Es una guerra y somos tan inconscientes que decimos no
tener miedo.
La matanza de Barcelona nos
deja bastante descolocados, no solo por el sangriento atentado como por las
reacciones que se han producido y que las televisiones nos han servido con
profusión, repitiendo una y otra vez lo buenos que somos, lo bien que
funcionamos y esa especie de consigna de
que no tenemos miedo.
Mentiras, medias verdades y
repugnante utilización de una enorme desgracia para la matraca del cansino proceso
soberanista. No tener miedo es una imprudente estupidez pues es no entender que
se trata de una guerra del Islam contra Europa y no se puede responder con “buenismos”,
ramos de flores y ositos de peluche.
En España la cuestión es sumamente
grave ya que, de forma expresa, los yihadistas han apuntado al objetivo de
reconquistar Al-Andalus, único espacio del que fueron rechazados en una larga
lucha de ocho siglos. En todos los países donde se extendió el Islam no se ha
dado ningún retroceso y las minorías que no se sometieron o fueron eliminadas o
siguen sufriendo su marginación.
Un jesuita egipcio, buen
conocedor de la situación de los cristianos en países musulmanes, Samir Khalil,
profesor de historia de la cultura árabe en Beirut y Roma, en una entrevista
que publica Religión en Libertad, avisa que incluso el Islam no yihadista
siempre buscará el poder político y que
Europa será estúpida si no ve que el Islam utiliza la tolerancia para islamizar.
El Islam no es solo una
religión más sino un sistema social y político que no ha aceptado la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, único esquema en que sería
posible una convivencia en paz, pero el estado islámico aplica lo que está en
el Corán y en la vida de Mahoma y aunque no puede decirse que el Islam es igual
a violencia tampoco puede decirse lo contrario. Hay violencia en el Islam y el
ISIS ha tomado toda la violencia que desplegó Mahoma en el siglo VII y ha visto
que Europa puede ser una fruta madura para su conquista, pues las naciones
europeas orgullosas de su tolerancia han abierto sus puertas creyendo que
nuestro relativismo, nuestra amoralidad, nuestras costumbres disolutas van a
ser aceptadas por los que llegan.
No somos conscientes de que los
musulmanes a los que hemos abierto las puestas van a crecer cada vez más,
mientras los europeos cada vez seremos menos y más viejos. Ya dijo Gadafi que
conquistarían Europa con el útero de sus mujeres y por mucha nacionalidad que
les regalemos, ellos la tomarán para lo que les convenga, pero se seguirán
sintiendo diferentes (e incluso mejores que nosotros).
Cuando los musulmanes son una
exigua minoría no dan problemas pero en cuanto van creciendo empiezan a
reclamar el reconocimiento de sus costumbres religiosas o alimenticias, van concentrándose
en determinados barrios, incluso ciudades, que convierten en guetos donde queda
cerrado el paso y si se presenta la ocasión llegan a los ayuntamientos..
En Barcelona la cosa es más
grave: los nacionalistas prefieren la emigración marroquí a la
hispanoamericana, pues estos no están dispuestos a aprender catalán y los otros
no tienen más remedio que aprenderlo y dan por supuesto que los tendrán de su
parte cuando fuercen la independencia.
Tras el atentado las
autoridades catalanas, hablando catalán para el mundo entero, se han cubierto
de gloria. La alcaldesa ha estado ni más ni menos que a la altura que se
esperaba, deprimente. Su odio a España le ha llevado a no seguir las
instrucciones del gobierno, negándose a colocar obstáculos a los vehículos por
las Ramblas. Los muertos caerán sobre su conciencia, si es que la tiene.
Francisco Rodríguez Barragán
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