jueves, 17 de julio de 2014

Soluciones de urgencia para las próximas elecciones


Las encuestas del CIS nos dicen, desde hace algún tiempo,  que los españoles señalan a los políticos en general, la política y los partidos, la corrupción y el fraude, como los problemas más importantes que nos afectan juntamente con el paro y la economía.

Las pasadas elecciones al Parlamento europeo arrojaron unos resultados preocupantes, ya que un importante número de votantes optaron por secundar los llamamientos a la demagogia más populista. A continuación el secretario general del partido socialista dejó su puesto con un complicado problema sucesorio y el Jefe del Estado decidió abdicar.

La necesidad de reformar la Constitución se agudizó, en este difícil momento, pues tal reforma  necesitaría un amplio consenso de todas las fuerzas políticas o al menos de los dos grandes partidos,  que se ha producido, quizás por última vez, en el proceso de relevo en la Jefatura del Estado, aunque hayamos oído voces que reclamaban un cambio en la forma de estado: el retroceso a la república de 1931 y su bandera tricolor.

La existencia de dos grandes partidos, que se han turnado en el poder durante más de treinta años, ha ido produciendo una semejanza entre ambos que ha atenuado e incluso borrado sus diferencias. Más allá de los programas que, según Tierno Galván,  se hacen para no cumplirlos, los cambios de gobierno no han significado ninguna variación importante en la vida y la esperanza de los españoles.

Para los populares lo único que parece preocuparles es la economía y cuando gobiernan, se aplican a ello con entusiasmo. Otras cuestiones, como pueden ser la educación, la familia, la vida, no parece importarles demasiado. De hecho siguen rigiendo las leyes que hizo el partido socialista sin que sean capaces de modificarlas sustancialmente, como ya profetizó en alguna ocasión el señor Rubalcaba.

Si los socialistas se decantan por la ideología de género, el anticlericalismo, el aborto o la liberación sexual, los populares los secundan para que no parezca que ellos no son modernos y avanzados, como el que más. Los que creen en otros valores quizás tendrán que seguir votándolos o quedarse en casa como en las europeas.

Sobre la corrupción, el fraude y el despilfarro tampoco parece que existan diferencias decisivas. Mucho hablar de leyes de transparencia, pero nadie renuncia al privilegio del aforamiento, ¡por algo será!

Tanto un partido como otro cuando gobiernan son unos intervencionistas que merman la libertad de los ciudadanos con leyes y más leyes. Se habla de los emprendedores, pero quién se atreve a emprender algo que necesita permisos, autorizaciones, licencias, de los gobiernos municipales, de los autonómicos o del gobierno central. Luego resulta que después de tantos controles y auditorias de cuentas, nadie se entera de que este o aquel chiringuito es una estafa hasta que los afectados salen a la calle indignados.

Los casos de corrupción que acaban en los juzgados, que me temo no serán todos, duran más que los seriales de la televisión, años y años que se prolongan sin término. ¿No pueden ir más rápidos los casos o es mejor que duren y duren?

Como se aproximan otras elecciones y al gobierno y a la oposición les dura el susto del resultado de las europeas, se dedican a buscar soluciones urgentes. Los socialistas novatos quizás piensen que tienen que virar más a la izquierda y aproximarse a los demagogos de las soluciones imposibles. Los populares a vender como grandes logros unas décimas más o menos de esos misteriosos indicadores macroeconómicos y la disminución de las cifras del paro que tampoco sabemos cómo se cuentan.

Francisco Rodríguez Barragán







 

 

 

¿Limpiar el campo político o hacer la revolución?

 
Estoy seguro de que la mayor parte de los políticos no son corruptos, al igual que la mayor parte de los sindicalistas. También pienso que la mayor parte de los jueces no están politizados y tratan de aplicar las leyes con imparcialidad y lo mismo puede decirse del resto de las instituciones y colectivos.

Cuando alguna parte de nuestro cuerpo está infectado, aunque el resto esté sano, nos aplicamos con toda diligencia a eliminar la infección, el tumor o lo que sea, porque sabemos bien que, de no atajar el mal, afectará a la totalidad de nuestra salud.

Esto que parece tan claro, no parece estarlo para las instituciones que forman el entramado político que articula nuestra convivencia como nación. Quieren atajar las corrupciones mediantes leyes de “transparencia” que viene a ser algo así como perder el tiempo, primero en ponerse de acuerdo sobre el contenido de la ley y después en la forma de aplicarla, quizás colgando en la red la contabilidad de cada partido, sindicato, ayuntamiento, etc.

Es posible que caigan en la cuenta de que el Tribunal de Cuentas puede ser suprimido ya que, o bien no ha sido capaz de detectar las corrupciones o las ha detectado fuera de plazo para actuar. Puedo estar mal informado, pero no recuerdo que este tribunal haya “empapelado” a nadie. He leído a veces sus informes señalando los agujeros de las cuentas que revisan, pero tengo la impresión de que no pasa nada.

Los políticos que no se han manchado con corrupciones, corruptelas, sobornos, cohechos, favoritismos ni comisiones, debían ser los primeros que combatieran la corrupción pero no es así. Seguramente callan para no incomodar a otros conmilitones que tienen en su mano incluirlos o no en las próximas listas electorales, llamarlos o no a los cargos que puedan presentarse y cosas así.

Pero ciertamente toda la clase política, sindical o judicial resulta cada vez peor valorada. Su debilidad ya ha empezado a ser utilizada por movimientos revolucionarios cuyo objetivo es la destrucción de lo que tenemos, para edificar sobre las ruinas sus problemáticos desvaríos.

Todas las revoluciones comienzan por señalar a determinados partidos o personas como culpables de todos los males, son: la casta, enemigos del pueblo a los que hay que descabalgar y destruir. Parte del pueblo, fácilmente convertido en populacho, estará más que dispuesto a tirar piedras, quemar contenedores de basura, destrozar el mobiliario urbano y otras “heroicidades” que contemplamos en nuestros televisores a mediodía o por la noche, convencidos de que están luchando por la libertad y la democracia.

Parece que a nuestros gobernantes les preocupan las próximas elecciones y que pueden convencernos de votarlos con una rebaja de impuestos. Por mi parte desearía que se aplicaran a erradicar la corrupción y el despilfarro inhabilitando a sus causantes para volver a entrar otra vez en la política y que urgieran a los tribunales a terminar los miles de casos que esperan una sentencia justa, pues una sentencia tardía me parece inútil.

El grito revolucionario de Podemos está siendo amplificado por todos los medios de comunicación, incluidos aquellos que lo critican. Quizás ha servido para despertar a la clase política pero, conseguido esto, sería preferible ignorarlo, mientras que se va desembarazando el panorama de corruptos y trincones. Ojo a los boletines oficiales: un millón de páginas anuales de disposiciones no hay pueblo que lo resista.

Francisco Rodríguez Barragán






 

¿Una España envejecida o un tiempo nuevo?



Los medios de comunicación se han hecho eco últimamente de los datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística que demuestran que está disminuyendo nuestra población, al mismo tiempo que se está envejeciendo, ya que la tasa de natalidad nos coloca en el furgón de cola de Europa.

Hay unos hechos que nos debían hacer pensar: cada vez hay menos niños, las mujeres que se deciden a traer un niño al mundo lo hacen más allá de los treinta años, el número de abortos crece sin cesar a pesar de todas las campañas anticonceptivas. Al parecer los medios químicos y mecánicos para impedir la concepción deben resultan insuficientes ya que se recurre al aborto como otro medio anticonceptivo más.

También ha caído en picado el número de matrimonios y aumentan las rupturas conyugales, 303 matrimonios se rompen cada día. Cada vez hay más parejas de hecho, su número se ha triplicado en los últimos doce años. Imagino que también se romperán estas uniones aunque no tengan que tramitar nada.

Es curioso que ahora que somos tan cuidadosos de la ecología y de la biodiversidad, sea la especie humana la más desprotegida. Destruir la nidada de huevos de un halcón peregrino es un delito severamente castigado mientras que destruir una persona humana en gestación, quieren convencernos de que es un avance en la conquista de derechos.

La revolución sexual y la ideología de género están marcando el devenir de nuestra civilización que no creo que vaya a mejor precisamente. Que la sexualidad haya dejado de estar al servicio de la vida y encuadrada dentro del amor entre un hombre y una mujer para formar una familia ¿es un avance?

Nuestros gobernantes están preocupadísimos con la economía. Todo se vuelve contar y recontar ingresos, gastos, deudas, impuestos, cifras macroeconómicas y vender humo de esperanza en un futuro que se va aplazando de un año para otro.

En cambio no parece preocuparles gran cosa la situación de debilidad y ruina de la institución familiar, piedra angular de toda sociedad. Parece más urgente contentar a colectivos estériles que ayudar positivamente a las familias ya que estamos a la cola de Europa en cuanto a ayudas y protección a las familias. No parece existir siquiera un plan de conciliación entre la vida laboral y familiar, pero se ha alumbrado en Andalucía y quizás en otras autonomías,  leyes sobre la transexualidad, que no creo que fuera demandada con urgencia por la población.

Me da la impresión de que Occidente, que representó los mejores logros civilizatorios, está empeñado en suicidarse, en dejar el espacio a otros pueblos y culturas que están ocupándonos sin pausa. No deja de sorprenderme que el Edificio España de Madrid haya sido adquirido por un millonario chino y que la plaza de toros de Barcelona pueda terminar convertida en mezquita, mientras que escuchamos la oferta de mercancías tan averiadas como las recetas de Podemos, las trapisondas del señor Mas, los problemas sucesorios de los socialistas y las noticias de los mil y un casos judiciales que se eternizan en manos del poder judicial.

Ojalá empecemos a pensar en las cosas fundamentales, como la vida y la familia, los derechos y los deberes de cada cual, sin esperarlo todo de un estado providente imposible de sostener.

Francisco Rodríguez Barragán






 

La crisis, los políticos, los partidos y los ciudadanos.



Estamos sufriendo una situación de crisis que se prolonga ya varios años y que durará otros más, a pesar de las tibias esperanzas que ofrece el gobierno, utilizando indicadores económicos que los ciudadanos no podemos comprender ni comprobar, solo creerlas o no.

No se me alcanza que en Bruselas decidan sobre nuestro destino una serie de personas que no conocemos pero que urgen reformas que a todos nos afectan. Reformas laborales, subidas de impuestos, normas de obligado cumplimiento en política agraria, política inmigratoria, carburantes, energía, etc. Creo que lo único que buscan es que quienes prestaron dinero a España lo recuperen.

Trenes de alta velocidad, metropolitanos, aeropuertos, polideportivos y teatros en cada pueblo y tantos otras cosas que se abordaron sin el más mínimo estudio de rentabilidad ni de sostenibilidad, con dinero prestado que hay que  devolver, pues ninguna administración contaba con presupuesto propio para hacerlo.

La misma falta de previsión de nuestras onerosas administraciones, les ocurrió a los particulares que compraron ladrillo sin dinero. Al parecer nadie sospechó la estafa de aceptar un crédito cuyo importe era superior al valor del bien hipotecado, bien que ahora no vale ni la mitad pero la deuda no se ha reducido sino que ha aumentado y como nuestras leyes establecen que los deudores responden de las deudas contraídas con sus bienes presentes y futuros, serán perseguidos con embargos de sueldos y salarios por muchos años.

Pero mientras el ciudadano se amarga la vida buscando como quitar la trampa, las trampas de las administraciones las cubren con emisiones de deuda que habremos de pagar, a través de impuestos, durante varias generaciones.

Gobierno y oposición discuten  y se acusan mutuamente de la situación y como les interesa más el poder que el bien común no hay forma de que aúnen sus esfuerzos para resolver los problemas. Si el gobierno tropieza con una dificultad la oposición se frota las manos y se lanza en tromba para deslegitimarlo y si es la oposición la que tiene problemas el gobierno sin duda se alegra.

Aquí nadie piensa en el bien de los españoles sino en las próximas elecciones y como tenemos elecciones variadas, siempre estamos en campaña de prometer esto o aquello, aunque luego todo se quede en nada.

La inquina que manifiestan los políticos de cada partido frente a los demás, está llegando a la calle de forma cada vez más agudizada. Las variopintas tertulias de los medios de comunicación, no son en absoluto lugares de diálogo en busca de soluciones, todos gritan, nadie escucha y los espectadores ya saben de antemano lo que cada uno va a defender. 

Cada día nos cruzamos con alguna protesta callejera en la que desfilan colectivos que enarbolan pancartas, arman ruido y dificultan el tráfico. Todos se creen cargados de razón y ejercen su derecho constitucional a manifestarse pero deberían ser los políticos a quienes votaron los que acogieran y gestionaran los problemas de los ciudadanos a quienes dicen representar, pero nuestra democracia no funciona así. Creo que pocos recuerdan al político a quien votaron en las generales, autonómicas, locales o europeas, solo recuerdan al partido y los elegidos representan a su partido y no a sus votantes.

Francisco Rodríguez Barragán