De
cómo se puede convencer a la gente de cualquier cosa
Hay palabras que se ponen en
circulación que nunca son inocuas, aunque mucha gente no detecte la potente
carga destructiva que contienen. Cuando llegamos a comprender de lo que se
trata suele ser tarde. Recuerden la advertencia evangélica: los hijos de este mundo son más astutos con
los de su generación que los hijos de la luz. Quienes pretenden organizar el mundo a su
antojo encuentran medios y métodos eficaces frente a la inactividad de los que
creemos estar en la verdad, en la luz,
pero no la defendemos ni la comunicamos.
Recordemos a los gobernantes
que lanzaron la consigna de la ampliación
de derechos y con reconocida eficacia consiguieron que la gente asumiera
sin gran resistencia convertir un delito, abortar una vida en gestación, en un derecho
prácticamente absoluto, asumir que el sexo de las personas no es biológico sino
elegido, que el matrimonio “para todos” ha llevado a las uniones homosexuales y
a las uniones heterosexuales a ser sustituidas por vivir en pareja, sin formalizar ningún tipo de compromiso, las
rupturas matrimoniales en lugar de intentar recomponerlas, se les facilita el
divorcio exprés que puede gestionarse desde una aplicación informática.
Aquello que dice el artículo 14
de la Constitución de que todos somos iguales ante la ley, sin que pueda
prevalecer discriminación alguna en razón de nacimiento, raza, sexo, religión,
opinión o cualquier otra condición o circunstancia, se ha cambiado radicalmente.
Aunque pocas veces se denunciara discriminación, ahora se han convencido a las
mujeres y a todos aquellos con orientación sexual diferente para que gocen de
una discriminación positiva en el ámbito jurídico y puedan denunciar de
cualquier tipo de fobia a toda persona que piense diferente.
La expresión “salir del armario”,
que hacía referencia a todos aquellos que decidían confesar abiertamente su
homosexualidad, se ha llevado a una reivindicación agresiva con banderas,
fanfarrias y desfiles de dudoso gusto y a conseguir que se eduque a los niños
en estos “nuevos valores”.
Ha sido toda una labor de
ingeniería social llevada a cabo por los ingenieros de la escuadra y el compás
bordados en el mandil, que se felicitan del retroceso de las enseñanzas y
tradiciones judeo-cristianas, cuya desaparición total vienen propugnando desde
la Ilustración como condición para un
mundo feliz (quizás el de Huxley).
El proceso que han llevado a
cabo astutamente comienza con una fase emotiva para despertar en la gente
simpatía y compasión por determinados colectivos al mismo tiempo que se invita
a actos revolucionarios. A continuación se utilizan opiniones científicas,
debidamente manipuladas, que abogan por leyes que modifiquen la situación,
haciendo obligatoria su aplicación y su enseñanza. Los sistemas democráticos, más allá de gestionar el bien público, se
han arrogado la autoridad de definir el bien y el mal y dejan
institucionalizada cualquier cosa, si tienen votos suficientes en el
parlamento.
Como naturalmente siempre habrá
ciudadanos que no estemos conformes con esas ampliaciones de derechos, ya se
cuidan los gobernantes de penalizar y castigar a los disconformes, señalándolos
como apestados, marcándolos con la estrella
amarilla de “ultras”, que siempre se reserva a la derecha y nunca a la
izquierda.
Si además este proceso se
desarrolla en todo el mundo occidental y cuentas con las bendiciones de los
organismos de la ONU y de la Unión Europea, ya pueden suponer que no es fácil
reivindicar la vuelta a los valores morales que debían configurarnos como personas
libres.
Francisco Rodríguez Barragán
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