Tengo la convicción de que alguien
dirige lo que pasa en nuestro mundo
Con sospechosa unanimidad todas
las cadenas de televisión dicen las mismas cosas, denigran a las mismas
personas o partidos, repiten hasta la saciedad cada asesinato de una mujer y la
condena al machismo en cada noticiario y machacan con insistencia a cualquiera
que no participe del credo “progre”: feminismo, ideología de género, orgullo
gay, derecho al aborto, memoria histórica, etc.
Pero que esto pase en toda
Europa y en toda América me confirma la existencia de un poderosa fuerza de
presión, inteligentemente organizado a la que no se puede desobedecer
impunemente.
Si este grupo, lobby, logia o
como se llame decide que España se
hunda, se hundirá, que la familia se deshaga, ya está deshecha, que la
natalidad disminuya, ya está pasando, que seamos un país de viejos
dependientes, a la vista está…que la eutanasia esté llegando, pues quizás en
esta extraña legislatura.
Estamos en una guerra en la que
no resulta claro quiénes sean los combatientes, ni el posible desenlace, ni
quienes resultarán vencedores.
El ministro de propaganda del
III Reich dijo aquello de que una mentira repetida miles de veces se convierte
en verdad: los culpables son los judíos hay que eliminarlos y los quemaron. Hoy la cuestión es
más sutil y más efectiva: se proclama que lo único importante es disfrutar de
los placeres sin remordimiento y los que no puedan pues a limosnear ayudas sociales
y dormir en la calle.
Una forma de dominio es la obligación de
utilizar el lenguaje inventado (dicen que inclusivo) como ha ordenado la
alcaldesa de Barcelona. Ya llevamos bastante tiempo ignorando las reglas del
español, aunque lo recuerde de vez en cuando la RAE. El masculino ya no engloba
a hombres y mujeres por lo que hay que duplicar las expresiones ¡hasta en misa!
hermanos y hermanas, ciudadanos y
ciudadanas, diputados y diputadas, españoles y españolas y así hasta la
extenuación.
En su novela 1984 Orwell se
quedó corto con la vigilancia de la que eran objeto las personas desde una
pantalla que no podían cerrar. Ahora estamos vigilados por todos lados cuando
voluntariamente conectamos el televisor, el ordenador o el móvil.
Cada mes se publican las cuotas
de pantalla o de oyentes de cada cadena, pero ¿cómo lo averiguan? Misterio. Me
parece problemático que con una muestra de unos cuantos miles de personas (un
universo, dicen los expertos) se pueda
deducir lo que oímos, vemos o pensamos cuarenta millones de españoles.
Los grandes magos de la
demografía: Arriola, Tezanos, Redondo, Michavila y otros deben de saber mejor
que nosotros no solo lo que pensamos sino lo que vamos a votar en cada
elección. ¿Sugestión?
También hay algunas cadenas que
limosnean cuotas de sus oyentes ya que tienen escasa cobertura y casi
inexistente publicidad. He recordado el slogan de una revista de grato
recuerdo, La Codorniz: “donde no hay publicidad resplandece la verdad”, pero es
la publicidad la que actualmente mantiene el tinglado de la farsa.
Si las cadenas estatales viven
de los presupuestos que pagamos todos los españoles, las que se dicen privadas
se mantienen de la publicidad que también pagamos todos los españoles.
Francisco Rodríguez Barragán
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