedazo. El estado autonómico no facilita la igualdad de todos los españoles sino que introduce diferencias hirientes e insalvables.
Los que hicieron posible transición  creyeron, equivocadamente, que con el reconocimiento de regiones históricas, fueros añejos e identidades más o menos inventadas se iban a conjurar los viejos demonios separatistas. No fue así sino que se estimuló el apetito secesionista.
Aquello de alcanzar la autonomía a dos velocidades que preveía el texto constitucional se vino abajo con el referéndum andaluz y la solución salomónica de Suarez de “café para todos”. ¿Cómo podía hablarse de la unidad de España con comunidades autónomas de tan variados tamaños?
Las comunidades con veleidades independentistas se encontraron en la rentable posición de ser partidos bisagra y prestar sus votos a uno u otro de los partidos mayoritarios, cobrándolos a precio de oro con cargo al resto del país.
La aparición de nuevos partidos de ámbito nacional ha dejado inservible el invento, como hemos podido comprobar. Han llegado al poder en varias comunidades y ayuntamientos extrañas coaliciones que no parece que estén representando ningún avance en la gobernabilidad del país sino, a mi parecer, todo lo contrario.
La crisis, de la que tanto se habla, no es más que el resultado de vivir por encima de nuestras posibilidades. El gobierno cree que puede resolverlo todo con reformas económicas pero sin abordar la necesidad de gastar menos, de adelgazar la gigantesca administración que padecemos, al parecer intocable.
¿Son necesarios 350 parlamentarios en el congreso? ¿Sirve para algo el Senado? ¿No hay demasiados parlamentos autonómicos llenos de gente que cobra? ¿No sería más barato que nos gobernara un estado central?
Pensar que nuestros políticos van a hacer nada de esto es pura fantasía, aunque podemos despertarnos de golpe cuando se compruebe que estamos en quiebra, que hay demasiadas inversiones no rentables  que estamos pagando entre todos, desde líneas de alta velocidad, autopistas radiales, aeropuertos o universidades, teatros y polideportivos en cada pueblo que, en muchos casos apenas se usan, pero si los del pueblo de al lado lo han conseguido nosotros nos vamos a ser menos, si las otras comunidades autónomas tienen esto o lo otro, pues eso, que no vamos a ser menos y así todo.
Seguramente habrá quien piense lo mismo que yo, pero me temo que los políticos no están por la labor.
Francisco Rodríguez Barragán
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Deseos de felicidad


Creer en la Navidad es algo más que intercambiar frases hechas
Como cada año, ha llegado el tiempo de Navidad en el que unos a otros nos deseamos felicidades, aunque realmente no tenemos nada claro qué sea la tal felicidad. ¿Acaso comer hasta hartarnos buenas viandas y vinos de solera? Las felicidades al uso son efímeras, pronto pasan y seguimos con nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nuestros miedos. ¿Qué pasará mañana? ¿Conseguiré un trabajo? ¿Perderé el que ahora tengo? ¿Qué pensión me quedará cuando me jubile?
Pienso que la felicidad no está al alcance de nuestras manos, de nuestros deseos. Y todo esto ¿qué tiene que  ver con ese Niño Jesús nacido hace dos mil años? ¿Quién es ese Jesús de Nazaret para cada uno de nosotros?
El nacimiento de este Niño inauguró un tiempo nuevo en el mundo y hasta contamos los años antes y después de aquel suceso, ocurrido cuando un decreto del emperador Augusto ordenó hacer un censo del mundo entero y cada familia tuvo que ir a la ciudad de su estirpe, en este caso Belén y allí nació Jesús, en un establo por no tener sitio en la posada, como nos cuenta el evangelio.
Cuando tenía unos treinta años, este Jesús de Nazaret comenzó a predicar a la gente y habló de la felicidad y llamó felices, dichosos, bienaventurados a los pobres, a los que lloran, a los mansos, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los limpios de corazón, a los pacíficos, a los perseguidos y añadió: bienaventurados cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa, alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Todo esto no cuadra con las apetencias y deseos de la gente que, en su mayoría, tampoco cree en el cielo, ni en una vida más allá de la muerte en la que podamos gozar de Dios por toda la eternidad, sino que más allá de la muerte no hay nada.
¿Pero y si hay? Predicar el reino de los cielos llevó a Jesús a la muerte y una muerte horrible que le infligieron los que estaban seguros de saberlo todo y de conocer la Ley. También ahora muchos están seguros de la ciencia, de la política, del placer, del poder, de lo listos que son, y se repiten aquello de comamos y bebamos, que mañana moriremos.
Este Jesús cuyo nacimiento parece que celebramos, y digo parece porque no estoy muy seguro de que lo estemos tomando en serio, también habló del amor al prójimo, incluso al enemigo, como algo ineludible para llegar al reino, a la vida eterna y que amar significa compartir y significa perdonar y hacerlo de verdad. No creo que su mandamiento fuera dar algo para los pobres y ya está y eso de amar a los enemigos ¿cómo se hace?
Después de haber sido ajusticiado y enterrado el evangelio nos dice que resucitó, que volvió a la vida y antes de subir al cielo se apareció a sus seguidores y les encargó que fueran a predicar al mundo entero su mensaje, la buena noticia de que Dios nos ama, de que solo El es el camino, la verdad y la vida para que el reino de los cielos venga a nosotros.
La Navidad es la promesa de una felicidad en la que no nos atrevemos a creer, pero podemos pedir a Dios el don de la fe para intentarlo.
Francisco Rodríguez Barragán
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Cuenta anual de resultados


Al acabar el año todos deberíamos revisar nuestra vida, pues no tenemos otra
Cuando el año se acaba desde la alta administración a la más pequeña empresa se afanan por establecer su cuenta de resultados, más cuando por ley se exige transparencia en la gestión, aunque dudo que ello pueda terminar con las viejas lacras del derroche, la mala administración o la corrupción.
Pienso que la cuenta de resultados también podría tratar de establecerla cada uno de nosotros respecto a su vida. Aunque pensemos que  “mi vida es mía y no tengo que dar cuentas a nadie” habremos de reconocer que no tenemos nada que no hayamos recibido, empezando por la vida misma cuyos días pasan aprisa y vuelan sin que podamos detenerlos, sin que podamos disfrutarlos sin inquietudes ni sobresaltos.
También hemos recibido la suficiente inteligencia, al menos nadie se considera tonto, aunque reconozcamos que hay otros con más o menos conocimientos que cada uno de nosotros, lo mismo que hay otros más ricos o más guapos, más pobres o más desgraciados.
Podríamos estudiar para nuestra cuenta personal de resultados si durante el año que termina nuestra vida ha sido positiva o negativa, si hemos crecido como personas, si hemos conseguido establecer mejores vínculos con nuestros prójimos, si hemos colaborado activamente en la construcción de un mundo más humano, más fraterno, más justo.
Quizás hemos envidiado a los que son o tienen más que nosotros, lo cual habrá amargado tontamente nuestra vida. Tener cosas no es malo, pero hay que usarlas teniendo claro de que habrán de quedarse aquí cuando termine nuestra aventura vital. Detrás del coche fúnebre que nos conduzca al cementerio no va a ir ningún camión de mudanzas con nuestras pertenencias. Llegamos a la vida desnudos y desnudos nos iremos de ella.
Nos desean que el año próximo seamos felices aunque no sabemos en que consista tal felicidad. ¿Ganar dinero? ¿Conservar la salud? ¿Tener éxito en nuestras relaciones sociales y familiares? Seremos cada uno de nosotros quien tendrá que ir construyendo su vida día a día, trenzando los lazos que nos unen a los demás o podemos optar por encerrarnos en nuestro propio egoísmo viendo en los demás competidores a los que vencer y despojar. La decisión es nuestra, de cada uno.
También podemos optar por encerrarnos en la abulia, el desinterés, el pesimismo y desde un sordo resentimiento, reclamar que el estado resuelva todos nuestros problemas. Quizás es lo que hemos hecho en el año que termina y lo que pensamos hacer en el próximo. Solo nos ha sido dada una vida y podemos estropearla para siempre. Parece lógico que quien nos la dio nos pida cuentas de lo que hemos hecho con ella.
Si pensamos que nadie nos pedirá cuentas de nuestra vida y que con la muerte volvemos a la nada, todo sería un absurdo incomprensible. La parábola de Jesús que cuenta el evangelio de Mateo sobre el señor que repartió diversos talentos entre sus siervos y al cabo del tiempo les pidió cuentas y aquellos que habían hecho fructificar lo que recibieron fueron premiados pero el que no lo hizo resultó condenado, debemos tenerla en cuenta.
Un nuevo año puede ser una nueva oportunidad de poner en juego los talentos que hemos recibido que no podemos desaprovechar.
Francisco Rodríguez Barragán
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¿Cómo vivir el presente?

Entre el pasado que ya no existe y el futuro que no ha llegado ¿qué es el presente?
Cada vez que pasamos de un año a otro me pongo a pensar de forma casi obsesiva en el tiempo, algo de lo que todos hablamos pero del que sabemos poco. El tiempo es como una delgada línea que separa el pasado que ya no existe y el futuro que está por llegar y que tampoco existe. Solo existe un presente evanescente que antes de darnos cuenta ya es pasado.
Vivimos en un presente que apenas conocemos, que no conseguimos aferrar. Nuestra vida es más bien el pasado que retenemos en nuestra memoria con mayor o menor fidelidad y también es futuro, el futuro que puede preocuparnos hasta quitarnos el sueño, aunque muy a menudo llegará a nuestro presente de otra forma, de otra manera a como lo imaginábamos, temíamos o esperábamos.
Nuestra vida no es otra cosa que tiempo que corre y se desvanece, llegan nuevas situaciones, nuevas personas, nuevos acontecimientos y seguimos tejiendo al filo de nuestro presente nuestro futuro.
Vivir nuestro pasado de recuerdos, compromisos, aciertos y errores acumulados en nuestra memoria, quizás pueda servirnos para vivir mejor nuestro presente, siempre fugaz y para imaginar un futuro que ignoramos si llegaremos a vivir.
Tratar de adivinar el futuro no está bien visto, parece cosa de brujas, arcano y misterioso, pero conocer el pasado nos parece a muchos necesario y valioso. El pasado en sentido amplio es la historia que, a pesar de su importancia, no es más que un aspecto de lo que ocurrió hace poco o hace mucho, historia es el resumen de los acontecimientos del año pasado y también los relatos de cosas antiguas, de guerras, que unos ganaron y otros perdieron hace siglos, que unos investigaron para contárnosla y otros nos la contaron porque la vivieron.
Pero en estas historias que leemos o estudiamos pocas veces está presente la gente corriente, la que ama, trabaja, sufre, muere y es olvidada para siempre. Una historia total de lo vivieron todas las personas sería como un gigantesco puzle, imposible de componer.
Los historiadores de la economía analizarán y escribirán sobre los datos de un año, de un siglo, de un periodo concreto que es posible nos aporte alguna luz para entender  nuestro presente por parte de aquellos que les interese.
Otros nos contarán las ideologías que desplegaron sus respuestas totalizadoras frente a los problemas de una época que quizás siga siendo la nuestra, pero a buen seguro que otros nos contarán otras diferente, incluso opuestas, todas nacieron en el pasado y siguen influyendo en nuestro presente, sin que sepamos claramente lo que unas y otras significan en la vida diaria.
También podemos conocer de alguna manera nuestro pasado repasando los medios de comunicación a nuestro alcance y comprobaremos que cada medio trata de forma diferente los hechos ocurridos, no solo en tiempos antiguos, sino en el pasado inmediato y así podemos elegir el que cuadre mejor con nuestras ideas o prejuicios.
El propósito de poner la máxima atención a lo que ocurra en el año que comenzamos para entenderlo, seguramente no pasará de propósito, pero quizás sería útil intentarlo.
Vivir intensamente el presente que nos toque cada día solo es posible si buscamos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Ya sé que puede resultar fatigosa esta búsqueda, pero habremos vivido con intensidad, sin dejarnos seducir por opiniones ajenas e interesadas.
Feliz 2017
Francisco Rodríguez Barragán   
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El mundo mejor en que soñaba


Cuando era joven pensaba que marchábamos hacia un mundo mejor, que progresábamos de forma imparable, que el futuro nos esperaba cargado de hermosas realidades. Poco a poco mis convicciones se fueron debilitando, no íbamos uniformemente a mejor y si bien había cosas que progresaban otras más bien retrocedían. Hoy estoy bastante perplejo y desorientado, sin duda a causa de la edad.
Esperaba que el mundo fuera mejorando en cultura, respeto mutuo, justicia, oportunidades de vida, salud y bienestar. Las nuevas generaciones tendrían asegurada su educación y con ella un puesto de trabajo digno, pero no ha sido así. El abandono de los estudios es más que numeroso y la posesión de un título no garantiza nada.
Pensaba que el modelo productivo sería cada vez más eficiente y en efecto así ha ocurrido, gracias a los avances tecnológicos imparables. Pero el modelo no ha dejado de estar sujeto a crisis periódicas que han repercutido siempre en los mismos. La mano milagrosa de los mercados en un mundo globalizado no funciona a mi parecer.
Las ideas marxistas pensé que habían sido borradas de nuestro mundo, pero a un siglo de la revolución rusa, continúan funcionando regímenes comunistas como el de Cuba, Venezuela o Corea, que tratan de exportar revoluciones a toda América del Sur, Europa y también España. Si el bloque soviético se vino abajo, buscan usar el “camino largo” que caviló Gramsci, que consiste en copar la educación de la juventud para acabar con todas las estructuras sociales, especialmente la familia y la religión y esta tarea de zapa la veo muy avanzada, aunque no me lo imaginé.
Recuerdo cuando comenzó a gestarse una nueva Europa en la mente de unas personas tan valiosas como Schuman, Adenaur, De Gasperi. Paso a paso, lentamente fue tomando forma y los españoles suspirábamos por estar excluidos de participar en aquella ilusionante aventura. Luego vinieron las prisas, entramos en la Unión Europea que se convirtió rápidamente una gigantesca estructura de poder que no solo se dedica a organizar los mercados y la economía, sino a imponernos sus decisiones sobre ideología de género, aborto, homosexualidad o movimientos migratorios. Esta no es la Europa en la que yo soñaba hace medio siglo.
España no solo estuvo excluida de la construcción de Europa sino también de formar parte de la Organización de las Naciones Unidas, hasta que por fin entramos. Era el futuro estupendo que yo pensaba. Pero pronto me fui desilusionando al ver que aquello es también un gigantesco tinglado que no sirve para nada, salvo para difundir políticas antinatalistas y el llamado Nuevo Orden Mundial que la ha tomado con la ideología de género que propugna que el sexo es una decisión personal, independientemente de la biología y hasta nuestros gobernantes le hacen respetuosamente caso y nos la imponen.
No pensé nunca cuando joven que los musulmanes pudieran complicarnos la vida y ahí tenemos cada día a los terroristas haciendo atentados, n i leer ayer en mi periódico local que el máximo responsable de Al Qaeda ordena atacar a España y empezar por arrebatarle Ceuta y Melilla y seguir con Al-Andalus. No hay que esperar que la ONU haga nada.
Creo que los que me lean comprenderán que mi fe en un mundo mejor se haya venido abajo.
Francisco Rodríguez Barragán
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Fillon y la derecha francesa


No sé si hay católicos hoy en la derecha española
La derecha francesa ha elegido a Fillon para las próximas elecciones lo cual me reconforta pues se trata de un católico que no esconde su fe, que le ha llevado a defender la vida, la familia o las raíces cristianas de Europa, en una sociedad tan plural y secularizada como la francesa. Si se presenta a las elecciones será porque entiende que tiene algo que aportar.
Lamento que en la derecha española, nadie se reconozca públicamente como católico. Su catolicismo no puede darse por supuesto cuando no vemos por ningún lado que defiendan la vida, ni la familia, dedicados en cuerpo y alma a la economía. Por el contrario, son tan favorables como la izquierda a la imposición de la ideología de género a través de la educación desde la infancia, la consideración del sexo como decisión personal, al margen de la biología,  la aceptación del aborto y las leyes para sancionar a quienes expresen su oposición a todo ello.
Cuando el manoseado estado de bienestar toma bajo su batuta el derecho a la educación, se erige en único agente transmisor de su propia ideología, por encima de los padres y las familias. Desconectado de sus raíces el sujeto no es más libre sino más fácilmente manipulable. La revolución proletaria fracasó pero la revolución educativa que soñara Gramsci se está desarrollando ante nuestros ojos. Seguramente la reforma de la que ahora se habla, no abordará, por desgracia, ningún rearme moral de las nuevas generaciones, ni la exigencia de mérito y capacidad ni la búsqueda apasionada de la excelencia. ¡Ojalá me equivoque!
A veces me pregunto qué es ser católico aquí y ahora. Por un lado noto que se nos va expulsando de la vida pública ya que con facilidad se nos puede señalar como “ultraderecha”, como enemigos del progreso y de la implantación de los “nuevos derechos” que se cocinan en el Nuevo Orden Mundial que patrocina la ONU y la UE, con los que efectivamente estoy en desacuerdo.
Ser católico de procesión y romería se lleva bastante, ¡hasta por los políticos! Y la Iglesia, como tal, recibe parabienes y buenas palabras por su tarea asistencial, aunque las tareas asistenciales también las realicen otras administraciones, seguramente de forma insuficiente en estos tiempos de crisis. Los que sean tan viejos como yo quizás recuerden la organización humanitaria Auxilio Social que fundara Mercedes Sanz-Bachiller.
No solo la Iglesia sino muchas organizaciones filantrópicas realizan tareas asistenciales con eficacia, pero habría que advertir que solo la Iglesia es la que está llamada a realizar una labor evangelizadora a través de los cristianos, cada cual en su ambiente de familia, de barrio, de profesión o de parroquia, lo que a mi juicio no se hace o no se hace en la medida que sería necesario.
Es indudable que la difusión de los valores del evangelio choca frontalmente con muchas de las ideologías que se ofrecen desde la política, de aquí la importancia de lo que pueda representar Fillon y la derecha francesa en la escena política donde hay que respetar y convivir  con un variado pluralismo en el que pienso que los católicos podemos aportar bastante, siempre que se nos deje.
En España  ¿hay cristianos en la derecha dispuestos a actuar defendiendo sus convicciones y sin pretender imponerlas a los demás?
Francisco Rodríguez Barragán 

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El trabajo dignifica, el limosneo ¡no!


Hay que buscar la forma de distribuir el trabajo y la riqueza
Por fin ya ha empezado a hablarse de cuestiones laborales, de salario mínimo, de reformar una vez más las leyes, de negociación colectiva y del sistema de pensiones. Como la esperanza es lo último que se pierde, esperemos que los resultados sean beneficiosos para el conjunto de los españoles.
El trabajo asalariado sigue siendo una mercancía más en el ciclo productivo, sujeta al mecanismo de oferta y demanda, agravado ahora, como no puede ser menos, en un mercado globalizado.
Por mi edad recuerdo otros tiempos en que se hablaba del salario familiar no solo desde la Iglesia, sino desde variadas leyes y medidas, reducidas hoy a casi nada. Para el sistema, que existan o no las familias, que tengan hijos o no, carece de importancia.
En la abundancia de datos estadísticos que se nos ofrecen no he encontrado, quizás porque no he sabido buscarlo, si los hogares en que entran dos sueldos aumentan o disminuyen, pues creo que en gran parte de la clase de media, los dos miembros del matrimonio, o la pareja, trabajan y aportan ingresos por sueldos, salarios o ejercicio profesional.
Nos alarman con el número de hogares en los que no entra ningún sueldo y el de las personas que viven en la pobreza y el riesgo de exclusión social, pero cada vez se adquieren más automóviles, se viaja por todo el mundo y, según dicen aumenta el PIB, cuyo cálculo  no es algo que cualquiera pueda comprobar.
Quizás sería bueno peguntarse si el aumento de riqueza se puede repartir mejor para, de alguna manera,  evitar la brecha creciente entre los que ganan más y los que ganan menos o no ganan nada.
Si se pretende resolver la cuestión con subsidios me parece que no puede ser la solución. El trabajo dignifica a la persona el limosneo no. Si no se encuentra algún modo de repartir trabajo y riqueza irá aumentando el número de vagos y el de resentidos, dispuestos a nutrir las filas de populistas y anti-sistema.
También está en el candelero el problema de la educación, que quizás sea la clave de todos los demás, aunque pienso que en sentido opuesto al que parecen apuntarse. Siempre se reclamó  la igualdad de oportunidades ¡pero de entrada, no de salida! Se ha devaluado tanto la educación que un título universitario sirve de bastante poco para encontrar trabajo.
Repensar la educación como transmisión de conocimientos y valores, adecuarla a las necesidades de la sociedad, premiar el esfuerzo y el mérito, abrir nuevos caminos profesionales, etc. El profesor José Antonio Marina esbozó una posible reforma ¿se ha abandonado?
Si las reivindicaciones estudiantiles son suprimir los exámenes y que les faciliten el botellón semanal, mal vamos. Si las instituciones académicas, más allá de reclamar dinero, están dispuestas a someterse  a un proceso de evaluación de resultados, terminan con las endogamias  y la politización, podría esperarse algún arreglo y si los docentes, desde la escuela infantil a la universidad, fueran los mejores, es seguro de que muchos de nuestros problemas llegarían a resolverse.
Francisco Rodríguez Barragán
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El Nuevo Orden Mundial y el reino de Dios


No hay que dejarse seducir por los engaños del Nuevo Orden Mundial
Desde diversas instancias nos amenaza un Nuevo Orden Mundial (NOM) basado en la ideología de género, los “nuevos derechos” o la agenda LGBT. Tanto la ONU y sus diversos tinglados, conferencias, programas  y objetivos a imponer a todo el mundo, como la Unión Europea y hasta nuestras entidades autónomas, siguen tratando de imponer y educar a las nuevas generaciones en una sexualidad malsana, incluido el aborto o el cambio de sexo, persiguiendo y reprimiendo a cualquiera que ose mostrar su rechazo a tales cosas.
Cada vez que los hombres, creyéndose autosuficientes, han decido organizar el mundo, no han dejado de traernos desgracias. Pensemos en la revolución francesa y las guerras napoleónicas para instaurar por las bravas los principios revolucionarios. Los resultados fueron muertos y desastres, luego llegaron a pactos y componendas pero ¿sirvió todo aquello  a los que cayeron? La mano invisible del liberalismo ¿consiguió un mundo sin pobres, sin mendigos? La dictadura del proletariado ¿no se convirtió en el espanto del gulag?
Para ordenar el mundo los vencedores se repartieron África. Para hacer un mundo de superhombres los nazis asesinaron a millones de personas y Mao hizo la larga marcha y Pol-Pot, y tantos otros mataron y sometieron a millones de hombres. Para ordenar el mundo loa americanos dejaron en manos de Stalin muchos pueblos que fueron salvajemente tratados…
Ahora quieren embaucarnos con otro Nuevo Orden Mundial, ¡cuidado con sus mentiras! No sobran personas en el mundo, ni es seguro que haya un calentamiento global, ni podemos cambiar la realidad de los sexos a voluntad, ni la globalización es ninguna panacea para resolver los problemas del mundo.
Hoy cuando escribo, es para los cristianos la fiesta de Cristo Rey del Universo, pero del que no hacemos ningún caso a pesar de que todo lo que existe es obra de sus manos. La maravilla del cosmos no es el resultado de una mera casualidad, de una gran explosión sino de una inteligencia poderosa y creadora a quienes llamamos Dios y nuestra vida, la de cada uno de nosotros, está en sus manos y no se acaba con la muerte. Si todo acabara con la muerte ¿a qué tanto esfuerzo?
Pero las viejas palabras de Satanás siguen llegando a nuestros oídos: seréis como dioses, conocedores del bien y del mal, nos dijo: sois libres y en realidad hemos resultado ¡esclavos de tantas cosas!
Los cristianos confesamos que el reinado de Cristo es un reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Este reino está al alcance de nuestras manos si buscamos honestamente la verdad y respetamos la vida desde la concepción hasta la muerte natural. La santidad y la gracia nos la ofrece a raudales desde la cruz Jesucristo, solo hace falta que la recibamos con las manos abiertas, pues si las tenemos ocupadas en aferrar las cosas que pasan, los bienes de este mundo, será imposible.
La justicia, el amor y la paz son las grandes realidades que nos ofrece el reino de Dios. ¿Quién se decide a buscar la justicia sin desfallecer? ¿Quién se apunta a construir un mundo más humano, más fraterno, donde todo dolor sea compartido, donde cada cual sienta como propias las dolencias del hermano?
Frente a tanto embuste, tanta quimera, el reinado de Cristo puede llegar hasta nosotros, basta con que abramos nuestro corazón a la esperanza.
Francisco Rodríguez Barragán
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Hay una crisis más grave que la económica


Cuando la sociedad enferma de envejecimiento no hay recuperación posible.
Cada vez que se produce una crisis económica los políticos se apresuran a tomar las medidas necesarias para superarla, pero cuando se produce una crisis social de largo alcance ningún político se da por enterado.
Venimos padeciendo una grave crisis social, al menos desde la revuelta de  mayo del 68, que se ha ido agravando con la introducción de medidas y experimentos suicidas. Me refiero a las células que forman la sociedad, las familias, que han sido sistemáticamente destruidas en su naturaleza y funciones.
La familia era la encargada de mantener la continuidad misma de la sociedad como transmisora de la vida y de las pautas de comportamiento. Los datos de población ponen de manifiesto el hundimiento de las tasas de nupcialidad y de la natalidad y nuestro acelerado envejecimiento. De las enfermedades se puede salir, de la vejez nunca. Somos una sociedad, una civilización, que se está suicidando sin darse ni cuenta.
Los políticos no hacen nada. Habrán podido comprobar que lo único que consideran importante es la economía. Ni se les ocurre crear un ministerio que defienda la familia, pero ellos, a través de sucesivos gobiernos, son los responsables del desastre al haber ido introduciendo, sin pausa, medidas nocivas y perjudiciales para la estabilidad de la familia, la transmisión de la vida y la educación de las nuevas generaciones, envuelto todo ello con la engañosa envoltura de la modernidad y los “nuevos derechos”.
El manoseado estado del bienestar además de establecer el derecho a la sanidad y a la educación para todos, ha incluido también el derecho a una sexualidad libre y un control de la natalidad que va desde los anticonceptivos al aborto, educando para ello a las niñas desde los diez años con el embuste de conseguir la salud sexual y reproductiva.
No se defiende el papel de la familia, pero todas las administraciones, desde las internacionales a las autonómicas, están preocupadísimas por la defensa de los derechos del colectivo LGTB y la bandera del arco iris, con leyes que, cuando menos, resultan sorprendentes, pues puedes ser delatado, acusado, juzgado y condenado por homofobia, con inversión de la carga de la prueba como en los tiempos de la inquisición.
Aunque la Constitución consagre que el estado es aconfesional y que los ciudadanos gozan de libertad de opinión, ahora resulta que el estado es extrañamente confesional respecto a la ideología de género y los ciudadanos obligados a profesarla.
Podemos opinar a favor o en contra de la reforma laboral, de la imposición fiscal o del sistema de pensiones,  pero es peligroso opinar acerca de las leyes relacionadas con la llamada defensa del colectivo LGTB, como si no fuera suficie
nte defensa para este colectivo el principio general de que nadie podrá ser discriminado en razón de su sexo, o de su orientación sexual.
Seguramente es que no se trata de luchar contra la discriminación,  sino de imponer una ideología concreta en materia de sexualidad en detrimento de la libertad de quienes no comparten esta ideología por entender que agrava la situación de crisis que vive nuestra sociedad.
Francisco Rodríguez Barragán
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Reflexiones de un ignorante sobre economía y globalización


Dicen que hemos salido de la crisis pero muchos se han hundido en ella
He escuchado en la radio que en China una fábrica de móviles de una famosa marca ha despedido a 50.000 trabajadores en razón a que las tareas que realizaban serán efectuadas por robots.
He recordado haber leído sobre los disturbios que se produjeron en el Reino Unido por parte de los tejedores que perdieron su empleo por la introducción de máquinas de vapor. Naturalmente las nuevas máquinas funcionaron satisfactoriamente para los dueños de las fábricas. Pasados unos años el gobierno anunció que el paro había disminuido, pero sin duda un determinado número de tejedores no llegarían a encontrar un nuevo empleo y sufrirían las consecuencias, sin que ello importara demasiado a la economía.
En nuestra época globalizada se produce la deslocalización de empresas que se trasladan a otros países cuyos salarios y derechos laborales son mucho más bajos. Las empresas consiguen una mayor competitividad en los mercados pero los trabajadores que perdieron su empleo cobrarían las correspondientes indemnizaciones y subsidios pero, posiblemente, empeoró su situación social al no encontrar nuevos trabajos equivalentes.
Nos han contado que la globalización esté beneficiando a los países pobres cuyas economías han crecido notablemente. Lo que no sabemos es si el crecimiento económico de estos países ha beneficiado a los trabajadores de forma correlativa o si solo ha beneficiado a sus empresas, si los trabajadores han conseguido aumentar sus derechos laborales o siguen con jornadas de trabajo agotadoras y sin organizaciones sindicales que los defiendan.
Invito a mis amigos a leer las etiquetas que llevan las prendas que compramos y vean que están fabricadas en China o en cualquier otro país asiático, aunque luego se vendan en nuestros comercios. Podemos preguntarnos la razón de que tales prendas no se fabriquen en cualquier lugar de España, que tiene dos millones de personas en paro. Seguramente los sueldos que habrían de pagar a los españoles no permitirían ofrecer tales productos a precios competitivos.
¿Tendrá este desbarajuste algún arreglo? Los economistas me aburren con sus altisonantes palabras y sus series de porcentajes de todo lo habido o por haber, pero no me ofrecen soluciones que beneficien a nuestros trabajadores y a los trabajadores de los países pobres, solo contabilizan como éxito el aumento de ganancia de las empresas. ¡Oh, los mercados y sus misterios!
Pienso que esta situación es el caldo de cultivo de los populismos que proponen utopías disparatadas o soluciones imposibles. Ni el liberalismo económico ni el socialismo y mucho menos el comunismo han conseguido resolver los problemas que plantean las crisis que se repiten una vez y otra y que siempre sufren los mismos.
El invento del estado de bienestar, en el que un Estado paternalista dice que nos cuida desde la cuna a la tumba, ha funcionado aceptablemente en las épocas prósperas pero ha entrado en crisis por la caída de la natalidad y el envejecimiento imparable. Pero de esto se habla poco o nada y un gobierno auto-satisfecho nos repite a todas horas que hemos conseguido salir de la crisis y que en unos pocos años llegaremos al pleno empleo. Pero quizás crecerá más deprisa el número de jubilados que el de empleados. Ya veremos si el pacto de Toledo es capaz de alguna idea luminosa.
Francisco Rodríguez Barragán
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Acatar lo que diga Europa sin discusión


Los eurodiputados españoles votan unánimes una merma de nuestra soberanía
En nuestro Parlamento estamos viendo que los diputados no se llevan precisamente bien. Las sesiones de investidura del jefe del gobierno han mostrado  sus discrepancias, odios, diferencias y enemistades y en el salón de sesiones hemos visto de todo.
Pero es seguro que poca gente se habrá enterado de que en el parlamento europeo, nuestros eurodiputados votaron favorable y unánimemente el informe presentado por  Sophie in 't Veld,  Vicepresidenta del Grupo ALDE, formado por liberales y demócratas, que resultó aprobado por 405 votos a favor, 171 en contra y 39 abstenciones.
Este informe pretende que, desde Bruselas, pueda imponerse a todos los países de la UE una misma política respecto a determinados derechos que estima fundamentales, lo cual implica una merma de la soberanía nacional, nada acorde con el principio de subsidiariedad del art. 51 de la carta de Derechos Fundamentales, ni con  el principio de unanimidad exigido por los tratados constituyentes de la Unión Europea.
¿El objetivo? Sancionar a las personas, partidos y países que no cumplan los estándares democráticos que desde allí se marcan respecto a la ideología de género, derechos del colectivo LGTB, matrimonio homosexual y aborto, cuestiones que han acogido con entusiasmo.
Quieren los promotores de este informe “meter en cintura”  a Polonia y Hungría que se oponen a autorizar el matrimonio homosexual o ampliar el aborto, para lo cual necesitan reducir su soberanía y anular el poder de sus propios tribunales.
La aprobación del informe In’t Veld es una mala noticia, aunque está redactado astutamente presentándolo como  medio de defender los derechos de todos los europeos al imponer unas leyes homogéneas, aunque el problema es que con ello están forzando la conciencia de las personas y la cultura de los pueblos.
Lo mismo que desde Bruselas se ha logrado el sometimiento de todos a sus reglas económicas, piensan que también podrán someternos a sus “reglas morales” y lo peor es que lo están consiguiendo. De hecho nuestros políticos y los medios de comunicación tratan con profusión de las cuestiones económicas y presupuestarias pero pasan de largo sobre todo lo demás.
Nuestros eurodiputados de todos los colores han asumido sin problema este informe, seguramente para demostrar que a modernos y avanzados no les gana nadie y les trae sin cuidado lo que podamos pensar los españoles a quienes nadie les ha explicado la transcendencia de aceptar esta merma de soberanía y el sometimiento a los tribunales europeos de nuestras normas de convivencia.
La Unión Europea, lo mismo que la ONU, están empeñadas en redefinir nuestros códigos culturales y morales, aunque en esta ofensiva esté naufragando la institución familiar, se separe la sexualidad de la procreación, la natalidad se hunda y terminemoss invadidos por otros pueblos que impondrán otra cultura diferente.
Mientras tanto andaremos felicitándonos por haber conseguido superar la biología por la técnica, cambiar de sexo o eliminar los niños en gestación si nos estorban, al mismo tiempo que fabricamos otros por encargo en vientres de alquiler, o en probetas como imaginó Huxley en su mundo feliz.
En mi opinión todo esto es más importante que las exigencias presupuestarias de Bruselas pero me temo que nadie hará el menor caso y nuestros eurodiputados seguirán aprobando unánimes lo que les presenten en Bruselas envuelto en modernidad y se invoquen los “nuevos derechos humanos”.
Francisco Rodríguez Barragán

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