Reflexiones de un ignorante sobre economía y globalización
Dicen que
hemos salido de la crisis pero muchos se han hundido en ella
He escuchado en la radio que
en China una fábrica de móviles de una famosa marca ha despedido a 50.000
trabajadores en razón a que las tareas que realizaban serán efectuadas por
robots.
He recordado haber leído
sobre los disturbios que se produjeron en el Reino Unido por parte de los
tejedores que perdieron su empleo por la introducción de máquinas de vapor.
Naturalmente las nuevas máquinas funcionaron satisfactoriamente para los dueños de las fábricas. Pasados
unos años el gobierno anunció que el paro había disminuido, pero sin duda un
determinado número de tejedores no llegarían a encontrar un nuevo empleo y
sufrirían las consecuencias, sin que ello importara demasiado a la economía.
En nuestra época globalizada
se produce la deslocalización de empresas que se trasladan a otros países cuyos
salarios y derechos laborales son mucho más bajos. Las empresas consiguen una
mayor competitividad en los mercados pero los trabajadores que perdieron su
empleo cobrarían las correspondientes indemnizaciones y subsidios pero,
posiblemente, empeoró su situación social al no encontrar nuevos trabajos
equivalentes.
Nos han contado que la
globalización esté beneficiando a los países pobres cuyas economías han crecido
notablemente. Lo que no sabemos es si el crecimiento económico de estos países
ha beneficiado a los trabajadores de forma correlativa o si solo ha beneficiado a sus empresas, si los trabajadores han
conseguido aumentar sus derechos laborales o siguen con jornadas de trabajo
agotadoras y sin organizaciones sindicales que los defiendan.
Invito a mis amigos a leer
las etiquetas que llevan las prendas que compramos y vean que están fabricadas
en China o en cualquier otro país asiático, aunque luego se vendan en nuestros
comercios. Podemos preguntarnos la razón de que tales prendas no se fabriquen
en cualquier lugar de España, que tiene dos millones de personas en paro.
Seguramente los sueldos que habrían de pagar a los españoles no permitirían
ofrecer tales productos a precios competitivos.
¿Tendrá este desbarajuste
algún arreglo? Los economistas me aburren con sus altisonantes palabras y sus
series de porcentajes de todo lo habido o por haber, pero no me ofrecen
soluciones que beneficien a nuestros trabajadores y a los trabajadores de los
países pobres, solo contabilizan como éxito el aumento de ganancia de las empresas. ¡Oh, los mercados y sus
misterios!
Pienso que esta situación es
el caldo de cultivo de los populismos que proponen utopías disparatadas o
soluciones imposibles. Ni el liberalismo económico ni el socialismo y mucho
menos el comunismo han conseguido resolver los problemas que plantean las
crisis que se repiten una vez y otra y que siempre sufren los mismos.
El invento del estado de
bienestar, en el que un Estado paternalista dice que nos cuida desde la cuna a
la tumba, ha funcionado aceptablemente en las épocas prósperas pero ha entrado
en crisis por la caída de la natalidad y el envejecimiento imparable. Pero de
esto se habla poco o nada y un gobierno auto-satisfecho nos repite a todas
horas que hemos conseguido salir de la crisis y que en unos pocos años
llegaremos al pleno empleo. Pero quizás crecerá más deprisa el número de
jubilados que el de empleados. Ya veremos si el pacto de Toledo es capaz de
alguna idea luminosa.
Francisco Rodríguez Barragán
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