Está a la vista de todos que
cuando los “anti sistema” entran a dirigir el sistema éste no mejora en
absoluto, al contrario, se está desplegando una peligrosa espiral de odio y
revancha que pone en peligro la convivencia. Ahí están los ayuntamientos de
bastantes capitales que no están mejorando precisamente en manos de radicales y
los sucesos de Barcelona en los que el movimiento okupa reparten instrucciones sobre
la forma de actuar contra las fuerzas de seguridad.
Destrozar el mobiliario
urbano y las oficinas bancarias, quemar coches y golpear cacerolas no parece
que sea ningún ejercicio de convivencia pacífica. Vocear que hay que
desobedecer a los tribunales, incumplir los compromisos con la Unión Europea y
no pagar la deuda tampoco parece el camino más acertado para normalizar nuestra
situación. La amenaza de declararse independientes es el resultado de una
política central equivocada: no hacer nada y esperar a que escampe.
A la crisis económica que
padecemos: desempleo y deuda, se añade desde el 20 de diciembre del año pasado
la crisis institucional, que no sabemos si se resolverá con las próximas
elecciones.
Todo ello es el resultado de
una acumulación de errores que se han ido produciendo desde el periodo mismo de
la transición, como pueden ser la desmembración autonómica y un deficiente
sistema electoral que entregó la llave de la gobernabilidad a los nacionalismos
periféricos y que ningún gobierno se atrevió a modificar.
Ni siquiera el último del
Partido Popular, a pesar de haber obtenido la más amplia mayoría, fue capaz de
afrontar ninguna de las reformas necesarias. Absorto en los problemas
económicos el Presidente no quiso saber nada de otra cosa, y lo que hizo al
final de su mandato tampoco supo venderlo a los ciudadanos, lo que demostró su
escasa entidad como estadista que gobierna pensando en las próximas
generaciones.
Por otro lado la sociedad en
su conjunto ha confundido la modernidad con el abandono de los deberes y normas
tradicionales para reclamar del estado, que se dice del bienestar, toda clase
de prestaciones y cuidados, desde la cuna a la tumba. Como naturalmente los
derechos que se reclaman cuestan dinero los gobiernos de turno no tienen otra
forma de conseguirlos que cargando de impuestos a los ciudadanos que trabajan o
pidiendo prestado.
Mientras que las personas
que pasaron su vida trabajando y cotizando ven que peligra el derecho a sus pensiones, otros que no
trabajaron ni cotizaron exigen que se les mantenga. Los que perdieron su
trabajo por diversas causas pueden no encontrar otro por su edad, pero hay bastantes
que quizás ni siquiera lo han buscado, quizás abandonaron los estudios, quizás
estudiaron cosas que nadie demanda, quizás han vivido demasiado tiempo a costa
de sus padres. ¿Qué se puede hacer? ¿Se buscan soluciones?
Ante todos estos problemas
unos político esperan que se resuelvan solos y otros quieren resolverlo haciendo
la revolución. Pero quitar trabas burocráticas, facilitar la creación de
empresas, la llegada de inversiones, apoyar a los emprendedores, buscar nuevos
mercados a nuestros productos, etc. es la tarea de fomento que habría que
esperar de los gobiernos, pero no oigo nada de esto en los que hablan de cambio,
ni tampoco en los que hablan de otras cosas.
Francisco Rodríguez Barragán
Publicado en
No hay comentarios:
Publicar un comentario