martes, 2 de agosto de 2011

LOS VALORES HUMANOS EN EL ANTIGUO EGIPTO


Egipto, con sus pirámides, sus templos, sus momias y sus jeroglíficos, ejerce sobre nosotros una permanente fascinación. En el siglo III antes de Cristo el sacerdote e historiador Manetón escribió su Historia de Egipto que abarcaba más de cuatro milenios. Es decir, Egipto llevaba existiendo en aquel momento el doble de tiempo de lo que abarca toda la era cristiana. Conquistado por el empuje de Alejandro Magno sería una viejísima civilización que entraba a formar parte de la koiné griega bajo el dominio de los Ptolomeos en el siglo IV a de C., para pasar después a manos de Roma, a mediados del siglo I a de C., en tiempos de Cleopatra, la reina amante de Julio César y de Marco Antonio.

Dentro del interés general que despierta Egipto, un aspecto inquietante de su cultura es su complicado culto a sus dioses, la costumbre de sus clases dominantes de momificar a los muertos y la creencia en una vida más allá de la muerte para la que había que realizar un detallado ritual que se contiene en el llamado “Libro de los Muertos”, una maravillosa creación del espíritu humano que aparece en forma de jeroglíficos grabados sobre las piedras de las pirámides de las primeras dinastías, luego se conserva pintado sobre los sarcófagos y ataúdes para hacerlo escrito sobre papiro a partir de la dinastía XVIII.

Gracias a Champollion, que logró con la piedra de Rosetta la traducción de la escritura egipcia, ha podido conocerse el contenido de este Libro que contiene una extensa colección de oraciones a todos los dioses y númenes de Egipto, de difícil comprensión para los no versados en mitología egipcia, pero entre las que se encuentra una interesante confesión negativa que tiene que realizar el alma del muerto para tener acceso al mundo de los dioses, cuyo contenido es para nosotros perfectamente entendible, ya que proclama como valores morales nuestros mismos valores, demostrando que la moralidad es algo inherente a la persona y no producto de ningún consenso. Esta confesión negativa es como una letanía de cuarenta y dos invocaciones cada una de las cuales comienza con la invocación a un dios y termina con la proclamación de una conducta intachable, que seguramente tendría sus fallos, pero que al confesarla reconocía la bondad del valor moral que proclamaba.
Así la primera dice:
- Salve, el de las largas zancadas, que sales de Annu: no cometí iniquidad.
Las siguientes:
ڤ ...no robé con violencia,
ڤ ...no maltraté a los hombres
ڤ ...no hurté,
ڤ ...no maté a hombre ni a mujer,
ڤ ...no sisé en el peso,
ڤ ...no obre con dolo,
ڤ ...no fui mendaz, no pronuncié palabras perversas,
ڤ ...no fui falso,
ڤ ...no devasté los campos labrados,
ڤ ...no intervine en asuntos con engaño,
ڤ ...no me irrite jamás sin causa,
ڤ ...no mancillé la mujer de otro,
ڤ ...no pequé contra la pureza,
ڤ ...no desprecié las palabras rectas y justas,
ڤ ...no busque querella,
ڤ ...no hice llorar al hombre,
ڤ ...no perpetré actos impuros ni yací con hombres,
ڤ ...la ira no devoró mi corazón, no me conduje con violencia,
ڤ ...no juzgué con premura,
ڤ ...no hable en vano,
ڤ ...no obré con astucia ni ejecuté con maldad,
ڤ ...no ensucié el agua de los ríos,
ڤ ...mi voz no fue altanera, no me porté con insolencia,
ڤ ...no codicié distinciones,
ڤ ...no acrecí mi riqueza sino con lo que me pertenece en justicia.

Después de esta confesión general el muerto dirige un farragoso discurso a los dioses del submundo, para que le permitan ir avanzando hacia la paz definitiva, en el cual expresa en forma una veces negativa y otras positiva valores morales que seguimos compartiendo tales como:

- Di pan al hambriento, agua al sediento, vestido al desnudo y embarcación al naufrago
- Viví de justicia y de verdad y me nutrí de ellas.
- Libradme del dios Baba que se alimenta de las entrañas de los poderosos.
- Cumplí las ordenes de los hombres, así como las cosas que a los dioses satisfacen y conquisté la paz con el inmortal realizando su voluntad.

Está claro por tanto que hace más de seis mil años estaban vigentes valores morales que demuestran que el hombre los necesita para vivir. Eliminarlos de nuestra sociedad no es ningún avance sino un salto atrás. Sin valores la vida social se hace imposible, pues cada persona tratará de colmar todos sus deseos aunque tenga que hacerlo a costa de los demás. A la postre descubrirá que el hombre es un ser sin fondo, un deseo incolmable, que solamente podrá encontrar sentido a su vida trascendiendo hacia niveles superiores de existencia, niveles inalcanzables si la moralidad desaparece de su horizonte.

Francisco Rodríguez Barragán

Nota. Hay muchas ediciones del Libro de los Muertos fácilmente consultables en las bibliotecas. La edición que tengo es del año 1982 editada por Plaza & Janés .

Publicado en la revista de Ogíjares

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