Después de un nefasto periodo
de gobierno, cuando las urnas dieron una mayoría absoluta al Partido Popular
pensamos que el nuevo gobierno tendría preparada una agenda de reformas
inmediatas para deshacer lo que hizo mal el anterior. No ha sido así.
Esperábamos un estadista capaz
de enderezar el rumbo de la nación en todos sus aspectos, sin inexplicables
demoras. Empezó a justificarse diciendo que la situación económica era peor de
la esperada. Sorprende que después de casi ocho años en la oposición y
gobernando en varias autonomías ese partido no se enterara de lo que había para
sobre ello establecer su programa.
Ante la fiebre constructiva de
obras faraónicas muchos nos
preguntábamos como podrán pagarse. Los políticos de todos los colores entusiasmados
con sus objetivos de dotar a sus pueblos
y ciudades de teatros, auditorios, palacios de deportes, tranvías, trenes de
alta velocidad, autopistas, aeropuertos y hasta universidades, nunca pensaron
como se pagarían ni si serían rentables.
Europa prestó dinero hasta que
llegó el momento de que había que devolverlo. Los prestamistas exigieron la
reducción de nuestra deuda y el nuevo gobierno se puso con aplicación a ello,
aun a costa de convertir en papel mojado su programa electoral, redactado como
mera propaganda. El ministro de Hacienda no tenía, al parecer, mas soluciones
que subir los impuestos y recortar sueldos de funcionarios y presupuestos.
A los causantes de los
despilfarros, a los que hundieron las cajas de ahorro, a las entidades que
prestaron de forma imprudente dinero que no era suyo, este gobierno no les pide
responsabilidades. Algunos corruptos y corruptores han llegado a los tribunales
pero nadie sabe cuándo serán juzgados, ni si serán condenados.
Muchos votantes del Partido
Popular esperábamos que, sin demora, serían derogadas las leyes que nos impuso
el gobierno anterior, como las que atentan contra la familia hasta el punto de
suprimir hasta el “libro de familia”, el matrimonio homosexual, el divorcio exprés,
el aborto o la asignatura de educación para la ciudadanía. Pues nada, ahí
siguen vigentes, no sé si por la abulia presidencial o porque en este partido y
en este gobierno, hay muchos “progres”, perfectamente intercambiables con los
del partido opuesto.
De reformar los órganos judiciales,
pues nada de nada. El ministro del ramo no parece dispuesto a hacer nada para
mejorar, aunque puede que lo empeore. Unos tribunales que legalizan a partidos
etarras, absuelven al Dr. Morín, son incapaces de hacer cumplir sus sentencias
en Cataluña ¿no necesitan una reforma profunda? ¿Creen que será capaz de
hacerla el señor Gallardón, el que concede indultos a condenados y lo deniega
al juez Ferrin Calamita?
Nos aburren con datos
macroeconómicos mientras que las huelgas, las protestas o el vandalismo de los
anti-sistema, toman las calles y las plazas. Nos dicen que ejercen sus
derechos, pero con ello desprestigian a España y espantan el turismo.
¿Qué se ha hecho en educación?
¿Qué se hace en Interior? ¿Se ha creado algún empleo con las reformas laborales? ¿Seguimos?
Francisco Rodríguez Barragán
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