Nuestra democracia y sus defectos
La democracia como método de
gobierno necesita en primer lugar que todos tengamos clara la existencia de un
“demos”, de un pueblo y que el poder tiene un solo objetivo: servir a ese
pueblo. Si se busca el poder para disfrutarlo, como trofeo y botín a repartir
entre los ganadores, se ha falseado el régimen democrático.
Si el régimen democrático se
reduce el triunfo de la mayoría se desata la lucha para obtenerla a toda costa
y el contrario no se percibe como otra forma legítima, con soluciones
diferentes, sino como enemigo a batir por todos los medios.
El medio que, por desgracia,
resulta más eficaz en la lucha
partidaria es el odio a los contrarios que representan y personifican el mal en
cuanto digan o hagan. Mientras no seamos capaces de rechazar el odio como motor
de la acción política no habrá arreglo posible.
Estamos viendo cada día como
se aprovecha cualquier motivo para acusar al contrario de todas las maldades
imaginables y eso desde el principio de la transición, cuando Adolfo Suárez fue literalmente destruido.
El hecho de que durante un
largo periodo de tiempo el poder haya pasado de un partido a otro, de los dos
que resultaron hegemónicos, sin mayores dificultades, nos pareció a todos que el sistema funcionaba.
(Si dejamos entre paréntesis la voladura de trenes del 11-M en vísperas de unas
elecciones).
Pero el resultado de las
últimas elecciones ha puesto de manifiesto el fallo de nuestra democracia: los
partidos no buscan el interés del país sino su propio interés, con todas las
matizaciones que queramos anotar.
La necesidad de obtener la
investidura del gobierno por una mayoría absoluta en el parlamento y la falta
de costumbre de llegar a acuerdos entre partidos ha hecho posible el bloqueo
que padecemos.
Los pactos de otras
legislaturas en las que el partido ganador completaba los votos que le faltaban
con las minorías, en realidad no eran tales pactos, sino una descarada compra
de votos pagados con prebendas en detrimento de la totalidad del país. Esta
solución no ha sido posible esta vez, ya que las minorías bisagra han pensado que pueden obtener más de la
falta de gobierno o de un gobierno débil sin mayoría...
Además han aparecido en el
escenario político otros dos partidos dispuestos a participar en el poder a
toda costa. De un lado el partido Ciudadanos que trata de hacerse con los
votantes del PP enfadados por el absoluto incumplimiento del programa electoral
con el que se presentaron a las elecciones alcanzando la mayoría absoluta y que
no se justifica por la dedicación exclusiva del gobierno a remediar la crisis
económica.
De otro la aparición del
populismo que busca asaltar el poder canalizando el odio y la rabia de todos
los descontentos que empezaron a manifestarse cuando el 15-M. Es un movimiento
de carácter izquierdista radical, dentro de la onda revolucionaria caribeña.
Este movimiento populista
resulta peligroso ya que pretende desestabilizar y poner en revisión todo el
sistema, señalando como enemigos a batir a “los poderosos” en beneficio de “la
gente”. Su líder confiesa sin rebozo que quiere causar miedo, que se le tema y
realmente son temibles en las parcelas de poder que van consiguiendo y si
llegaran a tomar todo el poder, el sistema democrático saltaría por los aires como
pasa en Cuba o Venezuela.
Necesitamos revisar nuestra
democracia para que los partidos homologables con los existentes en Europa dejen
de tratarse como enemigos y colaboren con lealtad por el bien de todos los
españoles. ¿Será posible?
Francisco Rodríguez Barragán
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