El 29 de junio del 2012 escribí un
artículo sobre los ochocientos años de la batalla de las Navas de Tolosa.
Vuelvo a enviar el mismo artículo porque la situación de nuestro país no ha
cambiado, incluso ha empeorado, y hay empeñados en ir haciendo desaparecer
nuestra historia, nuestra memoria.
Recordar una de nuestras mejores
historias cada cien años, máxime cuando los niños no las conoce en la escuela,
me parece fatal. Menos mal que hasta ahora en Granada celebramos el dos de
enero de cada año el día de la toma, aunque cada vez con más contradictores.
Este es el artículo de hace nueve
años:
800 años de la batalla de las
Navas de Tolosa
Una nación existe si las personas
que la forman tienen un pasado común y un proyecto de futuro juntos. Si el
pasado común se desdibuja, se omite o se silencia, el futuro se rompe, se
fracciona, en proyectos de vida insolidarios y enfrentados. Lo mismo pasa si se
trata de una realidad más amplia. Europa podrá ser una comunidad estable si su
proyecto de futuro está cimentado en una historia común, en unos valores
compartidos, en encuentros y desencuentros vividos y superados.
Pero al mismo tiempo que tratamos
de formar una realidad supranacional llamada Europa, nuestra vieja nación se
descompone en taifas que olvidan el largo proceso que los llevó a una grandeza,
que parece avergonzarnos hoy.
En mi lejanísima etapa de
colegial recuerdo las clases de Historia de España en las que se nos hablaba
del esfuerzo de los castellanos, vascos, leoneses, navarros, aragoneses o
catalanes, por recuperar la península del dominio de los musulmanes que
pretendieron conquistar Europa.
En la larga marcha que empezó en
Covadonga se fueron produciendo avances y retrocesos. Cuando desapareció gran
caudillo Almanzor, el victorioso, el califato cordobés se fraccionó en un
mosaico de pequeños reinos, que diversos pueblos africanos pretendieron
unificar para luchar contra los reinos cristianos que habían ido surgiendo en
el norte.
El próximo 16 de julio se
cumplirán 800 años de la batalla de las Navas de Tolosa, en la que la actuación
de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón, López de Haro de Vizcaya,
Sancho VII de Navarra, conjuntados por los buenos oficios del Arzobispo Rodrigo
Jiménez de Rada, obtuvieron una decisiva victoria contra el imperio almohade de
Miramamolín.
A los españoles de hoy no parece
importarnos demasiado aquella batalla, que forzó el paso de Despeñaperros y
abrió las puertas de Andalucía para acciones posteriores como la conquista de
Córdoba en 1236 por Fernando III, Sevilla, Jaén, el Estrecho, hasta dejar
reducido el poder musulmán al reino de Granada, que se mantuvo hasta 1492.
La batalla de las Navas de
Tolosa, orquestada como Cruzada por Roma, animó a otros ejércitos de Europa a
sumarse a la operación militar, aunque desistieron de continuar, con lo que la
victoria fue enteramente española. El gigantesco rey de Navarra Sancho VII
arremetió contra la tienda de Miramamolín, rodeada de esclavos negros
encadenados, rotas las cadenas, éstas pasaron a formar el escudo de Navarra
donde continúan.
En la antigua carretera de Madrid
a Andalucía, a su paso por el pueblo llamado La Carolina, hay un monumento a
esta batalla con todos los reyes y el arzobispo que tomaron parte en ella y
delante una estatua del providencial pastor Martin Halaja, que señaló el camino
a las tropas para sorprender a los almohades.
Cuando los españoles son capaces
de concertarse para conseguir un fin, llega la victoria, pero si se enzarzan en
disputas estériles, entonces dinásticas, hoy partidistas o separatistas, nada
prospera ni se realiza.
Francisco Rodríguez
Barragán
Publicado en
https://www.diariosigloxxi.com/firmas/franciscorodriguez
http://www.sotodelamarina.com/Francisco_Rodriguez_Barragan/Articulos/20210802Francisco_Rodriguez_Barragan.htm
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