La avalancha diaria de noticias
e informaciones económicas que pretenden explicar lo delicado de nuestra
situación económica, financiera, laboral, política, sanitaria y educativa,
puede ahogar la declaración de Madrid que el 27 de mayo pasado formuló el
Congreso Mundial de Familias.
Dentro de uno, dos, tres meses,
seguiremos hablando de crisis económica, que no sabemos muy bien como se
resolverá, aunque seguramente las cosas no van a volver a ser como antes. Las
fuerzas financieras y económicas y nuestra dependencia de Europa no están en
nuestras manos, en las manos de eso que
se ha dado en llamar la sociedad civil.
Pero como afirma la declaración
de Madrid, la unidad fundamental de la sociedad es la familia y no el individuo
aislado, abandonado a los vientos de la propaganda y la manipulación, y esta
célula esencial está en nuestras manos revitalizarla y defenderla. En muchos
casos los desastrosos efectos de la crisis han conseguido paliarse gracias a la
solidaridad familiar, acogiendo y ayudando
a sus miembros más golpeados.
La familia, como lugar
privilegiado en el que sus miembros son amados y acogidos por sí mismos, es
aquella formada por la unión estable de un hombre y una mujer que dan vida,
cuidado, educación y atención permanente a sus hijos, prolongando su dedicación
amorosa a la siguiente generación.
Aunque se hable ahora de
diversos tipos de familia, solo la familia natural es la que puede cumplir el
papel de unidad fundamental de la sociedad. Los otros tipos de familias siempre
adolecen de alguna carencia o son meras invenciones del Estado que trata de
realizar una labor de ingeniería social inaceptable, en lugar de promocionar el
bien común sin manipulaciones partidistas.
El ejercicio responsable de la
sexualidad está ordenado a la transmisión de la vida y cuando una vida se
inicia, el que va a nacer tiene derecho a tener un padre y una madre, que le
sirvan de referencia para su desarrollo. La reproducción humana no puede
trivializarse a mero accidente, o a manipulación embrionaria, más cercana a las
técnicas ganaderas que a la dignidad de la persona.
Afirma la declaración de Madrid
algo obvio: que la familia es anterior al Estado y que los gobiernos legítimos
existen para protegerla y ayudarla a cumplir su misión de transmisoras de la
vida, de la civilización y de la cultura. La educación de los hijos corresponde
a los padres. Pienso que fue un error llamar a un ministerio de Educación,
cuando era mucho más correcto el de Instrucción Pública. Educar corresponde
a los padres, transmitir conocimientos de física o de matemáticas, de gramática
o de arte, por ejemplo, puede ser obligación del Estado promoverla y vigilarla.
El llamado estado de bienestar
en crisis y pronto insostenible, tiene
su más clara causa en la brutal disminución de la natalidad, el invierno
demográfico y el envejecimiento de la población. Las familias podrán evitar el
desastre demográfico si logran liberarse de su egoísmo consumista.
Hay otras muchas afirmaciones
sobre la familia en esta declaración de Madrid
que merecen ser leídas, reflexionadas y comentadas.
Francisco Rodríguez Barragán
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