miércoles, 29 de enero de 2020

El presidente de USA se declara pro-vida y pro-familia


            Pero los medios de comunicación lo ignoran o no tienen interés en que             se sepa.
Los medios de comunicación son muy libres de publicar lo que les parezca, pero no deja de ser curioso que todos los días nos informen de la marcha del impeachment contra el presidente Trump, con cierto acento de desencanto porque posiblemente el partido demócrata, el de Obama y la Clinton, no consiga la destitución que propugna mediante la campaña financiada generosamente por la poderosa central del aborto, Planned Parenthood.
Por el contrario han silenciado, (o yo no lo he oído), que el pasado día 24 el presidente norteamericano apoyó decididamente la Marcha por la Vida y dijo que estaba allí para defender el derecho de todos los niños, nacidos y por nacer para cumplir el potencial que Dios le ha dado.
A los jóvenes, mayoritarios entre los manifestantes, les dijo que estaban haciendo de América la nación pro-familia y pro-vida recogiendo el legado de los pioneros que lucharon por defender los derechos de los ciudadanos.
Dijo que cada niño es un don precioso y sagrado de Dios y cuando tenemos en los brazos un recién nacido, sabemos el amor infinito que cada niño trae a una familia, por lo que ha asumido la acción histórica de apoyar a las familias de los Estados Unidos y proteger a los no nacidos.
Recordó que en la ONU había dejado claro que los burócratas globales no tienen derecho a atacar la soberanía de las naciones que protegen la vida inocente y que ha tomado medidas decisivas para proteger la libertad religiosa, atacada en todo el mundo y por supuesto en los Estados Unidos.
También dijo que la extrema izquierda está trabajando por borrar nuestros derechos dados por Dios, para cerrar las organizaciones benéficas basadas en la fe, prohibir líderes religiosos en la plaza pública y silenciar a los que creen en la santidad de la vida.
Dijo también que cada niño trae alegría a una familia, que merece la pena proteger a cada persona y que toda vida humana de nacidos o por nacer está hecha a imagen de Dios.
Aquí en España estamos en las antípodas: el aborto, entendido como derecho, se generaliza desde la nefasta ley del presidente Zapatero y que el acomplejado Rajoy fue incapaz de anular, no hay relevo generacional y España envejece.
Mucho hablar de la España vacía pero ninguna medida para solucionar el problema.  Alguna lumbrera ministerial apunta a que habrá que traer un par de millones de extranjeros.
Nuestros gobernantes desde hace bastante tiempo están trabajando sin descanso por eliminar a la familia, siguiendo las ideas neo-marxistas, para poder adoctrinar a las nuevas generaciones en ideologías disolventes como la de género, la promoción de la homosexualidad e incluso el cambio del lenguaje, dicen pada hacerlo ¿inclusivo?.
Como me gustaría que surgieran líderes y partidos decididos a dar la batalla por la vida, la familia, la educación y los valores que a lo largo de los siglos nos fueron conformando como nación, pero si seguimos metiéndonos el dedo en el ojo unos a otros y poniéndonos zancadillas, tendremos poco arreglo. No haremos nada y nos dejaremos catequizar por los medios de comunicación.
Francisco Rodríguez Barragán
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martes, 21 de enero de 2020

¿Pintamos algo los cristianos en este mundo?


            Evangelizar al mundo tiene sus riesgos pero seguir al mundo también.
Hace algún tiempo muchos automóviles llevaban pegada en el cristal trasero una pegatina que decía “Todo el mundo es bueno” o en plan más castizo “To er mundo e güeno”
Hoy ya no se ve esta pegatina, no sé si es que el mundo ha dejado de ser bueno o que con esto del progresismo, cualquier cosa, por descabellada que sea, nos parece normal, es decir: ni buena ni mala. Hemos adoptado la actitud pasota del que todo le resbala.
Pero lo cierto es que nadie es bueno sino solo Dios. Chapoteamos en nuestros vicios, en nuestros egoísmos, en nuestra abulia incapaz de reaccionar ante lo que nos ofrecen nuestros ¿gobernantes?  Protestamos por algunas cosas, pero sin ningún convencimiento de que vayamos a conseguir lo que reivindicamos o lo que reivindican los que encabezan la protesta, en una especie de ritual de desocupados o liberados, que entorpecen la circulación de los demás ciudadanos.
Algunas veces las manifestaciones están organizadas por profesionales de la algarada y pueden terminar incendiando los contenedores de basura y otros desmanes que luego pagamos todos los ciudadanos. ¿Progreso?
En la misa del domingo se leyó lo que dijo Juan el Bautista de Jesús: este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El sacrificio de este cordero es lo que quita el pecado del mundo, pero quizás no nos enteramos de que quienes decimos seguir a Jesús también vamos a ser perseguidos y sacrificados si señalamos los pecados del mundo, por eso preferimos llegar a más de una componenda con quienes ostentan el poder político, el poder pecaminoso que quiere imponernos sus valores, que trata de adoctrinarnos para que obedezcamos, desde el jardín de infancia. (Antes el adoctrinamiento comenzaba en la Universidad).
Recuerdo cuando muchos cristianos nos entusiasmaba la idea de trabajar “por un mundo mejor” pero me apena que en lugar de cristianizar el mundo nos hemos mundanizado. No hemos tenido mucho éxito en anunciar a la gente el evangelio, quizás hemos creado múltiples entidades caritativas, pero nuestras iglesias están cada día más vacías.
Los conventos que se cierran y se convierten en hoteles son una pista de lo que nos pasa. Hemos dejado de utilizar la mejor de nuestras armas: la oración, la que utilizaba Jesús, que se retiraba a orar y pasaba las noches en oración.
Hemos perdido nuestro tiempo en cursos, planes y técnicas, que hemos publicitado y ofrecido en el mercado del mundo y no parece haber dado mucho resultado. Nuestro manual de instrucciones lo tenemos en el evangelio, en su esencial radicalidad y en el ejemplo de los santos, sin las confusas elaboraciones de eruditos y teólogos de moda.
Los cristianos podemos ser la levadura en la masa si nos tomamos en serio el mensaje liberador del evangelio y lo acreditamos con nuestras propias vidas o por el contrario optamos por este mundo cuyos progresos nunca nos podrán librar de la muerte, ni de la cuenta que hemos de darle a quien nos dio la vida, la voluntad y la libertad.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/38460/2020-01-21.html

martes, 14 de enero de 2020

¿Cómo encontrar la sabiduría?


            Vivir como si Dios no existiera resulta cómodo, demasiado cómodo
Dice el Libro de los Proverbios que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. No es extraño que, si hemos hecho desaparecer al Señor de nuestro horizonte, la sabiduría brille por su ausencia.
Podemos saber muchas cosas, seremos eruditos pero no sabios. La pregunta fundamental está formulada en el evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?
Pero el alma también es algo que ha desaparecido de nuestra vida diaria. La eliminación en nuestras vidas de Dios y de nuestra alma creo que es lo más funesto que nos ha ocurrido.
Seguramente nos sentimos cómodos, atentos solo a complacer a nuestro ego que busca el disfrute de todo lo que el mundo le ofrece: fama, comodidad, dinero, placeres. Pensar en la muerte es de mal gusto. Pensar que existe un Ser supremo que te pedirá cuenta de lo que hiciste en tu vida, ¡bah! Son antiguallas sin fundamento. ¡Si incluso se dice que Dios no condena a nadie, que el infierno está vacío…! ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos y no dejemos de gozar de todo lo que apetezcamos!
Pero esta vida sin Dios y sin alma nos lleva a usar y abusar de nuestros semejantes. ¿Qué es eso del temor de Dios? No es miedo ni recelo sino la actitud prudente del que sabe lo suficiente para distinguir que no se hizo a sí mismo, que hay Alguien más arriba, que existe el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. Para muchos no hay más bien ni más mal que lo que me agrada o desagrada y a esa actitud subordinamos toda nuestra vida.
Si alguien nos recuerda que debemos amar al prójimo, o no le hacemos caso o nos justificamos con nuestras contribuciones a cualquier ONG pero dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, alojar a los que no tienen casa, decimos muy serios que eso es cosa del estado, que para eso pagamos nuestros impuestos, aunque no sepamos muy bien cómo los administran las autoridades.
Si uno contempla pasivamente las emisiones de televisión en las que hay un desfile interminable de personajes que dicen saber de todo, ya sea del calentamiento del planeta, del futuro de la economía, de los probables resultados de las próximas elecciones, si es que llegan a convocarse… Seguro que alguien me dirá que no hay duda de que se convocarán a su tiempo. ¡Pues ya veremos!
Si los políticos tuvieran el santo temor del Señor, seguro que se esforzarían con denuedo en servir al bien común, antes que a asegurar sus sueldos y prebendas, a cumplir sus promesas electorales, a respetar las leyes sin excusas ni pretextos, a llevar una vida ejemplar.
En cambio oigo que van a terminar con la religión en los colegios, que van a facilitar el aborto de las adolescentes, que van a apoyar la ideología de género, que desde niños pueden optar por el sexo que se les antoje, que hay varios tipos de familia, más líquidas y gaseosas que sólidas y permanentes. ¿A dónde llegaremos?
El problema de una España envejecida con extensas zonas vacías ¿cómo lo van a arreglar? Pues parece que impulsando el “derecho” a la eutanasia.
Sin temor de Dios no hay manera de llegar a la sabiduría para vivir, para convivir, para gobernar.
Francisco Rodríguez Barragán
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miércoles, 8 de enero de 2020

Hoy se lleva ser progresista, de izquierda o derecha.


            Si no eres progresista y liberal estás perdido
La palabras progreso, progresismo y progresista se está imponiendo en todos los medios. Si no eres progresista estás excluido de la sociedad actual. El progreso se presenta como una especie de religión laica con un dogma inapelable: todo el pasado es oscuridad y la luz y la verdad están en el progreso, en el futuro que estamos construyendo.
Pues de ese futuro ya escribieron, por ejemplo, Aldous Huxley en su Mundo Feliz, donde los seres humanos ya no nacían del amor de sus padres sino de la clonación productora de camadas de seres acondicionados y programados para realizar sus tareas a cambio de su ración de “soma”, la droga de la conformidad, para que nadie plantee problemas a los que dirigen el tinglado y disfrutan de una situación privilegiada.
Invocando el progresismo se trata de evitar que nadie recuerde que el bien y la verdad, el mal y la mentira, mantienen desde el principio una lucha inacabable que ha producido personas admirables y personas malvadas, sin tregua ni respiro, y eso independientemente de los conocimientos que algunas de ellas hayan ido aportando a lo largo del tiempo sobre todas las ciencias humanas.
Una época de auténtico progreso podemos situarla con Karl Jaspers en los siglos que llamó el tiempo eje, hacia 800 años antes de Cristo, cuando algunos hombres se dedicaron a pensar sobre ellos mismos y sus relaciones y descubrieron la sabiduría y el amor por ella: la filosofía.
Pasó el tiempo y llegaron otros que también se decían filósofos pero que terminaron con toda la sabiduría acumulada, pues fabricaban ideas y teorías para organizar el mundo en su propio beneficio y apareció la palabra liberal, liberales de derechas y liberales de izquierdas. Quizás los que quieren imponer el liberalismo económico buscan aumentar la riqueza, aunque su reparto resulte injusto y problemático. Los que propugnan un liberalismo de izquierdas predican que buscan la igualdad, pero hasta ahora, solo la han conseguido repartiendo miseria para todos, excepto para los dirigentes.
De la unión de los dos enunciados: progresismo y liberalismo, ha resultado la tendencia en boga en la que el hombre, todo hombre, no considera que tenga  la obligación básica de buscar la verdad y el bien y evitar la falsedad y el mal, sino que se considera autorizado para decidir lo que le parezca siempre que le agrade, le beneficie, no le imponga obligaciones. Ya somos como dioses.
Todo el mundo sabe que tiene que morir un día pero parece que les trae sin cuidado, pues si hay o no otra vida después de ésta, como el progresismo no lo ha resuelto,  pues no hay que preocuparse: Vivamos y comamos que mañana moriremos.
¿Tendremos acaso algún éxito si invitamos a nuestros contemporáneos a la reflexión y a la búsqueda de la sabiduría? No tengo demasiada confianza pues todos están entusiasmados con el progreso que  pone en sus manos un móvil con más gigas y más prestaciones, más programas televisados, más torneos deportivos, pero ¿y los problemas de hambre, de falta de ingresos, de falta de vivienda…? Seguro que me contestarán que para arreglar todo eso está el gobierno. Y me quedo murmurando: gobierno, ¿qué gobierno? ¿Qué gobierno?...
Francisco Rodríguez Barragán
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