Termino el año con una
inquieta sensación de pesimismo. A mi parecer, quizás equivocado, ni en España
ni en el mundo las cosas marchan bien. También es verdad que todo cambia a gran
velocidad y no podemos apenas vislumbrar el futuro más próximo.
Desde las pasadas elecciones
autonómicas y municipales la convivencia entre los españoles no resulta nada
fácil. Todos los pactos y componendas no se orientaron a la búsqueda del bien
común sino a conseguir el desalojo de un partido. Para los que se proclaman de
izquierdas la derecha es malísima, Rajoy
ha hecho muchísimo daño, según la lideresa andaluza, por lo que tanto él
como su partido hay que expulsarlo del terreno político, mientras que la
izquierda alardea de una superioridad moral bastante discutible.
No veo ningún espíritu de
colaboración sino lisa y llanamente odio, lo cual me parece que puede ser una
fuerza capaz de hacer una revolución pero en modo alguno garantizar una
convivencia pacífica.
A 80 años de la guerra civil
y cuando creíamos que la Constitución del 78 había conseguido para siempre
restañar viejas heridas, la ley de memoria histórica del socialista Zapatero
anda invocándose para reformar el callejero de Madrid y volver a las andadas,
con una izquierda y extrema izquierda empeñadas en hacer una nueva constitución
sin que exista ningún consenso.
También el año acaba con la
herida abierta de Cataluña en manos de políticos irresponsables y sectarios que
no augura nada bueno para los españoles que siempre pensábamos que era la mejor
de nuestras regiones.
El Obispo de San Sebastián,
monseñor Munilla, ha señalado que entre los elegidos para formar las nuevas
Cortes no hay ninguno que se haya declarado partidario de la vida y en contra
del aborto, lo que muestra que el peso de los cristianos en la vida pública es
inexistente. A mi parecer la Iglesia puede ser tolerada siempre que se dedique
a mantener a Cáritas para repartir comida, pero contará con la intolerancia de
los todos los políticos si habla de educación, de familia, de matrimonio, del
crimen del aborto y ¡hasta de pecado!
Aunque muchos se sigan
confesando cristianos han ido rápidamente asumiendo la ideología de género, la
práctica libre de la anticoncepción hasta el aborto o el abandono del
matrimonio, sustituido por una convivencia sin compromiso legal. Curiosamente,
al mismo tiempo que las parejas heterosexuales abandonan el matrimonio
religioso o civil, las parejas homosexuales exigen que se les reconozca su
derecho al matrimonio e incluso a tener hijos por adopción o por complicadas
tecnologías biológicas con el apoyo expreso de todos los partidos.
Dicen que ha descendido el
número de abortos pero hay que caer en la cuenta de que también ha descendido
el número de mujeres en edad fértil. Según parece la media de edad española es
de más de 50 años. Como vengo repitiendo tenemos un problema de envejecimiento
de la población que hará insostenible nuestro estado de bienestar.
En cuanto al mundo en general
el año que acaba tampoco ha sido bueno, guerras, atentados, inseguridad,
refugiados, sin que se divise a corto plazo una situación de paz.
¿Qué nos deparará el 2016?
Les deseo a todos los que me lean lo mejor.
Francisco Rodríguez Barragán
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