Hay gente que piensa que Dios
no le es necesario e incluso lo consideran un estorbo para su vida. Dicen que
pueden desarrollarse como magníficas personas por sí mismos, sin recurrir a
nada, ni a nadie que no han visto nunca y que a lo mejor ni existe.
Si alguien les pregunta por la
razón de la existencia del universo, responden que el universo existe por sí
mismo, que carece de sentido cuestionarnos nada y que la ciencia irá dando
respuesta a los que estén interesados en meterse en averiguaciones.
Pero aunque no quieran
cuestionar nada, ni cuestionarse a sí mismos, preferirán, sin duda, el bien al
mal, la verdad a la mentira, la justicia la injusticia, la belleza a la
fealdad, el amor al odio, conservar la existencia que volver a la nada. ¿No
querrán saber ni preguntarse acaso, quién puso en sus corazones estos
sentimientos, quién les dio la facultad de hablar, de sentir, de desear, de
temer, de amar?
Pienso que existe un cierto
miedo en creer en Dios, pues si existe Alguien que nos dio la existencia, este
Alguien puede pedirnos cuenta de nuestras vidas y esto nos asusta, nos incomoda.
Si creo en este Alguien, no podré usar mi libertad para el mal, para abusar de
los demás, para destruir la belleza de la creación.
Por mucho que tratemos de
convencernos de que somos la medida de todas las cosas y que no existe un Dios que nos pida cuentas,
si somos honestos con nosotros mismos tendremos que confesar que, en algún
rincón del alma, anida un vacío, un ansía de plenitud que no podemos colmar con
todos nuestros triunfos, con todos nuestros placeres, con todas nuestras
riquezas.
Quizás negamos a Dios porque lo
tememos. Mucha gente imagina a Dios como justiciero y castigador, por lo que
prefieren no pensar en Él, ignorarlo.
Pero Dios es Amor y se nos ha
revelado en Jesús de Nazaret como un Padre clemente y misericordioso, dispuesto
al perdón de nuestras faltas, dispuesto a salvarnos del mal que anida en
nosotros mismos y darnos la vida eterna.
Preocupados, quizás, por vivir
y gozar esta vida que se acaba, pensamos poco en la existencia de otra vida que
no se acaba. Craso error. Si después de la muerte no hay otra cosa que la nada
¿Qué valor tendría la vida?
Dios no recorta nuestra
realización personal sino que le da consistencia y plenitud. Entrar en relación
de amor con Quién nos llamó a la existencia, salvados por la muerte y
resurrección de Jesucristo, elevados con él a la categoría de hijos de Dios.
Nuestro origen es divino y nuestro destino grandioso, basta que respondamos al
amor de Dios amando a los demás.
La fe que necesitamos para
creer todo esto es un don del mismo Dios, ofrecido a todos los que están
dispuestos a acogerlo. Por mi parte anuncio, a cuantos puedan llegar mis
palabras, lo que creo junto con la Iglesia.
Les aseguro que nada se pierde
por creer en Dios, pero alejándose de Él nuestra vida se empobrece y puede
hasta perderse.
Francisco Rodríguez Barragán
No hay comentarios:
Publicar un comentario