Recuerdo al actor y cantante
Fernando Esteso que nos hacía reír con aquella canción que empezaba: “Ya
estamos metidos en la democracia, a Dios damos gracias” al comienzo de la
transición. Desde que vimos que se superaba el miedo a otro posible
enfrentamiento entre españoles, nos alegramos todos de que hubiera para
nosotros un futuro democrático, que tanto habíamos anhelado y se proclamara una
constitución de consenso, sin vencedores ni vencidos.
Ha pasado el tiempo y
siento, por mi parte, un gran desencanto. No sé si Ortega hubiera repetido
ahora aquello de “no es esto, no es esto”, referido a la desgraciada segunda república
que, inexplicablemente, hay quien pretende revivirla, sin tener en cuenta que
el tiempo marcha siempre hacia adelante.
Los que redactaron la
Constitución del 78 y los que luego dimos nuestra aprobación en el referéndum
del 6 de diciembre de 1978, pensábamos que se había dado con la fórmula
adecuada para satisfacer a todos los españoles, incluidos los nacionalistas
vascos y catalanes.
No fue así. Si el artículo
primero declaraba que “España se constituye en un Estado social y democrático
de derecho”, qué pasó para que ahora esté dividida en diecisiete autonomías,
mini-estados, que andan siempre a la greña frente a un cada vez más escuálido
poder central, incapaz de garantizar la igualdad entre todos los españoles de
acuerdo con la misma Constitución. Por desgracia las concesiones
constitucionales a los nacionalistas vascos y catalanes, en lugar de
satisfacerlos, les abrió un voraz apetito que también se ha extendido al resto,
provocando que en la actualidad me parezca que vivimos en una España
desvencijada, inestable, ruinosa.
Creo que por muchas
elecciones que se convoquen, no mejorará por ello la calidad de nuestra
democracia que necesita sustentarse en valores permanentes en lugar de crear
“nuevos valores”, alentados por ideologías disolventes de la persona, de la
familia, de la convivencia.
¿Cree alguien que la llamada
liberación sexual es más beneficiosa para la sociedad que el amor conyugal
permanente y fiel? ¿Cree alguien que es bueno que se produzcan más de cien abortos al año? ¿Piensa alguien que puede
sostenerse un estado de bienestar en un país demográficamente envejecido?
Apenas si conocemos a las
personas a quienes votamos, pero vemos que muchos de ellos llevan toda la vida
comiendo bastante bien de los distintos presupuestos, en el mejor de los casos.
Han sido demasiados años en que ha existido una sensación de corrupción e
impunidad terrible.
Desde los fastos del V
Centenario y la Expo de Sevilla todo ha sido un derroche permanente a todos los
niveles, por algo será…
Al principio de nuestra
democracia existió una sopa de letras, correspondiente a los más variados partidos,
que fueron desapareciendo. Solo quedaron dos con posibilidades de gobernar en
los ayuntamientos, autonomías y gobierno central más los nacionalistas
convertidos en partidos bisagra, que aprovecharon su situación para obtener
prebendas que están resultando muy negativas para el conjunto de España.
Ahora cuando nuestra
situación desvencijada se hace palpable la obsolescencia de los dos grandes
partidos, aparecen otros que ignoramos cuales sean sus intenciones: si
pretenden quebrar de una vez el estado, participar de las prebendas del poder,
iniciar alguna pirueta aventurada, ¡vaya usted a saber!
Francisco Rodríguez Barragán
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