San Francisco de Asís me ofrece un
catálogo de propósitos que a mi ofrezco a quienes
me lean
La pasada semana traté del
balance de fin del 2017 y en esta que comienza el 2018 pensé que debía hacer
algunos proyectos y propósitos a cumplir durante el año. Pero dada mi edad
comprendo que no es ya el momento de hacer proyectos, aunque quizás sí de hacer
algunos propósitos.
No he podido recordar si al
principio del 2017 hice alguno y si lo hice ya me he olvidado Dándole vueltas
a posibles propósitos, de golpe he
recordado una oración atribuida a San Francisco de Asís, “hazme instrumento de tu paz”, la he leído y releído y quizás
contiene un catálogo de buenos propósitos que voy a tratar de hacerlos míos.
Dice la oración que donde hay odio, yo ponga amor. ¿Podré
hacerlo? Al menos me prohibiré a mi
mismo echar más leña al fuego de cualquier cuestión. Amparado en la libertad de
crítica quizás me he dedicado a señalar a quienes, en mi opinión, son los
culpables de tanto desaguisado. Vamos a ver si soy capaz de dejar de criticar y
trate de amar a los que hasta ahora veía enfrente.
Sigue la oración diciendo que allá donde haya ofensa, yo ponga el
perdón, donde haya discordia, yo
ponga la unión. Son dos buenos propósitos que voy a tratar de cumplir en mi
entorno como Dios me dé a entender. No ofender, perdonar siempre, evitar las
discordias ¡casi nada!
Que
donde haya error, yo ponga la verdad. Propósito difícil ya que habré
de buscar humildemente la verdad, examinarla a fondo, pues a menudo “mi verdad”
no es la verdad.
Que
allá donde haya duda, yo ponga la fe. Mucha gente vive en la duda
permanente ¿existirá Dios? Aquí mi propósito será transmitirles mi propia fe,
aunque no me hagan caso.
Que
allá donde hay desesperación, yo ponga esperanza, donde hay tinieblas, yo ponga
la luz, donde hay tristeza, yo ponga la alegría. ¿Cómo
podré cumplir estos propósitos? Necesito la ayuda de Dios para vivir en la
esperanza, en la luz, en la alegría. Prometo pedirlas cada mañana y trataré con todas mis fuerzas de rechazar la
desesperación, la oscuridad, la tristeza.
El camino también lo ofrece San
Francisco cuando pide que yo no busque
tanto ser consolado como consolar, ser comprendido, cuanto comprender, ser
amado, cuanto amar. ¿Seré capaz de consolar, comprender y amar a los demás,
sean quienes sean? Me parece que me he metido en una aventura superior s mis
fuerzas pero voy a intentarlo.
Dice San Francisco: Creo que es dándose como se recibe, es
olvidándose de sí mismo como uno puede encontrarse, perdonando como se es perdonado, es muriendo como se
resucita a la vida eterna, ¿Creo esto?.
Seguramente que habré pensado y
otros también piensan que todo esto no sirve para nada, que lo importante es el
poder, el dinero, el placer. Llevamos siglos tratando de hacer un mundo mejor y
no parece que lo hayamos conseguido, pero la solución seguramente está en amar
al prójimo hasta dar la vida por él. El Evangelio, de verdad, está por estrenar.
Que el 2018 sea un año
diferente para todos.
Francisco Rodríguez Barragán
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