Entre las muchas tendencias
que actúan sobre las personas hay dos que lo hacen con fuerza singular: el
deseo de dominar a otros y la sexualidad.
El deseo de los varones por
dominar a las mujeres es paralelo al de las mujeres por dominar a los hombres.
Pasar de una relación de dominio a otra de cooperación, de armonía, de amor,
exige una larga educación que me da la impresión que se imparte poco, ya que
muchas parejas se rompen en menos tiempo que la garantía de una lavadora, por
incompatibilidad de caracteres, es decir cada uno quiere hacer su voluntad y la
convivencia es imposible.
El ejercicio de la sexualidad,
dentro de un orden moral y en función de la familia, saltó por los aires con la
revolución sexual y su programa de abolir normas, prohibiciones y tabúes que,
no hay duda, que está triunfando en nuestro mundo.
El gobierno de los pueblos,
de las naciones, de la sociedad, se ha justificado siempre como necesario, pero
todo poder tiende fatalmente a la dominación y al control de los ciudadanos por
los gobiernos. Este control ha sido contestado en muchas ocasiones con
inestabilidad, revoluciones y guerras hasta que han encontrado la forma de usar
la sexualidad como forma de control social.
La liberación sexual
implicaba necesariamente anular la generación, impedir el embarazo y si se
producía, eliminar al concebido y se ha
llegado a eso de forma progresiva pero rápida.
El viejo anticlericalismo se
ha modernizado en elegantes fórmulas presentadas como inapelables filosofías y
certezas científicas, cuyo objetivo no es otro que expulsar la idea de Dios y
la idea de pecado de nuestro mundo. Si Dios era el obstáculo para gozar del
placer de forma ilimitada, se le elimina y el gobierno de los estados se convierte
en la última instancia de nuestras conductas. El individuo y la familia, como
realidades anteriores y pre-políticas, van siendo suprimidos cada vez con menor
esfuerzo.
Observen como los partidos
políticos de todas las tendencias, en su casi totalidad, aceptan el aborto y
desde casi todos los medios se insiste en que cualquier intento de reducirlo va
en contra del progreso y es perder votos.
Este desarme moral de la
sociedad se ha producido por la acción de los gobernantes que manipulan la
educación desde el jardín de infancia, que dictan leyes proclamando como
derechos el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el divorcio
exprés, la ideología de género, las mil y una forma de sexualidad, etc. Una
prueba de este desarme pueden ser las sombras imaginadas por una mente sucia y
sado-masoquista que triunfan en los cines.
No deberíamos elegir a los
gobernantes para que decidan sobre la manera de ejercer su control sobre
nosotros sino para servir con honestidad y economía al bien común a los
ciudadanos. No todo es economía, también hay valores que vale la pena conservar
si queremos seguir siendo personas dotadas de razón y de conciencia.
Estamos en año de elecciones
varias. ¿A quién votar? Pues no lo sé. Vamos a ver qué pasa.
Francisco Rodríguez Barragán
No hay comentarios:
Publicar un comentario