Aunque mucha gente no crea
en el alma ni en el diablo, estoy seguro de que en más de una ocasión están
dispuestos a tal negocio, por ejemplo, cuando se pasa hambre, no se tiene
trabajo, no se ve salida a una situación insoportable que se prolonga en el
tiempo. A sus oídos llegarán unas palabras sibilinas e insidiosas: tú puedes hacer que cambie tu situación
solo es necesario que me des tu voto,
nosotros lo cambiaremos todo, les quitaremos sus riquezas a los ricos y las
repartiremos ¿de acuerdo?.
Es una tentación diabólica
en la que muchos caen. Sí, habrá que hacer la revolución. Luego saldrá o no
saldrá, se puede llegar a los “éxitos” chavistas o a la situación griega con más facilidad que al mítico
desarrollo nórdico, pero has vendido libremente tu voto y tu libertad,
olvidando que no solo de pan vive el hombre.
Otra transacción se ofrece a
los instruidos, a los que viven seguros de su propio juicio, de su suficiencia.
¡Tú puedes todo lo que te propongas!
te sugiere ese libro de autoayuda; la única verdad es la ciencia, la técnica,
los avances imparables de la investigación; todo el pasado es oscuro y remoto:
olvídalo, lánzate a la vida, al placer, al disfrute de cuanto se te ofrezca. Lo
puedes todo, incluso cambiar de sexo si no te gusta el que tienes, no te
comprometas con nadie, no aceptes cargas ni obligaciones, puedes hasta morirte
cuando quieras, eres producto de la evolución y cuando desaparezcas volverás a
la nada.
Qué tentación ¿verdad?
Adorarte a ti mismo sin limitaciones, sin deberes ni condicionamientos. Salta, tírate de cabeza, no te pasará nada,
resuena en tus oídos.
Hay otra invitación
insidiosa: el ansia de poder. Este
mundo lo manejan los poderosos desde sus selectos clubs, sus instituciones
financieras, sus elegantes logias, sus lobbies omnipresentes en los organismos
internacionales, en laboratorios y fundaciones, empeñados en un nuevo orden
mundial y… en los múltiples y variados
partidos políticos. Ser rico e influyente, tener en la mano el timón de
gigantescas organizaciones. Aquí no es fácil entrar pero es seguro de que
muchos estarían dispuestos a vender su alma al diablo por un puesto importante.
Escucha: todo esto puede ser tuyo si nos
adoras, si te sometes a nuestras directrices. Habrá que tragarse más de un
sapo para subir, para trepar, pero el poder lleva anejo el dinero que puede
llegar a tus bolsillos, a tus cuentas, si colaboras.
Seguro que a los cristianos
que oyeron el evangelio del domingo pasado les suenan estas tentaciones, las
mismas que padeció Jesús después de pasar cuarenta días en el desierto. ¿Por
qué se dejaría tentar por el diablo? Pienso que despojado de su rango de Dios y
actuando como un hombre cualquiera se sometió a estas tentaciones, para
enseñarnos lo que tendríamos que hacer: resistir al diablo rechazando sus
propuestas, sus tentaciones, recordando
que no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de su boca,
pues solo a Dios hay que adorar y rendirle culto.
Si Dios desaparece de
nuestro horizonte vital habremos vendido nuestras almas al diablo y estamos
perdidos.
Francisco Rodríguez Barragán
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