He leído los dos libros de Costanza Miriano,
publicados por una editorial granadina, de los que el primero, “Cásate y se
sumisa” levantó en armas al feminismo militante por su título, pero del segundo
“Cásate y da tu vida por ella” no he visto la más mínima referencia.
De su lectura no encuentro nada
que justifique el escándalo anterior, aunque quizás haya servido para
promocionarlo. Desde el punto de vista del estilo literario, pienso que para
hablar de cosas serias no es necesario utilizar el humor como vehículo, máxime
cuando hay muchas frases cuyo sentido hay que aclarar a pie de página por
referirse a la actualidad italiana cuando se escribió el libro.
Las cosas serias de que habla
son el noviazgo, el matrimonio, la educación de los hijos y lo hace desde una
visión cristiana impecable. Si se rechaza lo cristiano, no pueden entenderse
estos dos libros.
No hay ninguna página del
evangelio que justifique la violencia machista pues lo que propone la
predicación de Jesús es el amor capaz de dar la propia vida por quien se ama. No
hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Juan 15,13) y la relación matrimonial o es la más alta y
bella amistad o no es nada.
Quienes establecen una relación
de pareja para disfrutar uno del otro con la condición expresa o tácita de que
la mantendrán mientras dure “el amor” y se romperá si se termina, o si se
encuentra otra relación más excitante, está claro que no tienen claro lo que es
el amor, ni lo que es la amistad. Son matrimonios de usar y tirar.
Por aquello de que el
matrimonio es un contrato, quizás se le ha ocurrido al ministro de Justicia que
pueda formalizarse ante notario. La concepción cristiana del matrimonio no
niega que sea un contrato pero lo eleva a un plano superior, al plano de la
gracia, en el que el contrato se perfecciona con la fidelidad y la estabilidad
haciéndolo apto para la creación de una familia.
Cuando un matrimonio tiene
dificultades de convivencia, recuerdan que tienen un contrato y cada uno suele
contar a los amigos o a los consejeros, que el otro no lo está cumpliendo, que
falta reciprocidad entre lo que aporta cada uno. Dice ella: “tengo que sacar la casa adelante, bregar con
los niños, trabajar, mientras que él no ayuda o no se preocupa o se va al
futbol” Dice él: “pues no sé qué más quiere mi mujer, estoy harto de que me
manipule, me está amargando la vida” ¿A qué son cosas que hemos oído?
El contrato en el que “doy para
que me des” está muy lejos de una relación de amistad profunda y definitiva, en
el que cada uno esta libremente decidido a darlo todo por el otro y por el
proyecto común que están realizando: la familia.
El evangelio nos dice también
que quien quiera ser el primero sea el
último y el servidor de todos (Marcos 9,35) Este paso no es fácil, requiere
entereza y libertad, pero sostiene cualquier comunidad. Es muy diferente de lo
que se oye: aquí mando yo y tú tienes que hacer lo que yo diga.
Francisco Rodríguez Barragán