jueves, 30 de octubre de 2014

Gobernantes justos, sabios y prudentes

Esta mañana escuché a Fernando Onega comentar en Onda Cero la petición de perdón de D. Mariano Rajoy y le recordaba que para obtener tal perdón, el catecismo exigía además el propósito de la enmienda. Añado yo que el mismo catecismo establece tambián la obligación de hacer examen de conciencia, tener dolor de corazón, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia.

Pero eso de la confesión ¿sigue vigente? Si hemos borrado a Dios de nuestro horizonte personal y no creemos que hayamos de darle cuenta de nuestra vida cuando muramos, pues naturalmente la confesión está en desuso, es inútil, y así nos va.

Como repiten machaconamente los salmos, Dios es la roca firme que todo lo sostiene. Sin Dios todo entra en crisis, especialmente el hombre, que puede pensar equivocadamente que se ha emancipado. Pero hemos recibido la existencia de Alguien que nos pedirá cuentas.

Muchos están empeñados en hacernos creer que cuando muramos volveremos simplemente a la nada, lo cual es un pensamiento horrible ya que si el destino de las víctimas y los verdugos, los buenos y los malos es el mismo, la vida se devalúa y nada tiene sentido. Comamos y bebamos que mañana moriremos.

El discurso del Rey en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias me pareció oportuno e interesante. Dijo que la sociedad necesita referencias morales a las que admirar y respetar, principios éticos que reconocer y observar, valores cívicos que preservar y fomentar. Todo ello es lo que necesitamos para superar nuestra crisis. Pero si hablamos de moral, de ética y de valores es necesario que tengan un fundamento más sólido que el relativismo que nos invade.

Aquí cada cual se fabrica una moral a su gusto, una ética acomodaticia y unos valores que no todos podemos compartir. Cuando las cosas vienen mal invocamos la Constitución, las leyes, los códigos, los tribunales, los derechos humanos, pero no buscamos mas justicia que la que puedan dictar los jueces, no sabemos cuándo.

El libro de la Sabiduría comienza diciendo: Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con corazón entero. También dice que la sabiduría no entra en el alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado.

¿Dónde está la sabiduría de los que nos rigen? Alguien dijo que los buenos estadistas son los que actúan pensando en las próximas generaciones, los que no lo son piensan solo en las próximas elecciones. Es una buena sugerencia para cuando haya que votar.

Desde luego ninguno piensa en las próximas generaciones, pues a pesar de que la población española está disminuyendo y envejeciendo, como ha alertado el INE,  no se toma medida alguna para evitarlo ni paliarlo.

Las palabras no son talismanes que producen por arte de magia su significado. Aunque la Constitución diga que somos un estado democrático, pienso que no hemos llegado a serlo. Nuestro sistema electoral necesita una sabia reforma, nuestro modelo autonómico lo mismo y así podemos decir de todas las instituciones.

La constitución de 1812 establecía en su art. 6º  que los españoles deberían ser justos y benéficos, ¿lo fueron? ¿lo somos? Hace falta algo más que ponerlo en un papel.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

 

 

Patria potestad, natalidad, envejecimiento


El pasado mes de septiembre el Catholic Family and Human Rights Institute, única organización no gubernamental de carácter católico, presente en la ONU, informaba que la Comisión judicial de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos estudiaba la necesidad de una reforma constitucional para proteger los derechos inherentes a la patria potestad amenazados por  la intrusión de las normas que se filtran desde la ONU, que impulsan a poner al gobierno por encima de la familia, dictando normas de obligado cumplimiento opuestas a lo que los padres pretenden transmitir a sus hijos en cuestiones afectivo-sexuales, matrimonio, contracepción o aborto.

Los grandes grupos de presión a escala mundial saben que si logran inculcar sus ideas a un par de generaciones no habrá marcha atrás: la población estará en sus manos y podrá ser manipulada a su antojo, especialmente en el mundo occidental tarado de hedonismo y relativismo.

Hay un decidido propósito de eliminar a la familia como célula básica de la sociedad. Si las familias se propagaban mediante la generación, cuidaban de sus hijos dotándolos del esquema básico de valores y normas orientadoras y los acompañaban hasta ponerlos en condiciones de asumir sus propias vidas, esto les parece anticuado y fuera de lugar a los “grandes expertos” que prefieren manipular a los niños desde la guardería infantil y librarlos de la “mala influencia” de sus padres.

Parecen decididos a borrar para siempre aquello de “creced y multiplicaos, llenad la tierra” alegando el peligro de la superpoblación. Por supuesto, si esto queda borrado pues, a disfrutar de la sexualidad sin cortapisas ni responsabilidades.

Pero al mismo tiempo desde la ONU nos advierten del envejecimiento de la población y aconsejan a los gobiernos que activen planes para cuidar a los viejos. Claro que si la población está cada vez más envejecida es porque no nacen niños, gracias a la política antinatalista propiciada desde la misma ONU y puesta en práctica por sumisos gobiernos progresistas que legislan a favor del aborto, la contracepción, la sexualidad libre, etc. En los países occidentales la tasa de fecundidad, número de hijos nacidos por mujer, no cubre para reponer a los que se mueren. Para España esta tasa es del 1,2, inferior a Francia o Italia.

El Occidente somos una civilización, que abandonó sus raíces y está empeñada en suicidarse, pero antes de dejar de existir veremos llegar, ─ya están aquí─,  otros pueblos y civilizaciones que nos sustituirán.

La familia tenía también como tarea cuidar de sus mayores, lo que ha devenido cada vez más imposible y se espera que el insostenible estado del bienestar se encargue de ello, liberando a las familias de tal obligación.

Si no trae hijos al mundo ni cuida de sus mayores, no es extraño que la familia pueda estar en vías de extinción. Las generaciones futuras pueden ser fabricadas en laboratorios, como anticipó Aldous Huxley en su terrible “Mundo Feliz”.

Del Sínodo sobre la familia, convocado por el Papa, los cristianos esperamos que se proclamen alto y claro, el papel insustituible de la familia, los derechos de los padres sobre sus hijos y la necesidad de parejas estables, una sola carne, que se preparen con seriedad para cumplir su misión de ser la célula básica de la sociedad. Rezo por ello.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

 

 

¿Nuestras obras asistenciales evangelizan?


Hace muchos años, quizás más de 50, vi una obra de teatro con el título El comprador de horas, escrita por el francés Jacques Deval y adaptada por Pemán, en la que un cura destinado a un barrio lleno de lupanares consiguió que las prostitutas acudieran una vez por semana a la iglesia, pero una de ellas se negó en redondo a escucharle, pero el cura se presentó en la mancebía en la que ésta ejercía, cobrando a sus clientes un precio por hora y fue comprando horas, incluso pidiendo prestado, para continuar hablándole de Dios y de la Virgen a aquella prostituta.

He recordado aquella obra teatral al leer que un enfermero geriátrico, llamado Salvador Íñiguez, dedica una noche a la semana a evangelizar a prostitutas, travestis y chulos en la ciudad mexicana de Guadalajara, anunciándoles que Dios los ama y que Jesús dio su vida por ellos. Les pregunta ¿cuánto cobras hermanita? ¿Tan poquito?  ¿Nadie te ha dicho que vales toda la sangre de Cristo?

Dice este hombre que siente que es su deber anunciar la Buena Nueva a quienes no conocen el amor de Dios en sus vidas, a quienes no lo conocen porque pocos o casi nadie se atreven a compartirlo con ellos.

Me ha hecho pensar que los cristianos nos sentimos muy ufanos de nuestras obras asistenciales, del número de personas a las que les facilitamos comida o ropa gracias a nuestras limosnas, del número de nuestros voluntarios dedicados a estas cosas, pero no sé si llegamos a evangelizar a estas personas, si le comunicamos la buena noticia de que Dios nos ama, a ellos y a nosotros; no sé tampoco si nosotros los amamos, ni los sentimos, de verdad, como hermanos.

Cuando leemos en el capítulo 25 del evangelio de Mateo la descripción del juicio final en la que Cristo dice venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, sediento y me disteis de beber, era forastero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme y estos le responden ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo, forastero, enfermo o preso? Los cristianos, que habrán escuchado este evangelio muchas veces, conocen la respuesta de Jesús: Cuando lo hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis. Creo que los que benditos que preguntan son los otros, los que no llegaron a ser cristianos pero amaron a sus prójimos, quizás más que nosotros.

Los cristianos tenemos la obligación ineludible de amar al prójimo y al mismo tiempo ofrecerle la buena nueva, la gran noticia, de que Dios nos ama y de que por Cristo hemos sido salvados. Id al mundo entero y predicad el evangelio.

Y esta noticia de amor y salvación hay que llevarla hasta los rincones más alejados, hasta las periferias de que habla el Papa. Solo podremos hacerlo si estamos abiertos a la acción de Dios, si estamos dispuestos a correr el riesgo de ser cristianos con todas sus consecuencias, como este enfermero mejicano, y esto va mucho más allá de unas monedas en la colecta, mucho más allá de dedicar unas horas a la acción voluntaria, aunque, lamentablemente, muchos siempre encontraremos excusas para huir de los compromisos y tranquilizar nuestra conciencia.

 Francisco Rodríguez Barragán

 







 

martes, 7 de octubre de 2014

Déficit de valores



Se habla bastante del déficit presupuestario, del déficit de la balanza comercial o del déficit de la seguridad social, pero pienso que el gran déficit que padecemos es de decencia, de honradez, de honestidad, de los valores imprescindibles para la convivencia que la razón humana puede conocer por si misma o acaso la gente ¿prefiere el robo a la honradez, la mentira a la verdad, la muerte a la vida?

Todos los días nos enteramos de algún embrollo por el que se evapora el dinero público, el dinero que todos hemos puesto a disposición de las variadas administraciones que padecemos. La regla de oro de que las cosas públicas hay que tratarlas con más cuidado que las propias, no sé si es que ha sido abolida, pero resulta inquietante la cantidad de casos que llegamos a conocer de despilfarro del dinero público o de apropiación indebida por parte de políticos, sindicatos, patronos y un largo etcétera.

Sin duda que en tales colectivos habrá gente que no haya robado, malversado o traficado con fondos ajenos, pero si conocían lo que pasaba en sus propias organizaciones y callaron no dejan de ser encubridores y cómplices del desmadre.

Se nos vendió el establecimiento de las autonomías diciendo que era la mejor forma de aproximar la administración a los ciudadanos. Pues me parece que han servido para multiplicar los inconvenientes, trabas e intervenciones que sufrimos, y para multiplicar la nómina de políticos que viven del presupuesto, más la de los funcionarios y asimilados de las empresas y organismos públicos creados, no sé bien si para agilizar las cuestiones o para alejarlos de los oportunos controles.

La palabra autonomía igual que democracia han sido los mantras de esta época. Las competencias que se transfirieron a las autonomías ¿han mejorado su funcionamiento? Los informes que miden el rendimiento escolar nos son francamente desfavorables y no sé si se debe a los programas de estudios, la capacidad de los profesores o la falta de atención de los padres, que no saben cómo educar a sus hijos. Las listas de espera en la asistencia sanitaria ¿han descendido?

La autonomía universitaria tampoco parece habernos aupado a los puestos de excelencia en el ranking de las mejores universidades. Lo que parece haber aumentado, según me dicen, es la endogamia, al mismo tiempo que ha descendido el nivel.

La permanente exaltación de “lo público” no sé si se justifica. El caso de las cajas de ahorros, instituciones centenarias, creadas para luchar contra la usura, y que tenían un marcado carácter benéfico social, son el ejemplo más elocuente de lo que ha sucedido al ser manejadas por unos consejos de administración muy públicos: partidos, sindicatos, patronales. No es necesario relatar el resultado.

Ya que empecé hablando de valores, qué podemos decir de la frase: la superioridad moral de la izquierda. Hay muchas izquierdas y muchas derechas, sin que pueda predicarse superioridad moral de ninguna, ni ahora ni repasando la historia. Por otro lado creo que más de un político sería intercambiable. Los de un lado y otro piensan más en el poder que en otra cosa. Las leyes de Rodríguez Zapatero me parecieron espantosas respecto a la familia, pero los que la han sucedido no hacen nada por cambiarlas. Unos y otros están por la familia, sin duda por la suya.

Francisco Rodríguez Barragán





 

 

 

 

Reflexiones sobre el nacionalismo



En mundo cada vez más globalizado, buscar razones para la disgregación de cualquier país me parece el retorno a un tribalismo trasnochado, auspiciado por políticos desquiciados que creen que siendo independientes vivirían mejor, sobre todo ellos.

El resultado del referéndum escocés puede haber evitado un grave problema para el Reino Unido y para la Comunidad Europea, pero será difícil que los partidarios del sí y del no, olviden el incidente y echen pelillos a la mar. Lo más probable es que se continúe invocando el resultado de la consulta en la lucha política y envenenando la convivencia, especialmente entre los activistas de cada postura.

Me resulta una barbaridad que la decisión de un territorio de separarse del país del que formaba parte pueda resolverse con el resultado de la mitad más uno. Ya que se había pactado el referéndum, el gobierno del Reino Unido debía, quizás, haber exigido una mayoría cualificada, el 75% por ejemplo y establecido una cláusula de salvaguarda de no poder repetir el referéndum en los siguientes 25 años.

La mitad más uno puede servir para las cuestiones ordinarias pero, cuando se trata de cosas importantes, nuestra Constitución establece la necesidad de mayorías cualificadas. Los proyectos de reforma constitucional deben aprobarse por una mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras; cuando se trate de una revisión total o que afecte a cuestiones tan fundamentales como la unidad de España, es necesario que sea aprobado por los dos tercios de cada Cámara. No creo que haya nada más importante que la decisión de romper una nación.

Como estamos amenazados en España por un proceso de secesión, parecido aunque diferente, sería oportuno hacer una profunda reflexión sobre el derecho a decidir que representa una subversión total de la democracia, pues si este derecho puede ser aplicable a todos, cualquier ciudad, comarca o pueblo podría exigir su independencia bien del estado, de la comunidad autónoma o de la provincia. No estaría de más recordar el desastre del movimiento cantonal de la I República española.

También habría que reflexionar acerca del proceso que ha llevado a la amenaza de la secesión catalana. Creo que se cometió en la transición el profundo error de pensar que el Título VIII de la Constitución iba a satisfacer las apetencias de los trasnochados separatismos, por el contrario estimuló su voracidad y esparció sus semillas por todas las regiones.

La bolsa de  competencias que el Estado podía delegar en las Comunidades Autónomas ha servido a los sucesivos gobiernos para obtener el apoyo de los partidos nacionalistas, en pactos vergonzosos. Prácticamente todo está transferido a las CC. AA. y el escuálido gobierno central solo sirve de percha de los palos, que le propinan tales comunidades cuando son incapaces de gestionar, con honradez, su ámbito competencial.

Las transferencias en materia educativa a las comunidades infectadas del virus separatista, han servido para imponer a todos sus habitantes un idioma y una historia obligatoria, para inculcar a las generaciones jóvenes su credo nacionalista, sin que los sucesivos  gobiernos de España hayan reaccionado, quizás más preocupados de pactos y componendas para mantenerse en el poder, que de defender la unidad de España.

A quien quiera ilustrarse sobre el problema de los nacionalismos en Europa y en España, les recomiendo el libro Desde Santurce a Bizancio de Jesús Lainz que lleva por subtitulo El poder nacionalizador de las palabras.

Francisco Rodríguez Barragán






 

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Quiero a mi patria entera


 

 

He recorrido casi toda España, primero conduciendo mi automóvil y ahora viajando con el INSERSO y en todos los sitios, mi esposa, mis hijos y yo,  nos hemos sentido como en casa. La gente con la que nos  hemos encontrado nos han tratado siempre bien, sin ningún problema a causa de la lengua o la procedencia, al contrario, cuando descubren que somos andaluces nos muestran simpatía y muchos nos hablan de lo bien que lo pasaron cuando visitaron Andalucía.

Aunque leí en su momento algunas ofensivas majaderías del Sr. Pujol respecto a los andaluces, no les di la menor importancia pues la gente que nos conoce y nos trata sabe que no somos como este cacique nos retrataba, ni mucho menos. Además Cataluña está llena de andaluces que encontraron trabajo allí y se quedaron a vivir para siempre sin el menor problema. Ignoro si desde que empezó la ofensiva nacionalista han sido molestados o sus descendientes presionados para ser más catalanistas que españoles a través de una educación manipuladora.

Aquí en Andalucía viven y han hecho su vida muchos catalanes, que no creo que tengan motivo alguno de queja de sus convecinos. Los que conozco son buena gente a quienes nadie les causa la más mínima incomodidad por ser catalanes.

Por eso la campaña nacionalista de querer separar a Cataluña de España, que siguen con tozudez el Sr. Mas y su comparsa, me causa un enorme disgusto pues considero como mías a todas las regiones españoles y no puedo entender que unos políticos irresponsables quieran quitarme una de ellas.

Ellos hablan de consulta a sus ciudadanos, pero tales ciudadanos están siendo manipulados con la falsa promesa de que siendo independientes del resto de España van a vivir mejor y van a resolver todos sus problemas cuando, por el contrario, se verían abocados a un incierto futuro. España no roba, ni ha robado nada a Cataluña; que siempre ha tenido un trato de favor desde los tiempos de Felipe V hasta hoy. Pero si los nacionalistas utilizan el poder autonómico, que han recibido de España y su Constitución, para decir majaderías como que la antigua Tartesos es Tortosa y que Leonardo de Vinci, Colón y no cuántos más son catalanes y enseñarlo así a las nuevas generaciones, es Cataluña la que va al desastre.

Presentar su consulta soberanista como el derecho a decidir y su votación como un ejemplo de democracia es desvariar sin remedio. Si cada pueblo, ciudad o provincia quisiera decidir ser soberano, estaríamos volviendo a la I República Española y al desgraciado cantonalismo que terminó como el rosario de la aurora y ¡viva Cartagena! Pero los que no conocen la historia o la falsean están en peligro de volver a repetirla.

No creo que llegue a producirse la secesión catalana pero, de cualquier forma, su larga  campaña de agitación abrirá, está ya abriendo, graves rupturas en la convivencia, enfrentamientos, agresiones y enemistades entre los se están presentado, demasiado tiempo ya, envueltos en la estelada para tapar sus corrupciones y los que quieren ser españoles, sin merma alguna del amor a su región, provincia o pueblo.

¿Acaso el templo de la Sagrada Familia no lo sentimos como propio todos los españoles?

Francisco Rodríguez Barragán





 

De delito despenalizado a derecho



En los quince años transcurridos entre 1985, año en que se promulgó una ley que despenalizaba el aborto en varios supuestos y el 2010 en que un gobierno del mismo signo aprobó una ley orgánica titulada de la salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. En veinticinco años se ha pasado de despenalizar un delito a establecer el aborto como un derecho de la mujer.

Entre una ley y otra se produjo el escándalo de las clínicas de Madrid y Barcelona, y sin duda otras muchas, que practicaban abortos en embarazos avanzados aplicando los supuestos en un fácil coladero, ya que tales clínicas o abortorios conseguían informes de sus profesionales para justificar las malas prácticas, si llegaba el caso. Para estos “profesionales”, todas las embarazadas que acudían a sus rentables negocios tenían graves problemas psicológicos que ponían en riesgo su vida.

En lugar de establecerse un mayor control de los supuestos de la ley de 1985, para evitar los abusos, se legisló en el 2010 en sentido contrario, con una ley de plazos y las más amplias facilidades para abortar.

Las campañas de ingeniería social del gobierno de Rodríguez Zapatero han conseguido, por desgracia, convencer a buena parte de la población de la legalidad del aborto, adornado además con el demagógico titulo de un derecho de la mujer, autorizada a eliminar al hijo que concibió. Entre los que se han convencido de la falacia de llamar bueno a lo que es malo están también no sé cuantos políticos del Partido Popular.

Este partido, entonces en la oposición, recurrió la ley de Rodríguez Zapatero ante el Tribunal Constitucional, ─el mismo tribunal que dictaminó sobre la ley de 1985, afirmando que el “concebido y no nacido” merece protección─, pero que guarda un ominoso silencio sobre el recurso después de cuatro años largos.

El mismo partido incluyó en su programa la reforma de la ley recurrida, no sé si por defender el bien y la vida o por simple cálculo electoral, pero ha ido dejando pasar el tiempo sin hacerlo, ─en contraste con lo que hizo Rodríguez Zapatero derogando de forma inmediata los medidas de Aznar─, hasta llegar a la situación actual en la que el ministro de Justicia dimite y el presidente afirma: que retira el proyecto de ley por falta de consenso, que seguramente será dentro de su propio partido, en el que crecen los partidarios del aborto, pues de los contrarios era de suponer, y que esto es lo más sensato.

Curiosa manera de entender la sensatez, que posiblemente le habrá transmitido su consejero Sr. Arriola, pero efectivamente fuimos unos insensatos los que pensábamos que el Sr. Rajoy iba a poner remedio a la carnicería del aborto, con cientos de miles de niños eliminados cada año, que inciden en nuestra bajísima tasa de natalidad. Se ha cumplido la profecía de Rubalcaba de que la derecha no sería capaz de derogar ninguna de las leyes socialistas.

Quizás como premio de consolación, anuncia el presidente que modificará la ley para que las menores de 18 años no puedan abortar sin conocimiento de sus padres, lo cual no es gran cosa ya que, por desgracia, muchas veces son los padres los que llevan a abortar s sus hijas y les pagan los gastos.

¿Qué podemos hacer? Hay que seguir proclamando que no existe ningún derecho a abortar pero si existe el derecho del concebido, persona distinta de su madre, a que se respete su vida y se ofrezcan soluciones. No es una cuestión confesional, sino de pura racionalidad. En cuanto a los políticos, ustedes sabrán qué hacer y a quién votar.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

Un futuro que ya es presente



Hará 25 ó 30 años que leí El “shock” del futuro de Alvin Toffler, en el que sostenía que, a menos que el hombre aprenda a dominar el acelerado ritmo del cambio, nos veríamos condenados a un fracaso masivo de adaptación.

Para ver si acertó en sus anticipaciones, he vuelto a hojear el libro y me he detenido en su capítulo XI que tituló “La familia rota” ya que las cuestiones familiares me han interesado siempre. Comienza aludiendo a los pesimistas que dicen que  la familia se acerca al momento de su completa extinción y a los optimistas que sostienen que si esta institución ha durado tanto tiempo, seguirá existiendo y cada vez resultará más necesaria. Frente a estas dos posturas opuestas Toffler opinaba, que lo más probable es que la familia se rompa hecha añicos, pero vuelva a surgir de un modo nuevo y distinto en el futuro.

Según el autor la fuerza transformadora que conmovería a la familia en los próximos decenios “será la nueva tecnología de la generación” y sus posibilidades de programar una descendencia a la carta. Aunque es cierto que tal tecnología existe y avanza, con la inseminación artificial homóloga y heteróloga o los vientres de alquiler, en mi opinión lo que se ha desarrollado más rápidamente son los métodos anticonceptivos, incluido el aborto, aunque el autor no los cite, y estos están conmoviendo la institución familiar: un padre, una madre y unos hijos.

Apunta Toffler que, si para todo hace falta preparación, para engendrar niños no se exige ninguna, por lo que quizás en el futuro la generación y educación de los niños se encargue a personas especializadas. Creo que no se avizora tal especialización para la generación, aunque la educación sea cada vez menos función de la familia sino de guarderías, parvularios y centros de enseñanza en los que se imparten los “valores” que decidan los gobernantes, en los que vamos delegando nuestras vidas.

Habla en otro apartado de familias comunitarias y papaítos homosexuales. Quizás tenía a la vista las comunas hippies norteamericanas, que no se han extendido como alternativa a la familia, pero las parejas homosexuales si están consiguiendo ser consideradas como verdaderos matrimonios y tener y educar hijos.

Un apartado importante de su visión de futuro es la del aumento imparable de los matrimonios temporales y de matrimonios a prueba, en los que se excluye desde el principio de la relación la permanencia. El amor deja de ser considerado un lazo estable para quedar reducido al mero acuerdo, que en cualquier momento puede darse por terminado. Creo que, cuando escribía su libro Toffler, este cambio ya estaba muy avanzado en USA y ha ido avanzando en todo el mundo occidental de forma imparable, sin una oposición real a esta deriva. Podemos observar a nuestro alrededor que se están aceptando estas formas sin apenas ninguna resistencia.

Cada persona, en lugar de adquirir estado, lo que acumula es una trayectoria matrimonial, tejida de sucesivos matrimonios que se rompen para empezar otros nuevos que a su vez irán terminándose. En lugar de permanencia se opta por la transitoriedad, influencia letal para la institución familiar tal como ha estado vigente por lo menos desde hace dos mil años.

Hay muchas más cosas que comentar en este viejo libro sobre lo que anticipó y lo que no anticipó. Lo dejo para mejor ocasión.

Francisco Rodríguez Barragán






 

 

¿Hay futuro para la familia?

 

En mi anterior artículo “Un futuro que ya es presente” manifesté mi voluntad de seguir comentando las cosas que Alvin Toffler anticipó, y las que no anticipó, en su obra El “shock” del futuro, especialmente en lo relacionado con la familia.

En el apartado “la familia reducida” de su capítulo XI, habla del paso ya producido de la familia extensa, ─abuelos, tías, primos─, propia de una cultura agrícola, a la familia nuclear compuesta solo del matrimonio y los hijos, propia de una cultura industrial y ciudadana.

Pero esta familia nuclear también anticipa que cambiará y será cada vez más reducida debido a las carreras profesionales de los cónyuges y la transitoriedad de las uniones matrimoniales. Dice que la decisión de engendrar un hijo se irá posponiendo y retrasando hasta la edad del retiro, en cuyo momento las técnicas de reproducción pueden facilitarle la implantación de un embrión congelado a un vientre de alquiler.

Lo de tener hijos después de jubilarse no parece que se haya producido, pero el retraso en la primera maternidad es cada vez más acusado. Se tiene el primer hijo bien pasada la treintena que, a menudo, será el único. La tasa de natalidad en el mundo occidental es bastante baja y más acusada aún en España, donde se está produciendo un proceso de rápido envejecimiento de la población.

Cada vez hay más viejos y menos niños y aunque los viejos sobrevivan a edades cada vez más avanzadas, terminarán muriendo, sin que existan generaciones jóvenes para sustituirlos. Toffler no anticipó el problema del envejecimiento imparable de la población, que hace insostenible el mantenimiento del estado de bienestar. Estamos asistiendo al suicidio de una civilización, que será sustituida por otros pueblos diferentes y más prolíficos, que ya están creciendo entre nosotros y otros que vendrán.

La ideología de género, el feminismo radical, la contracepción, el aborto o el miedo a la superpoblación del planeta, que Toffler no menciona, están produciendo efectos devastadores sobre la familia, auspiciados por los organismos internacionales que, manejados por importantes minorías y bajo exitosos eufemismos como la salud sexual y reproductiva o la lucha contra las discriminaciones, la explosión demográfica, la ecología, los derechos de los animales, y otras cosas por el estilo, están actuando como motores del cambio que se está produciendo ante nuestros ojos.

Si siempre estuvo claro que las personas somos biológicamente varones o mujeres, dejó de estarlo desde aquel exabrupto de Simone de Beauvoir: “No se hace mujer: llega una a serlo”, el sexo pasó a ser algo cultural, disponible, cada uno puede elegir la sexualidad que se le antoje, con la aquiescencia de los gobiernos, dizque progresistas. No hay ya dos sexos complementarios en el amor, sino un sinfín de modalidades que se están inculcando a los niños desde los jardines de infancia.

Aunque siempre me gustaron los libros que imaginaban el futuro nunca leí ninguna anticipación de esta clase, que ya es presente. El niño puede elegir ser niña o la niña ser niño y nos dicen que hay obligación de tratarlos como tal, según la ley de mi comunidad autónoma.

Hay sin duda un shock de futuro, un futuro chocante, que se nos está imponiendo todos los días y se va aceptando por unos con satisfacción, por otros con estupor. Merece la pena pensar en todo ello para tener ideas claras, si es posible.

Francisco Rodríguez Barragán