domingo, 3 de junio de 2012

Explicaciones y responsabilidades, por favor


Cuando supimos que se adelantaban las elecciones, pensamos que el desastroso gobierno que padecíamos sería sustituido por el otro partido mayoritario, que con su anterior experiencia de gobierno y casi dos legislaturas de oposición, tendría preparado un meditado programa de gobierno y así pareció confirmarlo en su campaña electoral con la que consiguió la mayoría absoluta.

Quedamos bastante sorprendidos cuando sus decisiones inmediatas nada tenían que ver con su programa. La explicación que se nos ha ofrecido es que la situación que han encontrado era mucho peor de lo que esperaban. La deuda del estado central, de los gobiernos autonómicos y las corporaciones locales, presentaba unos enormes déficits que era necesario reducir en corto plazo por exigencia de la Comunidad Europea.

El sistema financiero, del que el anterior gobierno presumía, está resultando un fiasco increíble con un agujero cada día más grande, sin que resulte nada claro por qué se ha producido ni como lo van a resolver. Se nos hizo creer que con las fusiones de las Cajas de Ahorros y su conversión en nuevos bancos se estaba resolviendo el problema. Nada más falso: juntando varios agujeros éstos no desaparecen sino que se forma un agujero mayor. El alucinante caso Bankia es el paradigma más claro de nuestra ruina, sobre el que nadie ofrece una explicación creíble y clara.

No me cabe en la cabeza, sin duda porque soy torpe, que el Partido Popular, con presencia en los gobiernos de todos los ámbitos y en los consejos de administración de todas las Cajas, no se haya enterado de lo que estaba pasando y elaborara un programa imposible de aplicar.

En un sistema democrático las decisiones se toman por mayoría, pero la minoría de la oposición tiene la obligación de enterarse de lo que ocurre y en qué se gasta el dinero de los españoles. Si la oposición no se enteró de la situación hasta después de las elecciones, solo puede ser porque no jugó el papel que le correspondía o fue astutamente engañada por el gobierno, en cuyo caso hay que denunciar a los responsables de las ocultaciones.

No debemos olvidar que tanto la mayoría gobernante como la minoría en la oposición, cobran sueldos sustanciosos de todas las instituciones y consejos de administración. No podemos exigir a nuestros representantes, mayoría o minoría, que no cometan errores, pero si la necesaria integridad moral para evitar el despilfarro y la corrupción, dando cuenta de sus actos y aceptando las responsabilidades que correspondan, sin que ganar o perder las elecciones exonere a nadie de sus culpas.

Comprendo que las cuestiones económicas y financieras, la presión de Europa y la desconfianza de los mercados tienen agarrotado al gobierno. Esperamos reformas en muchos campos: justicia, educación, familia, aborto, duplicidad de administraciones, entre otros,  que no vemos aflorar por ningún lado.

Mientras tanto nada se resuelve y todo se encona. Por favor, expliquen con claridad por qué nadie previó la burbuja inmobiliaria, ni nadie vigiló a las entidades financieras, ni por qué la creciente deuda del estado está impidiendo que fluya el crédito imprescindible para las empresas. Por favor, exijan responsabilidades a los culpables del paro, de los desahucios, de las quiebras, del desastre en que estamos sumidos.

Francisco Rodríguez Barragán
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/84889/explicaciones-y-responsabilidades-por-favor 
 http://www.analisisdigital.org/2012/05/31/explicaciones-y-responsabilidades-por-favor/
http://www.camineo.info/news/207/ARTICLE/20873/2012-05-31.html
http://elguadalope.es/2012/06/01/explicaciones-y-responsabilidades-por-favor/
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=23175


¿Es ética nuestra conducta?


Desde la familia a las organizaciones internacionales, pasando por nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestra comunidad autónoma y nuestra nación, vivimos inmersos en una sociedad compleja, cuyo buen funcionamiento exige que todos y cada uno de nosotros tengamos un comportamiento ético en nuestro actuar de cada día. La ética es el conjunto de principios y reglas morales que regulan las relaciones humanas.

Lo anterior puede ser compartido por mucha gente, al menos a nivel teórico. Pero es necesario descender a la práctica de cada día de los españoles y veo que aunque mucha gente se comporta bien normalmente, no reacciona frente a los que actúan mal, unas veces por no complicarse la vida y otras por una tolerancia mal entendida.

A nivel familiar no hay una exigencia generalizada de que todos los miembros, incluidos los hijos, colaboren en las cargas y tareas del hogar familiar,  por lo que la educación es deficiente, la conducta de los padres en exceso permisiva. Hay una creciente inestabilidad de los matrimonios y los cambios de pareja se están aceptando como normales. Estos comportamientos ¿son éticos?

Podemos comprobar cada día pintadas en las paredes de nuestras casas y monumentos y destrozo del mobiliario urbano. No hay un rechazo social suficiente de estos vándalos y pintamonas, ni de los que ensucian las calles, arrojan basura, cortan las flores de los jardines. La mayoría de las personas no hacen estas cosas,  pero tampoco hacen nada por erradicar estos desmanes, por educar en el respeto a las cosas comunes.

Conseguir una baja laboral o alargarla de forma fraudulenta no es una conducta rara entre nosotros, aunque nadie se considera un delincuente por hacerlo. Llegar tarde al trabajo o rendir poco, es bastante habitual en algunos compañeros; el jefe o patrón puede llamarles la atención, pero los demás callan, aunque los critiquen por lo bajo.

Copiar en un examen sería algo muy mal visto en otros países, aquí no es cosa que extrañe, se acepta como normal y nadie protesta. ¿Es ético conseguir un aprobado, un título, un puesto de trabajo, sin mérito y capacidad demostrada?

Si pasamos de todas estas cosas y nos fijamos en los políticos, la falta de ética de muchos de ellos se está señalando constantemente por los medios de comunicación, pero sus desmanes y despilfarros, solo producen el rechazo de los políticamente contrarios. ¿Podemos presumir de ser un estado ético, cumplidor de sus compromisos?

Los manifestantes de cada día, se repite constantemente en sus pancartas que están por la defensa de lo público, pero la cosa pública, la res publica, parece más una ubre de la que disfrutar sin control que algo que haya que administrar de forma más escrupulosa que lo propio.

Los bienes comunes son el resultado de las aportaciones y sacrificios de varias generaciones de españoles. Su administración eficaz y eficiente exige la ética de todos y la integridad de los gobernantes. ¿Cuántos españoles estamos de acuerdo en ello?

Revisemos cada cual nuestro comportamiento, sin engañarnos a nosotros mismos, quizás todos tengamos algo que rectificar.

Francisco Rodríguez Barragán









¿Reclamar derechos o aceptar deberes?


Nada hay gratis.

 

Nada hay gratis, siempre las cosas las paga alguien. Costará, quizás, más de una generación desarraigar la equivocada convicción de que papá-estado está obligado a resolvernos la vida: enseñanza, sanidad, empleo, vivienda, etc. Como niños malcriados, nos rebelamos cuando nos merman o recortan los beneficios que veníamos recibiendo gratuitamente.

Lo que se recibe a cambio de nada, alguien lo ha pagado. El Estado puede gobernar peor o mejor, pero no tiene ninguna posibilidad de crear dinero de la nada. A lo largo del tiempo, los sucesivos gobiernos asumieron como obligación propia la redistribución de la renta, para lo cual se inventaron la enseñanza y la sanidad pública y gratuita y ampliaron constantemente el campo de aplicación de la seguridad social.

Todo esto está en crisis y parece difícil seguir manteniéndolo. Pero después de tanto ofrecer derechos a cambio de votos, resulta arriesgado hablar de deberes, sobre todo del deber de cada cual de tomar la responsabilidad de su propia vida.

¿Qué ha pasado? Todos hemos visto carteles explicativos de que tales y cuales obras se estaban realizando con fondos europeos. También la Comunidad Europea, con afán redistributivo, organizó ayudas a los países más pobres, para irlos igualando con los más ricos. Sin duda España recibió estas ayudas pero a pesar de ello resulta que estamos arruinados y entrampados. Los estudiosos de la economía debían de explicarnos cómo hemos llegado a esta situación.

Oímos hablar de la construcción de aeropuertos  a los que no llegan aviones, líneas de alta velocidad sin viajeros, costosas líneas metropolitanas en ciudades que no las necesitan. También compruebo que en pueblos cercanos a la capital de mi provincia se han construido teatros, que apenas son utilizados y no pueden costearse, al igual que otras instalaciones que representan una carga para los ayuntamientos difícil de soportar.

Quizás todo empezó con los fastos del V Centenario y la Expo de Sevilla, repetida en otras capitales con escaso resultado para activar sus economías, pero sí para producir derroches, corrupción, deudas.

Veo muchos días a una pobre mujer que, sentada en una caja, hace collares y pulseras ensartando cuentas de madera, conseguirá unas pocas monedas por su trabajo, lo que me parece más digno que protestar y no hacer nada, aunque quizás cualquier día la policía local la exija papeles o permisos imposibles.

Hipotecas, desahucios, despidos, EREs. ¿Nada de esto se podía prever? Quizás los políticos, en el corto plazo de su legislatura, prefirieron ignorar lo que iba a ocurrir después. El sistema financiero, que Zapatero calificó de campeón, actuó mal. Prestó el dinero a quien no lo podía devolver y el dinero no era el suyo, el del banco, sino el de sus clientes, que tenía que haber cuidado con especial atención, o a su vez pidió prestado al Banco Central Europeo dinero, a un interés tan bajo, que animó a los codiciosos financieros a endeudarse con el banco europeo para prestarlo a mayor interés al gobierno o a empresas inmobiliarias y constructoras que crearon una burbuja que terminó por estallar. El encargado de controlar todo esto ¿qué hizo? Nada.

Sin perjuicio de exigir las responsabilidades oportunas a los que han actuado rematadamente mal, dejemos de reclamar derechos y apliquémonos a ejercitar nuestros deberes, el primero de los cuales es confiar más en nuestro esfuerzo que en la providencia del estado.

Francisco Rodríguez Barragán

















Reflexión con un billete en la mano



Cuando comenzamos a usar el euro con ilusión y abandonamos con pena nuestra vieja peseta, vimos que los billetes llevaban impresos puentes y ventanas, era un símbolo: entre los países de Europa se tendían lazos de unión, se abrían ventanas para comunicarnos, para compartir una nueva historia común. No hay historia sin problemas y tensiones.

Después de unos años que parecían augurar un destino de prosperidad, han empezado las dificultades. Se habla de deudas y rescates de miles de millones. En unos años nuestra economía se ha hundido, se ha producido un paro insoportable, afloran inmensas deudas y cada vez resulta al gobierno más oneroso  conseguir dinero prestado e imposible a las empresas.

Para salvar la estabilidad del euro, según dicen,  nos prescriben medidas dolorosas, que no hay más remedio que aplicar, aunque sean impopulares. Esta impopularidad es aprovechada por los mismos que por acción u omisión causaron el estropicio para debilitar al gobierno.

Pero más allá de todo esto, quizás deberíamos reflexionar sobre el papel que representa el dinero en nuestras vidas. No hay duda de que su invención en Lidia en el siglo VIII a.C. fue sobremanera útil. El intercambio de bienes y servicios entre las personas, se facilitó al utilizar unidades de cuenta para fijar el precio de cada cosa.

Para conseguir cierta fijeza en las unidades de intercambio se recurrió a los metales nobles y escasos: el oro y la plata. Seguimos hablando de dinero contante y sonante, aunque los billetes no tengan ningún sonido. A la hora de pagar se nos pregunta si lo vamos a hacer en metálico o con tarjeta; lejano recuerdo de los metales que servían para el intercambio.

Los billetes estuvieron respaldados por las reservas oro y plata de los bancos centrales, hasta que se abandonó el patrón oro antes de terminar la primera mitad del siglo XX, por los acuerdos de Bretton Woods. Desde aquel momento cada nación imprimió sus billetes, en cantidades que resultan un misterio para la gente. La Comunidad Europea creó el ecu y luego el euro como moneda común y el Banco Central Europeo decide cuando darle a la máquina de imprimir billetes.

En el mercado internacional cada moneda tiene el valor que se le otorga a su país emisor y solamente unas cuantas son aceptadas en cualquier sitio. El dinero es una mercancía más en manos de los financieros ¿podemos fiarnos? ¿Quién los vigila? ¿Quiénes lo atesoran para que no circulen?

Cuando tenemos en nuestra mano un billete de 50 euros podemos preguntarnos sobre el valor que representa. Imprimirlo es barato pero ¿hay algo que lo respalde? Hoy podemos comprar determinadas cosas pero quizás, dentro de poco, nos darán menos cantidad de las mismas cosas por el mismo billete.  También podría ser que nos dieran más, aunque no es probable.

Oí hablar de la atracción libidinosa del dinero, pues si encontramos un billete en la calle, entre basura o mojado, lo llevaremos a nuestro bolsillo sin ninguna aprensión. También he leído que muchos billetes tienen restos de cocaína al ser utilizados para esnifar el polvo. Cada billete podría contarnos su historia al ir pasando de mano en mano para pagar una compra, un servicio, una droga, un cuerpo, un soborno y también cuando se convirtió en ayuda, en limosna, en regalo.

Unos porque tienen mucho,  otros porque tienen poco y otros porque no tienen ninguno, todos pensamos en el dinero. ¿Será posible hacerlo sin codicia y con solidaridad?

Francisco Rodríguez Barragán













¿QUIÉNES SOMOS LOS ESPAÑOLES?


El sujeto pasivo de esta crisis y de todas las crisis que hemos sufrido, es el conjunto de los españoles, pero advierto que la palabra españoles, así en plural, apenas si tiene circulación sustituida por la de ciudadanos.

Cuando algo cambia de nombre es, que la realidad a la que aludía el sustantivo abandonado, se ha transformado en algo diferente. Puede observarse que la palabra pareja está desplazando a la de matrimonio; la de compañero o compañera a la de esposa y marido.

Hay quien piensa que cambiando las palabras se puede modificar la realidad aunque por mi parte creo que es al revés: si cambia la realidad cambian las palabras. Sustituir padre y madre por progenitor A y progenitor B, no ha modificado, hasta el momento, la realidad, aunque cualquiera sabe lo que nos reserva el futuro y las técnicas ganaderas de inseminación artificial aplicadas a las personas.

Pero volviendo a la palabra españoles, cada vez menos usada, me pregunto si sigue existiendo un conjunto real al que poder aplicarla, un estilo colectivo de existir, de ser, al que pueda aplicarse el nombre de español, si sigue existiendo algo a lo que llamar España.

No somos españoles porque hablemos el español pues lo compartimos con muchas otras naciones que también lo hablan. Hemos creído siempre que éramos españoles los nacidos en territorio español, pero oyendo lo que dicen los representantes de algunos trozos de España, parece que tampoco.

Los que tuvimos la suerte de estudiar la Historia de España antes de la parcelación autonómica, pensábamos que éramos españoles porque compartíamos un pasado común de glorias y fracasos. Pues tampoco: hay trozos de España que  reniegan de la historia común para afirmar la propia.

Quizás seamos españoles porque nos una un destino común: construir una gran nación, tener un papel importante dentro de Europa o dentro de la comunidad iberoamericana. Por desgracia parece que aportamos más problemas que soluciones a Europa y nuestro papel en el mundo es bien escaso. No tenemos un proyecto común de futuro, ni siquiera para sobrevivir como una sola nación.

No obstante, frente a franceses, alemanes, italianos, suecos o chinos, seguimos siendo españoles. Pero sería bueno saber cómo nos ven ellos. Si distinguen en nosotros un estilo de vida que nos identifique. Todos tenemos una idea aunque sea simple de lo que es un japonés, un alemán, un británico o un americano, pero me parece que no tenemos clara la noción de lo que nos identifica como españoles, sino más bien de lo que identifica a cada región de España, a veces en su aspecto más desfavorable.

Sánchez de Albornoz que reflexionó mucho sobre España y los españoles escribió hace muchos años que la crisis (siempre la crisis) del siglo XVII provocada por las torpezas de los gobernantes en lugar de producir una sana reacción del homo hispanus acabó madurando en lo que pudiéramos calificar de Estado Providencia en que todo se espera y exige del mismo, en él se confía como a un Dios. De las medidas protectoras del Estado esperan su propio medro agricultores, ganaderos, industriales y comerciantes y al Estado culpan de sus males las profesiones, las diversas clases sociales y las diversas regiones y han sido pocos los que se han echado a andar al margen del Estado, quienes se han decido a prescindir del mismo y a acometer, sin contar con él empresas decisivas para el remedio de las urgencias nacionales.[i]

Parece que tanto en el siglo XVII como ahora el “estilo” de los españoles es esperarlo todo del Estado. Lo que agrava el momento es la duda de si sigue habiendo españoles o solo somos ciudadanos anónimos.

Francisco Rodríguez Barragán