El trabajo dignifica, el limosneo ¡no!
Hay que
buscar la forma de distribuir el trabajo y la riqueza
Por fin ya ha empezado a
hablarse de cuestiones laborales, de salario mínimo, de reformar una vez más las
leyes, de negociación colectiva y del sistema de pensiones. Como la esperanza
es lo último que se pierde, esperemos que los resultados sean beneficiosos para
el conjunto de los españoles.
El trabajo asalariado sigue
siendo una mercancía más en el ciclo productivo, sujeta al mecanismo de oferta
y demanda, agravado ahora, como no puede ser menos, en un mercado globalizado.
Por mi edad recuerdo otros
tiempos en que se hablaba del salario familiar no solo desde la Iglesia, sino
desde variadas leyes y medidas, reducidas hoy a casi nada. Para el sistema, que
existan o no las familias, que tengan hijos o no, carece de importancia.
En la abundancia de datos
estadísticos que se nos ofrecen no he encontrado, quizás porque no he sabido
buscarlo, si los hogares en que entran dos sueldos aumentan o disminuyen, pues
creo que en gran parte de la clase de media, los dos miembros del matrimonio, o
la pareja, trabajan y aportan ingresos por sueldos, salarios o ejercicio
profesional.
Nos alarman con el número de
hogares en los que no entra ningún sueldo y el de las personas que viven en la
pobreza y el riesgo de exclusión social, pero cada vez se adquieren más
automóviles, se viaja por todo el mundo y, según dicen aumenta el PIB, cuyo
cálculo no es algo que cualquiera pueda
comprobar.
Quizás sería bueno
peguntarse si el aumento de riqueza se puede repartir mejor para, de alguna
manera, evitar la brecha creciente entre
los que ganan más y los que ganan menos o no ganan nada.
Si se pretende resolver la
cuestión con subsidios me parece que no puede ser la solución. El trabajo
dignifica a la persona el limosneo no. Si no se encuentra algún modo de
repartir trabajo y riqueza irá aumentando el número de vagos y el de
resentidos, dispuestos a nutrir las filas de populistas y anti-sistema.
También está en el candelero
el problema de la educación, que quizás sea la clave de todos los demás, aunque
pienso que en sentido opuesto al que parecen apuntarse. Siempre se reclamó la igualdad de oportunidades ¡pero de
entrada, no de salida! Se ha devaluado tanto la educación que un título
universitario sirve de bastante poco para encontrar trabajo.
Repensar la educación como
transmisión de conocimientos y valores, adecuarla a las necesidades de la
sociedad, premiar el esfuerzo y el mérito, abrir nuevos caminos profesionales,
etc. El profesor José Antonio Marina esbozó una posible reforma ¿se ha
abandonado?
Si las reivindicaciones
estudiantiles son suprimir los exámenes y que les faciliten el botellón
semanal, mal vamos. Si las instituciones académicas, más allá de reclamar
dinero, están dispuestas a someterse a
un proceso de evaluación de resultados, terminan con las endogamias y la politización, podría esperarse algún
arreglo y si los docentes, desde la escuela infantil a la universidad, fueran
los mejores, es seguro de que muchos de nuestros problemas llegarían a
resolverse.
Francisco Rodríguez Barragán
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