El mundo mejor en que soñaba
Cuando era joven pensaba que marchábamos hacia un mundo
mejor, que progresábamos de forma imparable, que el futuro nos esperaba cargado
de hermosas realidades. Poco a poco mis convicciones se fueron debilitando, no
íbamos uniformemente a mejor y si bien había cosas que progresaban otras más
bien retrocedían. Hoy estoy bastante perplejo y desorientado, sin duda a causa
de la edad.
Esperaba que el mundo fuera mejorando en cultura, respeto
mutuo, justicia, oportunidades de vida, salud y bienestar. Las nuevas
generaciones tendrían asegurada su educación y con ella un puesto de trabajo
digno, pero no ha sido así. El abandono de los estudios es más que numeroso y
la posesión de un título no garantiza nada.
Pensaba que el modelo productivo sería cada vez más
eficiente y en efecto así ha ocurrido, gracias a los avances tecnológicos
imparables. Pero el modelo no ha dejado de estar sujeto a crisis periódicas que
han repercutido siempre en los mismos. La mano milagrosa de los mercados en un
mundo globalizado no funciona a mi parecer.
Las ideas marxistas pensé que habían sido borradas de
nuestro mundo, pero a un siglo de la revolución rusa, continúan funcionando
regímenes comunistas como el de Cuba, Venezuela o Corea, que tratan de exportar
revoluciones a toda América del Sur, Europa y también España. Si el bloque
soviético se vino abajo, buscan usar el “camino largo” que caviló Gramsci, que
consiste en copar la educación de la juventud para acabar con todas las
estructuras sociales, especialmente la familia y la religión y esta tarea de
zapa la veo muy avanzada, aunque no me lo imaginé.
Recuerdo cuando comenzó a gestarse una nueva Europa en la
mente de unas personas tan valiosas como Schuman, Adenaur, De Gasperi. Paso a
paso, lentamente fue tomando forma y los españoles suspirábamos por estar
excluidos de participar en aquella ilusionante aventura. Luego vinieron las
prisas, entramos en la Unión Europea que se convirtió rápidamente una
gigantesca estructura de poder que no solo se dedica a organizar los mercados y
la economía, sino a imponernos sus decisiones sobre ideología de género,
aborto, homosexualidad o movimientos migratorios. Esta no es la Europa en la
que yo soñaba hace medio siglo.
España no solo estuvo excluida de la construcción de
Europa sino también de formar parte de la Organización de las Naciones Unidas,
hasta que por fin entramos. Era el futuro estupendo que yo pensaba. Pero pronto
me fui desilusionando al ver que aquello es también un gigantesco tinglado que
no sirve para nada, salvo para difundir políticas antinatalistas y el llamado
Nuevo Orden Mundial que la ha tomado con la ideología de género que propugna
que el sexo es una decisión personal, independientemente de la biología y hasta
nuestros gobernantes le hacen respetuosamente caso y nos la imponen.
No pensé nunca cuando joven que los musulmanes pudieran
complicarnos la vida y ahí tenemos cada día a los terroristas haciendo
atentados, n i leer ayer en mi periódico local que el máximo responsable de Al
Qaeda ordena atacar a España y empezar por arrebatarle Ceuta y Melilla y seguir
con Al-Andalus. No hay que esperar que la ONU haga nada.
Creo que los que me lean comprenderán que mi fe en un
mundo mejor se haya venido abajo.
Francisco Rodríguez Barragán
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