Los muertos por la pandemia y por el aborto.
Las cifras de muertos por la
pandemia, más o menos exactas, alcanzan al día de hoy nada menos que
veinticuatro mil personas, según datos del Ministerio de Sanidad. Pero los números
causan menos impresión que ver los ataúdes en el Palacio de Hielo, o los que están
apilados en cualquier cementerio a la espera de su entierro o cremación.
Al mismo tiempo que se iban
contando los muertos, los medios de comunicación repetían de forma reiterada
que los familiares no habían podido acompañar a sus “seres queridos”.
No dudo del cariño que pudieran
sentir muchas familias por sus difuntos, pero cuando veo la cantidad de
personas fallecidas en residencias de ancianos me quedo desazonado y triste.
Cuando era más joven, hace ya
años, un grupo de matrimonios, como una forma de voluntariado, visitábamos cada
semana algunas residencias para hacer compañía a los mayores que no recibían
visitas. Unos justificaban la ausencia de su familia en la tarde del domingo
porque, seguramente, tendrían otras ocupaciones importantes, pero otros nos manifestaban su tristeza por el
olvido en que los habían dejado sus hijos, que llevaban tiempo sin visitarlos o
que los habían llevado a la residencia para ocupar su vivienda.
Pero si lo de “seres queridos” hay
que tomarlo “a beneficio de inventario” hay otros seres “no queridos” que son los bebés abortados por medios químicos o
quirúrgicos por sus madres, que están convencidas de que ejercen un derecho: el derecho a abortar.
Desde 1985 en que el ministro
Fernández Ordóñez consiguió la aprobación de la ley que tenía el engañoso
título de “ley de despenalización del aborto” hasta llegar a hoy en que
abortar un niño es como sacarse una muela, se han producido en España casi 2,3
millones de abortos registrados, según informe del Instituto de Política
Familiar. Son prácticamente cien mil
abortos al año, cifra muy superior a los fallecidos por el coronavirus como
puede observarse a simple vista.
Pero los cadáveres de estos
niños no tienen ni que prepararles un ataúd, quedan como restos de laboratorio
o son vendidos por partes para obtener células madre o productos de belleza
El Fondo de Naciones Unidas
para la población (UNFPA), muy progre
siempre, ha insertado el aborto en su análisis de los Objetivos para el
Desarrollo Sostenible como “el derecho a
la salud sexual y reproductiva”, es decir, el aborto. La UNFPA viene apoyando el derecho al aborto
seguro, con la máxima extensión legal posible y es más, las organizaciones
benéficas de ayuda a la infancia están instando a la Unión Europea a incluir la
Salud Sexual y Reproductiva en las medidas para afrontar la amenaza del
COVID-19 ¿?
En España el aborto ha sido
libre de hecho desde 1985 y desde el 2010 de derecho, como un anticonceptivo
más. Un dato: 9 de cada 10 abortos se realizan en centros privados que facturan
más de 60 millones de euros al año (y parece que no han tenido que cerrar por
la situación actual)
Con menos nacimientos que
defunciones la pirámide demográfica esta cada vez más invertida y se habla de
la España vaciada o de la España envejecida, sin que nadie le ponga remedio,
por el contrario, algunos miembros del gobierno andan pergeñando una ley para la eutanasia, disfrazada de
despenalización del suicidio asistido.
Francisco Rodríguez Barragán
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