Los partidos políticos
tienen, a mi parecer, el objetivo de alcanzar el poder y disfrutarlo en forma
de sueldos, prebendas e influencia de los militantes, que designados por las cúpulas dirigentes, lleguen a ocupar puestos
de representantes o gobernantes, consejeros o cargos de confianza o a formar
parte de los mil y un organismos inventados para colocar a sus leales.
Un buen amigo me ha hecho
notar que los que gobiernan siempre lo hacen mal, en opinión de la oposición,
que asegura tener soluciones para todo, pero cuando el gobierno cambia de signo
pasa exactamente lo mismo: los que gobiernan son torpes, malos o vendidos y la
oposición es la que sabe lo que habría de hacerse.
Preocupados por ganarle a
los contrarios, no son capaces de proponerle a los ciudadanos ideas sobre lo
que nos pasa para buscarle soluciones. Quizás es que no tienen ideas que proponer,
salvo aburrirnos con datos económicos y estadísticos, echarle la culpa a los
ricos o a los bancos o a los sindicatos, al gobierno de Bruselas, o al de
Estados Unidos y denunciar la corrupción de los contrarios y olvidar la propia.
Al mismo tiempo unos y otros
destruyen el tejido humano y social que nos ha constituido como personas a lo largo
del tiempo con ideologías disolventes, sexualidad malsana, familias inestables,
envejecimiento de la población, disminución criminosa de la natalidad.
Realidades pre-políticas que había que defender y conservar a toda costa, pero
han sido vulneradas en nombre de no sé qué progresismo que inventa nuevos
derechos con olvido de los auténticos y manipula a los ciudadanos desde la
guardería a la Universidad.
Se han creado muchas
universidades pero el saber no aumenta, aumenta el número de matriculados pero
no sé si aumenta el número de los que se esfuerzan y estudian. El abandono
escolar es pavoroso, los titulados no consiguen trabajo. No veo a los partidos políticos
preocupados por el bien común, ni
decididos a estudiar las soluciones que otros países hayan aplicado con éxito.
Cada parcela educativa, sanitaria, científica o funcionarial defiende a capa y
espada sus derechos o sus egoísmos corporativos, sin que puedan presumir de estar
en cabeza de cualquiera de las clasificaciones de excelencia internacionales
que se publican.
Ningún partido ofrece una
reducción de la enorme carga organizativa de nuestra demencial administración.
Por el contrario, los que llegan, al parecer, piensan en aumentarla.
Los viejos planteamientos
socialistas, comunistas o capitalistas resultan incapaces de organizar la producción y distribución de los
bienes con eficacia y justicia en un mundo globalizado. ¿Hay algún partido al
que preocupen los problemas de la globalización?
Si la alternancia imperfecta
de dos grandes partidos ha sido incapaz de resolver nuestros problemas, que
quizás ellos mismos han creado, ¿podrán resolverlo los partidos nuevos o
resultará un país más ingobernable?
El objetivo de cualquier
partido no debería ser alcanzar el poder a toda costa, con buenas o malas
artes, sino aportar ideas, soluciones, estudios para el bien común… pero
mientras se pueda vivir de la política con buenos sueldos e influencias, para
qué complicarse la vida ¿verdad?
Francisco Rodríguez Barragán
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