lunes, 23 de junio de 2014

Discurso inaugural de Felipe VI

Cuando tantas plumas autorizadas han escrito sobre la llegada al trono de España de Felipe VI y su discurso inicial, es un atrevimiento por mi parte decir algo al respecto, pero el mismo día de la abdicación de Don Juan Carlos escribí que dado que nuestra Constitución encarga al Rey arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones, esto solo puede ejercerse desde la auctoritas, que es un saber socialmente reconocido, que hay que adquirir mediante un esfuerzo sostenido, para estar por encima y más allá de las luchas de poder, de los intereses partidarios.

Decía también que el nuevo Rey necesitaría de un bien desarrollado sentido común y de una conducta intachable, desprendida, generosa, capaz de acercarse a los ciudadanos y comprenderlos, capaz de señalar los fallos y las equivocaciones que cometan las instituciones y que podría moderar y arbitrar cuando sus observaciones y sugerencias tengan el suficiente peso para ser escuchadas por los que detentan la potestas, es decir el gobierno de la nación.

He leído atentamente el discurso del nuevo rey que se presenta como una monarquía renovada para un tiempo nuevo, lo cual suena bastante bien y lo que dice respecto al modo como ejercerá el papel que la Constitución asigna a la Corona, su compromiso con la sociedad, su aspiración a ser fiel intérprete de las aspiraciones y esperanzas de los ciudadanos y compartir y sentir como propios sus éxitos y sus fracasos, me parece un laudable deseo.

Dice el Rey que hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios éticos y morales inspiren nuestra vida pública. Esta rotunda afirmación demuestra que estamos padeciendo una profunda crisis de principios y valores y su llamamiento a que la ejemplaridad presida la vida pública, toca la parte más sensible de la situación que hay que resolver con principios y valores consistentes, como el derecho a la vida, el papel de la familia o la erradicación de la corrupción, aunque no haya hecho ninguna referencia al respecto.

El deseo de que los ciudadanos recuperen y mantengan la confianza en sus instituciones y una sociedad  basada en el civismo, la tolerancia y la honestidad, me parece asimismo un buen programa pero, si hay que recuperar alguna cosa, es porque se ha perdido. Los ejemplos de vandalismo, intolerancia y deshonestidad nos los sirven cada día los noticiarios. Se recoge lo que se siembra.

Reconocer que España es una y diversa es una obviedad que ha dejado de serlo cuando hay trozos que quieren dejar de ser españoles. Después de una larga etapa en la que se han desarrollado los nacionalismos excluyentes y sembrado odio y división, hará falta algo más que buenas palabras para volver a vivir la igualdad, la solidaridad y el respeto a la ley entre los pueblos en una España en la que quepamos todos.

Quizás para marcar la aconfesionalidad del estado han sido eliminadas de todas las  ceremonias cualquier referencia religiosa en esta sucesión, no obstante la Conferencia Episcopal ordenó celebrar la misa por el nuevo rey. El apóstol San Pedro nos dice a los cristianos en su primera carta: honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios y honrad al rey. Trataré de cumplirlo.

Francisco Rodríguez Barragán



Los cristianos del siglo II y los del siglo XXI



A finales del siglo II  (d.C.) un autor desconocido escribió, en lengua griega, una carta dirigida a un tal Diogneto que se interesaba por comprender  la religión de los cristianos que estaban creciendo dentro del imperio romano.
En el capítulo V de esta carta, el autor, trata de explicar las similitudes y diferencias de comportamiento  entre la minoría de cristianos y los que no lo eran, lo que me ha llevado a preguntarme si todo ello sería aplicable a los cristianos de hoy en el mundo que nos ha tocado vivir.
Habría que hacer notar que el cristianismo en el siglo II era una novedad y los cristianos una activa minoría respecto a los paganos con unas diferencias bien marcadas. Hoy las cosas no resultan tan claras ya que hay mucha gente que se consideran cristianos pero es dudoso que realmente lo sean y los que abiertamente están en contra, lo que buscan es construir una sociedad pos-cristiana, en la que se vaya diluyendo la vivencia y el recuerdo de todo lo que representa la Iglesia.
Dice el autor a Diogneto que los cristianos no se distinguen de los demás hombres por su lenguaje, ni por su modo de vida pero su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan una enseñanza basada en autoridad de hombres. No creo que esto podamos decirlo hoy de todos los que se dicen cristianos.
Dice que los cristianos viven en su propia patria pero como forasteros, toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan como extranjeros, igual que todos se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben.  ¿Todos los que se dicen cristianos están en contra del aborto?
Dice que viven en la tierra pero su ciudadanía está en el cielo ¿Todos los que se dicen cristianos creen en una patria futura y definitiva más allá de la muerte? Dice que obedecen las leyes establecidas pero, en su modo de vivir, las superan. Desde luego hay cristianos que hoy cumplen las leyes, aman a todos  y están dispuestos a sacrificarse por los demás ¿muchos o pocos?
También dice a Diogneto que los cristianos son perseguidos y condenados sin conocerlos, que son maldecidos y ellos bendicen, que hacen el bien y son tratados como malhechores. Las minorías cristianas de muchos países son perseguidas constantemente pero también aquí, los que adoptan una postura cristiana militante, apuestan por la vida, se oponen a la destrucción de la familia, no aceptan que nuestro destino sea disfrutar del placer sin responsabilidad, ni se callan frente a la ingeniería social que manipula a la juventud, son perseguidos y acosados, son etiquetados con adjetivos denigrantes, aunque den de comer a los hambrientos, vistan a los que están desnudos, promuevan la justicia, luchen contra la exclusión.
Lo que pasaba en el siglo II puede servirnos de reflexión en este siglo XXI para comprobar que entonces y ahora ser cristianos de verdad resulta difícil. Es un espejismo peligroso pensar que, como muchas personas se declaran cristianos en las encuestas, nuestro mundo es cristiano cuando en realidad es pagano, o mejor neopagano, que busca con astucia convencernos que el cristianismo pasó y ahora vivimos en un mundo pos-cristiano en el que Dios ha dejado de ser necesario para el hombre.
Francisco Rodríguez Barragán
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/177393/los-cristianos-del-siglo-ii-y-los-del-siglo-xxi#.PIT2hQCpIPMwPP1 
http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/31504/2014-05-24.html 
http://www.aragonliberal.es/noticias/noticia.asp?notid=78788&menu=3 
http://www.analisisdigital.org/2014/06/01/los-cristianos-del-siglo-ii-y-los-del-siglo-xxi/ 
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=30212&id_seccion=5&PHPSESSID=57ec9d68ab480c9169f9ee7413e27c97 
http://www.elguadalope.es/2014/06/20/los-cristianos-del-siglo-ii-y-los-del-siglo-xxi/ 





El temor del Señor es saludable para el hombre


La sabiduría es una cualidad apreciada por la gente, pero habría que preguntarse sobre qué sabiduría hablamos. Normalmente entendemos por sabios aquellos que dominan una determinada materia y los que han hecho aportaciones para el mejor conocimiento de la misma. El saber de una materia no significa que tenga autoridad sobre las demás, aunque a veces la afirmación de que Dios no existe o que haya algo más allá de la muerte se valora como cierta porque lo haya dicho un geólogo, un médico, un físico o un filósofo de cierta fama. Tampoco depende la existencia de Dios de la opinión de los teólogos.
En la biblia podemos leer muchas veces la afirmación de que el principio de la sabiduría es el temor del Señor, pero este temor no significa miedo sino la actitud de quien es consciente de su condición de creatura, de su dependencia absoluta de su creador, ante el que habrá de rendir cuentas de lo que hizo con los dones que recibió. Entre estos dones están la razón, la conciencia y la libertad.
Habrá quien vea contradictorio el temor del Señor y su amor por todas las criaturas, pero no hay tal contradicción ya que el temor al juicio de Dios es una seria advertencia para que el hombre encauce su vida de forma acertada.
Quienes no creen que Dios exista tampoco lo temerán, al reconocerse como libres no entenderán su propia conciencia y teniéndose por sus propios dioses, decidirán sobre el bien o el mal como les venga en gana, aunque utilicen argucias legales para imponer los derechos y obligaciones que se les ocurran.
Otros quizás piensan que Dios es algo así como un abuelo complaciente, que no nos va exigir ninguna responsabilidad. Creen en Dios pero no creen en el infierno que les parece un invento asusta niños, Cualquiera que tenga algún resto de razón tendrá que admitir que no es razonable que sea idéntico el destino de las víctimas y el de los verdugos  y volver a la nada es algo que, si de verdad lo creyéramos, nos desanimaría de cualquier esfuerzo, de cualquier objetivo.
La vida del hombre tiene sentido cuando aceptamos que somos hechura de Alguien que está por encima de nosotros, más grande que cualquier cosa que nos podamos imaginar, que nos hizo por amor, nos dotó de libertad, quisimos ser como dioses y quedamos marcados por el mal. ¿Hay alguien que se atreva a negar la presencia del mal en el mundo?
La distancia que hay entre Dios y las criaturas es inconmensurable, pero Dios se  nos ha acercado, se nos ha revelado y ha llegado a hacerse uno de nosotros en Cristo, el Hijo de Dios, para redimirnos del mal si nosotros queremos ser redimidos, pero si le volvemos la espalda ¿qué pasará? ¿No es lógico que Dios nos castigue?
Para evitar castigarnos se nos repite que el principio de la sabiduría es el temor del Señor y tienen buen juicio los que lo practican. Los insensatos que dicen que no hay Dios que les pida cuentas, saldrán de su error cuando menos lo esperen. La vida del hombre sobre la tierra acaba en la muerte y en la muerte comienza la vida eterna.
Francisco Rodríguez Barragán



El poder moderador del Rey

Nuestra Constitución, en su artículo 56, dice que el Rey es el Jefe del Estado y símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones y asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, declara que la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad, pues de sus actos serán responsables las personas que los refrenden, es decir el Gobierno.

Está claro que el Rey carece de poderes, la potestas, el poder corresponde al Gobierno que la ejerce a través de su estructura jerárquica que utiliza el poder coercitivo que, en principio, resulta socialmente reconocido. Son los cambiantes gobiernos los que dictan leyes y normas de obligado cumplimiento y tienen los medios para imponerlas a los ciudadanos.
Pero el encargo constitucional de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones, requiere que el Rey tenga la autoridad, la auctoritas, que es un saber socialmente reconocido, que hay que adquirir mediante un esfuerzo sostenido, para estar por encima y más allá de las luchas de poder, de los intereses partidarios.
Solo será posible el papel moderador del Rey si su auctoritas nace de un bien desarrollado sentido común, de una conducta intachable, desprendida, generosa, capaz de acercarse a los ciudadanos y comprenderlos, capaz de señalar los fallos y las equivocaciones que cometan las instituciones. Podrá moderar y arbitrar cuando sus observaciones y sugerencias tengan el suficiente peso para ser escuchadas por los que detentan la potestas, sin que el ser aceptadas o rechazadas merme para nada su auctoritas.
Si la actividad política ha de tener como objetivo el bien común, el primer servidor del bien común ha de ser el Rey, cumpliendo aquello de quien quiera ser el primero sea el último y el servidor de todos.
Es de suponer que el nuevo Rey llega bien preparado para el ejercicio de su papel pero, además de estar al corriente de lo que pasa en Europa y en el mundo, ha de conocer nuestra situación real, en los ámbitos internacionales, por encima de las visiones interesadas y partidistas. No podemos reducir el papel del Rey al de mero agente de la marca España.
Desempeñar adecuadamente el papel de Rey exige más tiempo de reflexión que de distracción. Exige un gran amor por la verdad y la justicia, lo cual implicará sin duda problemas y sacrificios. La influencia moderadora hay que ganarla cada día, demostrando con hechos que el bien común de los españoles está por encima de cualquier otro interés. Por supuesto que habrá de sufrir tensiones importantes con los gobernantes investidos de potestas, si tiene que llamarles la atención por sus conductas inapropiadas.
Los fundamentalistas democráticos estarán siempre amenazando con abolir la monarquía parlamentaria para sustituirla por algún tipo de república. La conducta del Rey tendrá que demostrar día a día que se puede amar y servir a España sin necesidad de ser elegido en las urnas, ni encabezar ningún partido monárquico.
Esperemos que el nuevo Rey Felipe VI satisfaga los deseos de paz, justicia y prosperidad que tenemos los españoles. Por mi parte pido a Dios que le dé  larga vida y acierto en sus decisiones.
Francisco Rodríguez Barragán


Una revolución distinta



Al igual que todos he quedado sorprendido por el resultado electoral de una candidatura que ha obtenido millón y cuarto de votos y cinco escaños en el Parlamento Europeo con un programa de alto riesgo, si es que llegara alguna vez a ponerse en práctica, una palabra ariete: “Podemos” y la cara de su líder.
Este exitoso experimento se presenta, según dicen, para canalizar políticamente la ira de todos los indignados que vienen expresando su malestar desde hace algún tiempo con acciones a veces pacíficas y a veces violentas por parte de grupos que  destrozan el mobiliario urbano, incendian los contenedores de basura, atacan a determinados establecimientos y agreden a la policía con eficaces técnicas de guerrilla urbana.
Pienso que hay motivos para la indignación de mucha gente, pero no creo que atizar el odio y el enfrentamiento vaya a traernos una justa solución de los problemas laborales, económicos, financieros y políticos que requieren el esfuerzo y la colaboración de todos para salir de una situación difícil y sin perjuicio de exigir responsabilidades a quienes la hayan causado.
Es peligroso alentar aspiraciones revolucionarias para establecer utopías que terminan en nuevas y peores injusticias, como podemos comprobar no solo por la historia sino por la realidad de las revoluciones que están ante nuestros ojos, aunque haya iluminados que les parezcan envidiables.
Pero otra revolución es posible, se llama conversión. Es necesario que los que odian dejen de odiar y amen a su prójimo, los que roban y estafan devuelvan lo robado y se dediquen a buscar el bien común, los que quieran ser líderes que sean lo últimos y servidores de todos, que los que mienten y manipulan busquen con ahínco la verdad, que todos busquemos la justicia dentro de nosotros mismos más que en los juzgados, que trabajemos por la paz y corramos tras ella.
Seguro que pensarán que lo que digo es otra utopía inalcanzable pero creo que el amor es más fuerte que el odio, más capaz de transformarlo todo, basta con estar dispuesto a ello con humildad y la ayuda de Dios y su misericordia infinita no faltará, como tampoco faltará la persecución, el insulto y la burla de los beneficiarios de la injusticia o de los soberbios que aspiran a imponer un orden nuevo sin Dios, que siempre resultará contra el hombre. Eso ya estaba anunciado en el evangelio, pero prefiero ser perseguido por mi fe que serlo por delincuente o por guerrillero urbano de los que esconden su cara para destruir, incendiar o apedrear a la policía.
Un verdadero cristiano, Francisco de Asís, que pedía a Dios llevar amor donde hubiera odio, perdón donde hubiera ofensa, unión donde hubiera discordia, luz donde hubiera tinieblas, verdad donde hubiera error, alegría donde hubiera desesperación, porque dando se recibe, perdonando se es perdonado, muriendo se resucita a la vida eterna.
Que con las ideas de Francisco no se arregla el mundo, podrá parecer lógico, pero la lógica es un invento humano, mientras que el amor al prójimo y la oración son inventos divinos al alcance de todos, pocos o muchos, que se decidan a ser sal de la tierra, luz del mundo, levadura en la masa. Los cristianos podemos.
Francisco Rodríguez Barragán




¿Qué hago el 25? ¿A quién voto?



Llegaron las elecciones europeas y comenzamos a recibir mensajes variados. La encuesta del CIS nos dio sus previsiones de que los dos partidos mayoritarios perderían votos, mientras crecerían algo los minoritarios de la izquierda, pero no los minoritarios de la derecha. ¿Tienen incidencia las encuestas en la emisión del voto?
Publicar que determinadas formaciones no conseguirán nada es advertir a los que pudieran pensar en votarlos, que desperdiciarían su voto, en cambio, si los partidos minoritarios de izquierda crecen, los votantes de esta tendencia tienen más opciones para un voto útil, restando así votos al partido socialista.
Creo que los españoles estamos pensando utilizar estas elecciones europeas para ajustar  cuentas con los dos grandes partidos. Unos no han olvidado la nefasta gestión del Sr. Rodríguez Zapatero y otros esperaban que la del Sr. Rajoy resolviera rápidamente los problemas y cumpliera el programa con el que se presentó a las elecciones.
El debate televisivo Cañete-Valenciano me ha resultado decepcionante. La señora  Valenciano demostró un mayor dominio del gesto desdeñoso, la mirada envolvente, la rotundidad de sus afirmaciones, aunque no fueran ciertas, mientras que el señor Cañete, estuvo envarado, a la defensiva con datos, sin duda ciertos, pero que su oponente despreciaba con la maestría de una actriz consumada que recita el papel que le han asignado.
Cada vez que el señor Cañete se refería a la herencia recibida con datos económicos y estadísticos,  la señora Valenciano se mofaba con su desparpajo burlesco y acusaba al Sr. Rajoy de todos los males que padecemos y de los que el gobierno anterior no tendría ninguna responsabilidad, según su parecer ¿?.
Encorsetado en los datos económicos, no supo el señor Cañete hablar de otra parte de la herencia recibida de los gobiernos socialistas, tan grave o más que la económica. Me refiero a la ingeniería social aplicada por Rodríguez Zapatero con su nefasta asignatura de educación para la ciudadanía, el divorcio exprés, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la ley de plazos del aborto, vendida como “derecho de la libertad de las mujeres” que utilizó como bandera la señora Valenciano.
Resultó deprimente que el señor Cañete respondiera tímidamente con el caso de aborto de menores de edad y confesara que para la ley que prepara el gobierno se buscará el mayor consenso. Es decir, que el PP no apuesta claramente por los derechos del niño en gestación, por la vida, por si ello le hace perder votos, como tampoco apuesta por la familia, a pesar de lo que dijera en su programa.
La señora Valenciano clamó contra los recortes en educación a lo que el señor Cañete opuso algunas cifras que pasaron desapercibidas, cuando tenía la ocasión de recordar el desastre educativo que comenzó con la LOGSE de Rubalcaba, cuyos resultados están a la vista con los informes PISA, abandono escolar, pase de unos cursos a otros con suspensos, conceder becas a los que no estudian, etc. etc.
¿De Europa se habló algo? De lo que se hace en la CE y de lo que ha hecho el señor Cañete en ella, habló con datos y cifras, que no podían competir con la actuación lírica de la señora Valenciano que ofrecía unos cambios maravillosos si llegan a mandar en la CE los socialistas y lo mal que irán los derechos y libertades de los trabajadores si mandan los del Partido Popular. ¡Demagogia barata!
¿Qué hago el 25? ¿A quién voto?
Francisco Rodríguez Barragán