El carnaval con sus
disfraces y sus derroches pasa rápido, aunque aquí parece que estamos de de
juerga desde el 20 de diciembre pasado. Si el pesado artefacto de la
administración pudiera seguir funcionando a lo mejor descubríamos que el
gobierno no era tan imprescindible. Quién sabe si cuando armen el nuevo gobierno
iremos a peor ya que las perspectivas no son nada halagüeñas para mantener la
paz y la convivencia entre los españoles.
Pero empieza la Cuaresma con
el miércoles de ceniza, cuarenta días hasta la Pascua. Es una llamada a la
conversión que no será objeto de ningún programa exitoso de televisión ni los
diarios le dedicarán portadas ni páginas.
La conciencia personal, que
debía ponernos ante los ojos nuestra situación de pecadores, ha quedado
eliminada con el manoseado estado de bienestar que cuida de nosotros y no
quiere que nos sintamos enfermos del pecado.
Para la mayor parte de la
gente el pecado no existe, ni siquiera se le nombra. Nos sentimos
contribuyentes, votantes, televidentes, empleados o desempleados… ¡pero
pecadores! Al parecer solo existen los delitos o faltas tipificados por el
código penal.
Por mi parte alzo mi
pequeñísima voz para recordar a quienes me lean que todo pasa excepto Dios. Como
dice la Biblia Dios es compasivo y
misericordioso y no nos trata como merecen nuestros pecados pero si por
nuestra parte no hay respuesta a su misericordia ¿no nos aplicará su justicia?
Si no queremos distinguir el
bien del mal y ajustar nuestra conducta a la regla de oro de no hacer a otro lo
que no quieras para ti, vamos cuesta abajo por un mundo hedonista que solo se
preocupa de su propio placer o relativista para el que todo vale lo mismo. Cada
uno de nosotros se siente bueno y no necesita de conversión ni de perdón, los
malos son los otros, los que nos señalan cada partido político, la derecha o la
izquierda, el mercado o los bancos, la comunidad europea o la economía
americana…
El estado de bienestar es el
invento destinado a hacernos vivir en una infancia inocente y permanente, como
ya advirtió Tocqueville Hemos llegado a
creer absolutamente que es el Estado, sus políticos y gobernantes, quienes
tienen que proporcionarnos la solución de todas nuestros deseos y necesidades, sin
duda a cambio de nuestra servidumbre. Por eso cada grupo político pregona las
prestaciones y derechos que nos
dará si lo votamos, aunque luego ni
quiera ni pueda cumplir con su programa, mientras utilizan el humilde servicio
de nuestro voto para disfrutar del poder y sus prebendas.
Hablar de pecado desentona,
por eso los cristianos seremos cada vez más silenciados, salvo para la
promoción del tipismo y el turismo. Cristo crucificado es contemplado quizás
como obra de arte por la mayoría, pero no como la salvación de nuestros pecados
ya que no nos sentimos culpables ni necesitados de perdón.
Si una mínima parte del
tiempo que pasamos ante el televisor lo utilizáramos para entrar en nuestro
interior y ponernos en la presencia de Dios, esta cuaresma que empieza no será
inútil.
Francisco Rodríguez Barragán
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