martes, 25 de febrero de 2020

Andalucía: 40 años de autonomía


       El sistema autonómico me gustará más o menos, pero es lo que hay

El 28 de febrero de 1980, hace ahora 40 años, se produjo una gran manifestación en Andalucía exigiendo la aprobación del Estatuto de Autonomía, aunque en una de las provincias andaluzas no se hubiera alcanzado el quórum suficiente. Según se cuenta, el entonces Presidente del Gobierno Adolfo Suarez, viendo que la voluntad autonómica española era imparable dijo lo de “café para todos” y fue aprobado el Estatuto Andaluz.
El gobierno de la UCD pensaba que el proceso sería más lento, al menos en Andalucía, pero la solución salomónica de Suarez nos llevó a que se formara una sola Comunidad Autónoma con las ocho provincias andaluzas.
Un político granadino de aquellos momentos dijo, en petit comité, que si hubiéramos sabido lo que iba a pasar, Granada podía haber luchado por formar otra comunidad con Almería, Málaga y Jaén pues íbamos a terminar absorbidos por Sevilla, como así ha pasado, aunque nos dieran como premio de consolación ubicar en Granada el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.
El texto del Estatuto andaluz consta, nada menos que de 250 artículos, bastantes más que la Constitución Española, y su gobierno ha sido disfrutado sin interrupción por el partido socialista, desde los lejanos tiempos de Rodríguez de la Borbolla y Alfonso Guerra hasta la reciente coalición del Partido Popular, Ciudadanos y VOX.
Durante tan largo periodo de tiempo nos han administrado desde Sevilla tanto los palacios de la Alhambra como las pistas de esquí de Sierra Nevada.
Andalucía ha sido un fructífero  semillero de votos para el partido socialista ya que al tener una extensa agricultura la política agraria común de Europa (PAC) estimó que para elevar su nivel de vida, que era el más bajo de España, necesitaba ayudas que se canalizaron como Planes de Empleo Rural (PER) y fondos de formación cuya realización, aparte de una deficiente administración que sigue rodando por los tribunales, facilitaba el control de la población rural, o no rural, que a través de los ayuntamientos facilitaba la acreditación de jornadas para la percepción de la prestación del desempleo agrario.
Para dar cierto lustre al Estatuto éste empieza con un preámbulo en el que se reivindica la figura de Blas Infante como “padre de la patria andaluza”, un notario que, al parecer, terminó convirtiéndose al Islam, y que en 1883 intervino en la Constitución de la primera república española, la federal, que terminó con más pena que gloria.
También el Estatuto andaluz recoge de Blas Infante la bandera blanca y verde y el escudo con la leyenda: “Andalucía por sí, para España y la Humanidad” aprobados ambos por la Asamblea de Ronda de 1918 y el himno publicado por la Junta Liberalista de Andalucía de 1933 en tiempos de la II República.
El himno dice cosas que, como andaluz, me dejan perplejo, pues comienza diciendo que la bandera blanca y verde vuelve, tras siglos de guerra, a decir paz y esperanza a la gente de esta tierra. Por lo visto la bandera almohade vuelve a Andalucía como símbolo de paz y esperanza, cuando afortunadamente la reconquista acabó con la toma de Granada en 1492 por los Reyes Católicos. También dice que  “los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos, hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres les dimos”. Seguramente el Sr. Infante esperaba a unos almohades  que nos conquistaran de nuevo y no que vinieran en pateras. Para mí: puro dislate.
Francisco Rodríguez Barragán
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http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/38485/2020-03-01.html

miércoles, 19 de febrero de 2020

¿La democracia funciona?


            Desde la Grecia de Pericles a la nuestra
Grecia nos ha aportado a todos ciencia, historia, filosofía. Podemos decir que nuestras raíces culturales nacen en Grecia y llegan hasta nosotros a través de Roma. En este legado tenemos una idea, una palabra talismán que seguimos usando a todas horas: democracia.
Pericles hace triunfar la democracia ateniense en el siglo V (a.C.). El fue el que dio acceso a los ciudadanos de menor categoría, que habían estado apartados del gobierno y el que estableció el sistema de remunerar con dietas a los jurados, a los miembros del Consejo y a los funcionarios designados por sorteo, consecuencia necesaria del principio según el cual las clases desheredadas debían participar en las funciones de gobierno, pues sin una compensación por el jornal que se dejaba de percibir, hubiera sido aquél un derecho ilusorio. (Leyendo esto me acuerdo del PER y las jornadas necesarias para cobrar el desempleo)
Tales auxilios económicos del Estado se extendieron hasta sufragar los gastos de los espectáculos, por lo que entre el pueblo se acentuaba la tendencia a considerar al Estado como una institución de beneficencia, lo que a la larga acarreara sus problemas, entonces y ahora. Tampoco hay que pensar que la inclusión de los ciudadanos en el gobierno abarcó a todos los habitantes sino tan solo a los que poseían plenos derechos políticos. Los extranjeros, los metecos o los esclavos no tenían ningún acceso al gobierno aunque sí a trabajar o ser alistados en el ejército.
El sistema democrático griego duró poco tiempo y no se difundió entre las ciudades de la Hélade, pero ya evidenció sus ventajas y sus inconvenientes. No podemos decir que Roma fuera un estado democrático ni que sus ciudadanos tuvieran ningún poder frente a la clase senatorial ni los titulares del imperio, pero al igual que en Atenas el Estado subvencionaba los espectáculos, Roma montaba el sistema de “pan y circo” para tener controladas a las masas y explotaba a los países que conquistaba.
Creo que los que detentan el poder, ya sean reyes o clases adineradas gracias a su trabajo e industria, en cualquier periodo de la historia no tienen ninguna propensión a compartirlo con el pueblo.
En América del norte, después de sus luchas por conseguir la independencia de Inglaterra, una clase ilustrada retoma la idea de democracia para organizar un Estado con las colonias y lo plasman en una constitución que se dice democrática, pero Alexis de Tocqueville, después de observar de forma crítica e inteligente aquella novedad, deja constancia en su libro” La democracia en América”  de lo que opina sobre el experimento que vale la pena leer.
De hecho los indios, dueños de aquellos territorios, fueron reducidos a la nada, como nos contaron tantas películas que vimos el siglo pasado donde los blancos siempre ganaban. De los negros solo hay que recordar a Martin Luther King y su lucha por conseguir que se les reconozca como personas allá por el año 1967.
¿Y aquí? ¿Cómo va nuestra democracia?  Los ciudadanos siguen sin tener un efectivo control de nuestros gobernantes, que elegimos cada cuatro años, en el mejor de los casos, sin que sea realmente posible exigirles el cumplimiento de los programas que exhibieron para solicitar nuestro voto, ni examinar la cuenta de resultados.
Los políticos, aunque hagan discursos y promesas solo tienen un afán, perpetuarse en el poder y gozar de sus beneficios, lo que consiguen controlando los medios de comunicación y dividiendo a la oposición. ¿Democracia poder del pueblo?
Francisco Rodríguez Barragán
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miércoles, 12 de febrero de 2020

Los mayores estamos confusos



            No estoy seguro de que hayamos mejorado en estos últimos tiempos
Los mayores, los viejos como yo,  nos sentimos confusos, bastante perdidos con las cosas que ocurren y no entendemos, mientras que recordamos con cariño lo que vivimos de niños. Quizás hemos olvidado lo que hicimos esta mañana pero recordamos lo que cantábamos en el parvulario, las lecciones que repetíamos todos a coro y lo que disfrutábamos jugando con una pelota de trapo, unas canicas  o saltando sobre las espaldas de un compañero agachado.
Recuerdo que aprendimos los límites de España, los ríos, los cabos y las provincias de cada región a fuerza de repetirlos a coro. Parece como si estuviera oyendo aquello de España limita al norte con el mar cantábrico y los montes Pirineos que nos separan de Francia o cuando cantábamos que el Sur está Andalucía, más hacia el este está Murcia, más al norte está Valencia, más al norte Cataluña…
El maestro nos explicaba que España era una nación compuesta de cincuenta provincias, que había un gobierno central con varios ministros y que cada provincia, que tenía número variable de municipios, de pueblos, cada uno con su ayuntamiento, dependientes todos de las diputaciones provinciales, la regía un gobernador civil.
Aquello era suficiente para tener una idea de la organización de España. Cuando estudié en la facultad la historia de España comprobé que las constituciones del siglo XIX y principios del XX mantenían esta misma estructura de la nación, seguramente porque había resultado útil.
Pero llegó la transición, que nos vendieron como democrática, como el sistema que iba a terminar con todos los enfrentamientos y empezó la confusión: las cincuenta provincias se convirtieron en diecisiete comunidades autónomas con capacidad legislativa y la ansiada democracia, el gobierno del pueblo, resultó ser simplemente que cada español podía votar cada cuatro años a un partido que cuando tomaba el poder podía hacer lo que quisiera con nuestro voto, aunque las cosas que hiciera no tuvieran nada que ver con el programa con el que solicitó nuestros votos.
La administración central del estado cuyo funcionamiento era bastante bueno se troceó entre las comunidades autónomas y los españoles dejamos de ser iguales para ser más desiguales,  al depender de cada gobierno autonómico organizar sus servicios y competencias, incluida la secesión. Las comunidades autónomas podían estar gobernadas  por partidos distintos del gobierno del Estado y los ayuntamientos podían ser del mismo partido que el del gobierno estatal, del autonómico o de otro, todo lo cual planteaba dificultades que no se resuelven.
Así que a cada españolito pueden afectarle leyes nacionales, leyes autonómicas y leyes municipales, todas de obligado cumplimiento. Quedaba siempre el amparo de una justicia única, pero estamos viendo que desde que se inicia una cuestión judicial hasta que se dicta sentencia pasan varios años, ampliables por los recursos correspondientes.
Pero no solo tenemos gobierno central, autonómico y municipal, sino que para colmo formamos parte de la Unión Europea que tiene también potestades normativas, de obligado cumplimiento y tribunales que quedan por encima incluso de nuestro viejo Tribunal Supremo. La entrada de España en la Unión Europea también se nos vendió como un gran logro nacional,  y quizás lo sea. Tenemos una moneda común pero una economía que puede ser intervenida en cualquier momento, la libre circulación por todo el espacio europeo, pero también la libre circulación de ideas que están terminando con muchos de nuestros valores, etc. etc.
Francisco Rodríguez Barragán
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miércoles, 5 de febrero de 2020

Los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz


            Son efectivamente sagaces los señores del mundo con poder de hacer      el mal
En el evangelio de San Lucas, Jesús cuenta a sus discípulos la parábola de un hombre rico que decide despedir a su administrador porque estaba derrochando sus bienes, pero éste urde una estratagema para que los deudores de su amo lo acojan y el amo felicita a este mal administrador por la sagacidad con la que había procedido y Jesús añade que los que pertenecen a este mundo son más sagaces con su gente que los que pertenecen a la luz.
Si miramos a nuestro alrededor podemos comprobar que los agentes del mal tienen efectivamente una sagacidad sorprendente frente a los que dicen buscar el bien, a los que quizás podíamos llamar buenos,  pero que a menudo fracasan y resultan utilizados por los sagaces señores del mundo para sus propios fines.
Los señores del mundo están continuamente tratando de cambiarlo todo y lo van consiguiendo a gran velocidad. Manejan el dinero y los medios de comunicación que imponen a la gente lo que tienen que pensar, defender, odiar, la forma en que han de actuar, vestir, consumir o divertirse...
La sagacidad de los señores del mundo ha conseguido que cada día haya más gente convencida de que no estamos sometidos a la voluntad de Dios, ni siquiera de que tal Dios exista, por lo cual podemos hacer lo que nos venga en gana, eliminando todo aquello que se oponga a nuestros deseos. Lo que formaba el entramado social en el que hemos vivido: religión, familia, matrimonio e incluso el propio sexo está disponible para su eliminación.
A pesar de todo, esta sensación de libertad absoluta no llega a calmar nuestras ansias de plenitud, es como una borrachera que exige constantemente un poco más de todo pero que nos deja vacios y hastiados.
Los señores del mundo, desde sus posiciones de fuerza, comprueban que está en sus manos cambiarlo todo, no solo las personas y sus relaciones, sino también unir o desunir naciones, trasladar a gentes de un país a otro, influir en cualquier organismo nacional o internacional, para imponer el aborto, la ideología de género o el uso de los recursos del planeta.
Lo que cada cual pensamos, lo que escribimos, lo que publicamos en facebook, en twiter, en google, en instagram o en un blog, ni es confidencial ni está guardado en ninguna “nube” lejana, sino bien almacenado para ser utilizado por los señores del mundo en este inmenso laboratorio en el que pueden etiquetarnos, condenarnos, señalarnos, presionarnos, cambiar nuestra forma de pensar o de sentir.
Estos señores del mundo son, como no puede ser de otra manera, los dueños del dinero que utilizan a su antojo para comprar voluntades, fabricar armas, originar crisis... A menudo las ayudas económicas que muchos creen recibir para hacer el bien terminan con su libertad.
Todo esto queda facilitado en gran medida por un deficiente funcionamiento del sistema democrático que hace posible que, determinados partidos que no buscan el bien de su país, resulten financiados por otros países con aviesas intenciones.
Los que busquen decididamente el  bien no pueden olvidar nunca que sólo en Dios hay una fuente inagotable de perdón, de caridad, de amor al hombre pero que tienen que trabajar con inteligencia y sagacidad y con su ayuda.
Francisco Rodríguez Barragán
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