Deseos
de felicidad
Creer en la
Navidad es algo más que intercambiar frases hechas
Como cada año, ha llegado el
tiempo de Navidad en el que unos a otros nos deseamos felicidades, aunque
realmente no tenemos nada claro qué sea la tal felicidad. ¿Acaso comer hasta
hartarnos buenas viandas y vinos de solera? Las felicidades al uso son
efímeras, pronto pasan y seguimos con nuestros problemas, nuestras
preocupaciones, nuestros miedos. ¿Qué pasará mañana? ¿Conseguiré un trabajo?
¿Perderé el que ahora tengo? ¿Qué pensión me quedará cuando me jubile?
Pienso que la felicidad no
está al alcance de nuestras manos, de nuestros deseos. Y todo esto ¿qué tiene
que ver con ese Niño Jesús nacido hace
dos mil años? ¿Quién es ese Jesús de Nazaret para cada uno de nosotros?
El nacimiento de este Niño
inauguró un tiempo nuevo en el mundo y hasta contamos los años antes y después
de aquel suceso, ocurrido cuando un decreto del emperador Augusto ordenó hacer
un censo del mundo entero y cada familia tuvo que ir a la ciudad de su estirpe,
en este caso Belén y allí nació Jesús, en un establo por no tener sitio en la
posada, como nos cuenta el evangelio.
Cuando tenía unos treinta
años, este Jesús de Nazaret comenzó a predicar a la gente y habló de la felicidad
y llamó felices, dichosos, bienaventurados a los pobres, a los que lloran, a
los mansos, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a
los limpios de corazón, a los pacíficos, a los perseguidos y añadió:
bienaventurados cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier
modo por mi causa, alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande
en el cielo.
Todo esto no cuadra con las
apetencias y deseos de la gente que, en su mayoría, tampoco cree en el cielo, ni
en una vida más allá de la muerte en la que podamos gozar de Dios por toda la
eternidad, sino que más allá de la muerte no hay nada.
¿Pero
y si hay? Predicar el reino de los cielos llevó a Jesús a la
muerte y una muerte horrible que le infligieron los que estaban seguros de
saberlo todo y de conocer la Ley. También ahora muchos están seguros de la
ciencia, de la política, del placer, del poder, de lo listos que son, y se
repiten aquello de comamos y bebamos, que mañana moriremos.
Este Jesús cuyo nacimiento
parece que celebramos, y digo parece porque no estoy muy seguro de
que lo estemos tomando en serio, también habló del amor al prójimo,
incluso al enemigo, como algo ineludible para llegar al reino, a la vida eterna
y que amar significa compartir y significa perdonar y hacerlo de verdad. No
creo que su mandamiento fuera dar algo para los pobres y ya está y eso de amar
a los enemigos ¿cómo se hace?
Después de haber sido
ajusticiado y enterrado el evangelio nos dice que resucitó, que volvió a la
vida y antes de subir al cielo se apareció a sus seguidores y les encargó que
fueran a predicar al mundo entero su mensaje, la buena noticia de que Dios nos
ama, de que solo El es el camino, la verdad y la vida para que el reino de los
cielos venga a nosotros.
La Navidad es la promesa de
una felicidad en la que no nos atrevemos a creer, pero podemos pedir a Dios el
don de la fe para intentarlo.
Francisco Rodríguez Barragán
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