miércoles, 22 de enero de 2014

El matrimonio y sus exigencias

 

He leído  los dos libros de Costanza Miriano, publicados por una editorial granadina, de los que el primero, “Cásate y se sumisa” levantó en armas al feminismo militante por su título, pero del segundo “Cásate y da tu vida por ella” no he visto la más mínima referencia.

De su lectura no encuentro nada que justifique el escándalo anterior, aunque quizás haya servido para promocionarlo. Desde el punto de vista del estilo literario, pienso que para hablar de cosas serias no es necesario utilizar el humor como vehículo, máxime cuando hay muchas frases cuyo sentido hay que aclarar a pie de página por referirse a la actualidad italiana cuando se escribió el libro.

Las cosas serias de que habla son el noviazgo, el matrimonio, la educación de los hijos y lo hace desde una visión cristiana impecable. Si se rechaza lo cristiano, no pueden entenderse estos dos libros.

No hay ninguna página del evangelio que justifique la violencia machista pues lo que propone la predicación de Jesús es el amor capaz de dar la propia vida por quien se ama. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Juan 15,13) y la relación matrimonial o es la más alta y bella amistad o no es nada.

Quienes establecen una relación de pareja para disfrutar uno del otro con la condición expresa o tácita de que la mantendrán mientras dure “el amor” y se romperá si se termina, o si se encuentra otra relación más excitante, está claro que no tienen claro lo que es el amor, ni lo que es la amistad. Son matrimonios de usar y tirar.

Por aquello de que el matrimonio es un contrato, quizás se le ha ocurrido al ministro de Justicia que pueda formalizarse ante notario. La concepción cristiana del matrimonio no niega que sea un contrato pero lo eleva a un plano superior, al plano de la gracia, en el que el contrato se perfecciona con la fidelidad y la estabilidad haciéndolo apto para la creación de una familia.

Cuando un matrimonio tiene dificultades de convivencia, recuerdan que tienen un contrato y cada uno suele contar a los amigos o a los consejeros, que el otro no lo está cumpliendo, que falta reciprocidad entre lo que aporta cada uno. Dice ella:  “tengo que sacar la casa adelante, bregar con los niños, trabajar, mientras que él no ayuda o no se preocupa o se va al futbol” Dice él: “pues no sé qué más quiere mi mujer, estoy harto de que me manipule, me está amargando la vida” ¿A qué son cosas que hemos oído?

El contrato en el que “doy para que me des” está muy lejos de una relación de amistad profunda y definitiva, en el que cada uno esta libremente decidido a darlo todo por el otro y por el proyecto común que están realizando: la familia.

El evangelio nos dice también que quien quiera ser el primero sea el último y el servidor de todos (Marcos 9,35) Este paso no es fácil, requiere entereza y libertad, pero sostiene cualquier comunidad. Es muy diferente de lo que se oye: aquí mando yo y tú tienes que hacer lo que yo diga.

Francisco Rodríguez Barragán





 

En contra del aborto



Las declaraciones de los políticos en ejercicio respecto a cualquier tema y ahora sobre el aborto, están viciadas de electoralismo. No les preocupa la verdad sino la incidencia que puedan tener en las próximas elecciones sus posturas. Por desgracia muchos creen que las cosas son buenas o malas según lo decida la mayoría parlamentaria lo cual es radicalmente falso. Los políticos son elegidos para gestionar el bien común de una forma económica y responsable, pero no para imponernos lo que se les ocurra, en conducta moral o en educación.

Pienso que la abolición de la tortura o la pena de muerte fueron normas progresistas pero no entiendo que invocando el progresismo se condene a muerte a los niños no nacidos alegando que las mujeres tienen derecho a decidir si quieren ser madres o no.

La cuestión es que la embarazada ya es madre de un niño que se está desarrollando dentro de ella, pero que tiene su propia vida. El embrión no es un pólipo ni una verruga sino un ser humano digno de protección.

El embarazo es consecuencia de una relación sexual que se esperaba sin consecuencias, pero ha engendrado un hijo, sí un hijo, aunque queramos disimularla denominándolo embrión o feto. Decidir ser madre o no, tiene que plantearse cuando se acepta o se rechaza una relación sexual. La sexualidad no es una especie de juguete de libre disposición, aunque el uso y abuso de los anticonceptivos lo haya hecho creer así.

Los favorables al aborto no parecen caer en la cuenta de la endeblez de sus razones. ¿Por qué una ley de plazos? ¿Es menos dar muerte si se mata a un ser de 200 gramos que de 900? Las molestias físicas o psicológicas de la embarazada ¿justifican eliminar al niño? Un niño, y no digamos de un preadolescente, puede causar a su madre graves molestias y problemas, ¿alguien justificaría eliminar a los niños caprichosos o inaguantables?

También quieren que se aborten los niños a los que se detecte alguna anomalía, lo cual es pura eugenesia, dicen que es para evitar que sufra ¿él o su madre? Si un niño nace, crece y resulta esquizofrénico ¿lo eliminamos? Habrá quien diga que sí, por desgracia.

En el supuesto de violación es otro en el que se condena a morir al que menos culpa tiene. Parece existir acuerdo en que el violador sea condenado a alguna pena ya que todos debemos ser responsables de nuestros actos, pero los que deciden libremente mantener una relación sexual  ¿están exentos de responsabilidad?

Pero lo que importa a los políticos es obtener votos, convencer a los que van a votar de que buscan el estado del bienestar, incluida la libertad sexual sin responsabilidades.

No es sostenible el estado del bienestar, con una población envejecida, ni es sostenible el desmadre sexual que padecemos con más de cien mil abortos al año.

Está claro que estoy contra el aborto sin que me importe en absoluto que me llamen  de “extrema derecha” esos políticos y políticas abortistas.

Francisco Rodríguez Barragán





 

 

 

 

miércoles, 8 de enero de 2014

Otras violencias contra las mujeres




La violencia contra las mujeres por parte de los hombres es una lacra que debemos erradicar de nuestra sociedad. Es indigno de un hombre utilizar su fuerza para agredir a una mujer, al pasar de una relación de amor a otra de odio.

 El odio es un sentimiento malsano que destruye todo lo que toca convirtiendo la vida en un infierno. Los que se odian buscan la forma de hacer al otro el mayor daño posible en una cadena sin fin que los va hundiendo cada vez más en su desgracia.

Además las mujeres son víctimas de los que le vendieron el engaño de que podrían disfrutar de una sexualidad sin límites y sin responsabilidades. Gracias a los métodos anticonceptivos podrían dejar de ejercer de madres y de esposas, con una omnímoda libertad.

Pero las cosas no ocurren siempre de la forma esperada. En cualquier momento se produce un embarazo y aunque para ello hizo falta el concurso de un hombre, éste no quiere saber nada del problema.

Después de tanto alardear de igualdad entre hombres y mujeres, el varón no se queda embarazado sino la hembra, que ha de decidir si seguir adelante con el hijo que ha concebido o matarlo, como le aconsejan desde las más variadas instancias. En la forma eufemística y tramposa de las palabras se le dice que proceda a la interrupción voluntaria del embarazo, donde interrumpir es poner fin a una vida que crece y lo de voluntaria es más bien llevarla al convencimiento de que no tiene otra solución.

Lo mismo que se persigue al varón que pega a su pareja y se le imponen duras penas, por qué no se le exige al que gozó de una mujer que se responsabilice del destino de ese embrión que lleva ya impreso su ADN.

Si se trata de una violación se persigue al violador, pero si no hubo fuerza sino simple juego aceptado por ambos, si se producen consecuencias inesperadas por qué no se afrontan por los dos.

El cargar solo sobre la mujer el peso de los embarazos no deseados ¿no resulta de un machismo insoportable? Me extraña que las feministas, siempre combativas frente a los hombres, respeten que queden exentos de cualquier obligación respecto a la mujer que dejaron embarazada.

La libertad de abortar que se reclama desde una sedicente progresía, va aneja a la libertad de mantener relaciones sexuales con cualquiera y de cualquier manera y a menudo desde la adolescencia.

Pienso que la banalización de la sexualidad es una de las grandes desgracias de nuestro tiempo, pues la sexualidad está ligada al amor entre dos personas que se entregan mutuamente para formar una unidad superior, la familia, capaz de dar vida, cuidarla, educarla y protegerla.

La familia es la célula básica de la sociedad y está siendo objeto de los más furiosos ataques, sin querer ver que nuestra sociedad está enferma, envejecida, incapaz, no ya de crecer, sino de reponer las generaciones que vamos a ir desapareciendo.

Mientras tanto andamos discutiendo sobre el aborto, los que tuvimos la suerte de que nuestras madres no decidieran la interrupción voluntaria del embarazo cuando éramos un pequeño embrión latiendo.

Francisco Rodríguez Barragán





 

La felicidad que nos deseamos cada año que comienza



 

Ya hemos pasado de un año a otro, expresando nuestros deseos de que traiga felicidad para todos. Pero ¿qué es la felicidad? Todos queremos ser felices aunque no tengamos demasiado claro lo que realmente ansiamos. Quizás la ausencia de problemas. Si no tengo problemas seré feliz, podemos pensar, pero no es seguro que con ello la alcancemos.

Encontrar trabajo o conservarlo, sin duda forma parte de la felicidad que esperamos. Su falta nos hará sentirnos desgraciados, pero su posesión no llegará nunca a colmar nuestras expectativas. Siempre querremos algo más que nos mantendrá inquietos. Nuestros deseos, a menudo, son insaciables.

Mientras que nos desvivimos por conseguir lo que deseamos podemos dejar de disfrutar lo que tenemos, empezando por la propia vida. Nos acordamos de la vida cuando la enfermedad o el peligro nos la hacen problemática, pero nuestra existencia es un regalo que apenas si agradecemos al que nos la dio.

Sugiero que podemos ser felices paladeando nuestra propia vida, descubriendo el gozo de existir y de estar rodeado de todo lo que existe, ya sean los otros o el universo entero.

Podemos ser felices si descubrimos el gozo de amar y de sentirnos amados, si buscamos la bondad allá donde se encuentre, si nos extasiamos con la belleza que nos rodea, si nos comprometemos siempre con la verdad.

Aunque haya mil motivos para quejarse, es mejor dedicarnos a conseguir que nadie tenga queja de nosotros, que estemos dispuestos a compartir con los demás, a ofrecerles alegría, comprensión, cercanía.

Los graves problemas económicos, financieros o políticos, no está en nuestras manos resolverlos, pero podemos dedicar nuestro tiempo y nuestras fuerzas a atender las necesidades y carencias de los que nos rodean y aunque no lleguemos a resolverlos, sabrán que nuestros problemas y los suyos, puestos en común irán haciendo un mundo más justo y solidario.

Un buen propósito para el año que comienza podía ser dejarnos de quejas y críticas y preguntarnos cada día ¿qué podemos hacer por el bien común? Y hacerlo, aunque parezca una pobre gota de agua frente al océano.

Si no vivimos obsesionados por el tener, el poseer, el poder o el ascender, nos quedará tiempo suficiente para disfrutar de la vida y compartirla con los demás.

 Nos estamos amargando con los errores y las corrupciones de los políticos que nos representan. Dejémoslos en su laberinto y no esperemos que nos resuelvan los problemas que ellos mismos nos han creado. Buscan que paguemos sus derroches y nuestros votos para disfrutar del poder. No habrá más remedio que pagar, pero de nuestros votos, ya decidiremos lo que hacer.

Aunque la publicidad nos lo pinte con sus mejores colores, el consumismo no puede hacernos felices por su carácter insaciable. El hedonismo que ofrece placer sin responsabilidad, tampoco puede hacernos felices.

Solo una vida virtuosa, austera y sobria, puede hacernos felices y  evitarnos la desazón que tanta gente padece de buscar lo que no tiene sin disfrutar de lo que tiene.

Francisco Rodríguez Barragán